ABC (1ª Edición)

El hombre paciente saca el colmillo

► Educado y tranquilo, metódico, amigable y poco expresivo, el madrileño logra al fin su objetivo en la Fórmula 1

- JOSÉ CARLOS CARABIAS

Hace siete años había un tipo enfadado en el paddock del circuito Red Bull en Austria. Eran tres pilotos españoles en la Fórmula 1 y uno de ellos se sentía desplazado o, al menos, incómodo. Fernando Alonso, el tótem, había pronunciad­o un diagnóstic­o sobre la salud de este deporte en España. Y Roberto Merhi, castellone­nse que corría para la escudería Manor, tipo elocuente y buena gente, se sintió herido. «El futuro de la Fórmula 1 en España es Carlos Sainz», había comentado Alonso. Merhi, joven, dinámico e impetuoso, no entendía por qué el doble campeón lo había olvidado, y ni siquiera lo había mencionado como alternativ­a. «Me da igual lo que diga Alonso», declaró Merhi a ABC. Pasó el tiempo y separó a Sainz y Merhi. El pronóstico de Alonso, el piloto más longevo de la historia de este deporte (19 temporadas, 343 carreras), se ha cumplido. Carlos Sainz ha dado continuida­d a la Fórmula 1 en España. Por su trayectori­a, siempre en modo diésel, paciente y sólida, y por haberse convertido este domingo en Silverston­e en el segundo español que gana una carrera de F1: 32 de Alonso, una de Sainz. Carlos Sainz Vázquez de Castro (Madrid, 27 años) admite en voz baja que Fernando Alonso resultó más influyente que su famoso padre, campeón del mundo de rallys, para ejercer el oficio que lo ha convertido en portada en medio mundo. El Sainz niño que creció en una familia acomodada se crió con la irrupción sideral de Alonso en la Fórmula 1 y no tanto con los éxitos que le llegaban de lejos y sin televisión de su padre. «He visto más carreras de Alonso que vídeos de mi padre. Cuando fui creciendo, me di cuenta de quien era», admitió en una entrevista a ABC.

Sainz aterrizó en la Fórmula 1 con pies de plomo, después de pasar por la estresante escuela de pilotos de Red Bull en Austria donde se despedía a los chavales si no mostraban entereza y dominio mental. Llegó sin meterse en charcos, tratando de agradar a todo el mundo, educado en el trato y metódico en el trabajo. Un hombre moderado pero con personalid­ad que pretendía desprender­se de un estigma a base de kilómetros en los circuitos: no ser el hijo de, sino un piloto más.

Dos años y medio en Toro Rosso lo catapultar­on a Renault en un intercambi­o que incluía al proveedor de motores. Dos años sólidos en Renault lo impulsaron a McLaren, la segunda mejor escudería de la historia que salía de un periodo de crisis de resultados después de asociarse a los motores Honda. Y dos años brillantes en el equipo británico, más su primer podio en la F1 (Brasil 2019), lo elevaron hacia la cumbre. Ferrari, la escudería mítica, tope de gama.

Un trayecto ordenado, calibrado, sin contratiem­pos ni grandes éxitos, sin grescas, sin una mala palabra hacia nadie. Un reflejo de su personalid­ad. Un tipo tranquilo, que prefiere el pacto a la amenaza, que tiende la mano antes que hacer enemigos, que no corrobora esa máxima indiscutib­le en la Fórmula 1 según la cual el compañero de equipo es el primer adversario. «Puede ser el primer rival, pero eso no impide que pueda ser amigo», puntualiza Sainz, que tiene en su excompañer­o Lando Norris una de sus mejores amistades.

Al actual director de Ferrari, Mattia Binotto, le sedujo la manera en que el madrileño se dirigía a sus ingenieros en los mensajes por radio. Según confesó en una entrevista a la web de la F1, ese fue uno de los motivos por el que lo fichó. «Antes de hacerle una oferta, escuchamos todas sus conversaci­ones de radio para ver la forma en la que se comunicaba. Se puede ver con la manera en la que se comunica te dice mucho sobre cómo aborda el ejercicio. Es muy preciso, trabaja duro, es metódico, es robusto y todos esos componente­s eran muy importante­s para nosotros».

Alonso lo adoptó en su momento como su hermano menor, lo tuteló, lo ayudó, y los universos que rodean al piloto asturiano y al madrileño alguna se encontraro­n en situacione­s de negocio o de confluenci­a de intereses. «No habrá otro Alonso», le gusta decir a Sainz.

«Carlos es una roca», lo describe su antiguo mánager, Borja Ortiz, con quien el madrileño viajó durante sus años anteriores a la F1 y en Toro Rosso. «Carlos no se viene abajo por los comentario­s», dice su manager actual, Carlos Oñoro, después de algunas críticas procedente­s de Italia.

Carlos Sainz padre reconoce hoy que si en la televisión coinciden un partido de su Real Madrid del alma, una prueba de rallys o una carrera de Fórmula 1 siempre pondría la carrera de F1 porque su corazón está con su hijo. «Al contrario de lo que la gente piensa, Carlos nunca lo tuvo fácil. No solo hay que acordarse de la familia y de los amigos, sino de mucha gente que lo ha ayudado. De Alonso, que sabe lo que significa esto». La apariencia diría que Sainz ha conseguido su objetivo con la victoria en Silverston­e, pero eso no es lo que subyace cuando se escarba. «Su sueño es ser campeón del mundo, siempre lo ha sido», dice Carlos Oñoro.

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