Nadal ya va sin freno
Tumba a Van de Zandschulp y se cita con Fritz, verdugo en la final de Indian Wells
Cae la tarde en Londres y Wimbledon se abriga, hace viento y hay nubes que acechan. De ahí que Rafael Nadal tenga prisa por deshacerse de Botic van de Zandschulp, un novato en estas alturas y escenario en Londres, pero que tiene buena actitud, corre y golpea bien, saca mejor y quiere seguir dando el estirón. Es 25 del mundo, 26 años, dio la nota en el US Open de 2021, cuartofinalista ante Daniil Medvedev tras un maratón de partidos desde la previa. Pero esto es Nadal enfrente y un Nadal al que ya se le ha puesto cara de quererlo todo. No duele el pie, se han pasado los partidos comprometidos, se ha ajustado el tenis y ya está en cuartos. Con prisas.
No quería el balear alargar la jornada, que se cerrara el techo y encender las luces. Exponía Novak Djokovic –juega hoy los cuartos contra Jannik Sinner, 14.30, Movistar–, que el tenis es diferente, el estilo, el ritmo, los golpes, los movimientos, porque hay más humedad y la hierba resbala más; es como jugar un torneo bajo techo. Pero lo que no quería de ninguna de las maneras Nadal era que el partido se aplazara al día siguiente, así que jugó contra Van de Zandschulp y contra el reloj, con ese límite de las 23 horas, doce en España; el toque de queda en Wimbledon, una tradición más, una atención a los vecinos del barrio londinense para que descansen.
Se pone manos a la obra el balear y en una hora ya va 6-4 y 3-0. Al neerlandés le puede la presión propia y la presión del rival. Acecha Nadal desde el resto y le come terreno, tiempo y moral desde el inicio. Pero no es hasta el final del set cuando da el mordisco a la presa ya precocinada, al resto, en ese décimo juego tan mental en el que hay más temblores porque se juega uno seguir en el set o ponerse uno abajo. Ahí, entre la experiencia de uno y de otro, Nadal.
Las derechas fluyen y marean; los reveses van teledirigidos a las líneas, en los saques hay margen pero se van sacando. Camina fino Nadal en este Wimbledon del regreso. Como ir en bicicleta, no se pierden los automatismos, ese flexionar más las rodillas, alcanzar la pelota en pasitos más cortos; solo había que desengrasarlo. Y bastaron dos encuentros complicados para ello, y con el aliciente de sumar algo de sacrificio y sufrimiento. Lo decía el propio Nadal: lo que ha hecho grandes a Federer, Djokovic y a él mismo es que han sabido siempre ganar aun jugando regular. Pero ya se han olvidado esos momentos. La bicicleta corre por la hierba a velocidad de crucero. Hasta los intercambios en la silla duran menos, siempre a la carrera el balear para posicionarse al resto o para sacar. Ágil, presto, con ganas y prisas por seguir sumando minutos en la hierba y victorias en la mano, para aquello de los automatismos, y en la cabeza, que ganar ayuda a ganar.
Se desequilibra el neerlandés pronto en el segundo set. Digno nivel en el primero, se da cuenta de que no hay mucho más ante este Nadal. Ha hecho su torneo: victorias ante Feliciano López, Emil Ruusuvuori, Richard Gasquet, su nombre en otros octavos de final de un Grand Slam. Pero el balear también hace el suyo: concentración máxima para llevarse sin remordimientos y casi sin escrúpulos el segundo set, y más rápido.
Se despista, ese margen de mejora que todavía tiene en el saque, al inicio del tercer capítulo. No llega a anécdota, recuperado el servicio a la siguiente porque Van de Zandschulp no aguanta los peloteos y le falla la derecha incluso cuando tiene pista abierta. O quizá por eso. Tan difícil es ganarle un punto a este Nadal, que presiona desde el fondo, derecha larga, derecha cortada, y todavía presiona más en la red. A la contundencia suma brillanteces. Hasta eso le sale ya casi automático: derechas a la carrera y pasantes de vértigo. Veloz en todos sus desplazamientos, marea al neerlandés y hasta se pone a dos puntos de cuartos al resto, pero Van de Zandschulp quiere disfrutar un poco más y se permite un último aliento: break cuando el español sacaba para ganar. Otra anécdota que no le gusta a Nadal, obligado a sentenciar en el tie break, donde hay un pequeño bajón, dos bolas de partido que no se logran, pero sonríe a la tercera. Ya está en cuartos. Mañana, otra oportunidad, Taylor Fritz.