ABC (1ª Edición)

INVERTIR EN DEFENSA ES ESENCIAL

La protesta de Podemos contra el incremento del gasto militar parece sobreactua­da. Será difícil que rompa la coalición ahora, con tantos cargos públicos que mantener con sueldos fáciles

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EL Gobierno se comprometi­ó con Joe Biden a aumentar el presupuest­o español de Defensa hasta el 2 por ciento del PIB. El compromiso no tiene que ejecutarse de forma inmediata, pero es ineludible para España. Otra cosa es que Pedro Sánchez intuya que ya no estará en la presidenci­a cuando los plazos apremien y los socios de la OTAN exijan que España cumpla su palabra. La consigna de Moncloa es vivir al día y a esta táctica responde la partida de 1.000 millones de euros destinados a Defensa, aprobada ayer por el Consejo de Ministros. El acuerdo es positivo y esos fondos son necesarios, pero Sánchez sabe que hace falta un pacto de Estado a largo plazo para garantizar que nuestro país estará a la altura del compromiso asumido y de los retos que hoy tiene la seguridad colectiva de las democracia­s occidental­es. Sin embargo, Sánchez sigue eludiendo al Partido Popular y a su presidente, Alberto Núñez Feijóo, quien insiste en tender su mano para alcanzar acuerdos que bien sabe el PSOE que solo podrá cerrar con los populares. Por eso cuesta entender los constantes ataques de Sánchez al PP.

La alternativ­a de Sánchez es todo ese entramado de aliados de legislatur­a, incluido Bildu ya de forma oficializa­da, que están a cualquier cosa menos a reforzar la defensa atlántica, plantar cara al neoimperia­lismo ruso, advertir a China frente a su expansioni­smo, o ayudar a Ucrania a ganar a Putin. Ahora bien, por muy evidentes que sean las diferencia­s entre unos y otros, ninguno va a permitir que caiga el gobierno de coalición. Podemos hace ruido, simula hacerse el ofendido, aparenta rasgarse las vestiduras con los gastos en defensa, pero a la hora de la verdad su parasitism­o del poder se ha hecho ya irreversib­le, como bien han expuesto al mundo Irene Montero y sus amigas con el viaje a Nueva York. Bildu se jacta de pactar –ellos, los proetarras– una Ley de Memoria Democrátic­a con Pedro Sánchez; los separatist­as catalanes cierran con los socialista­s la inmersión lingüístic­a y cuidan su coalición no oficial; y Podemos exprime en beneficio propio cada minuto que pasa en el Gobierno. Por eso tragará las ruedas de molino que sean necesarias, como ha ocurrido con el Sahara.

A Sánchez se le derrumbará el inestable andamio político que mantiene en cuanto no pueda seguir poniendo un pie en cada orilla. Y eso es así porque la estrategia de pactar con Bildu la agenda revisionis­ta de la Transición, y a la vez tener que pactar probableme­nte con el PP sus compromiso­s de defensa, empieza a ser algo espinoso no para los socialista­s, sino para los propios populares. El aumento del presupuest­o de Defensa es una exigencia de política de Estado, sin duda, pero con el Gobierno de Sánchez no existen los pactos de Estado, sino las argucias de La Moncloa para ganar tiempo. Terminó la Cumbre de la OTAN y sin solución de continuida­d Sánchez se prodigó en los medios de comunicaci­ón para arremeter contra la oposición, sin cuyos votos es probable que no saque adelante la ampliación del despliegue americano en la base de Rota. Los socios atlánticos saben que el PP no fallará como aliado si llega al Gobierno, aunque la situación económica que dejen los socialista­s trastoque cualquier plan presupuest­ario para Defensa. Pero ahora, con el Ejecutivo de coalición PSOE-Podemos, todo sigue siendo una incógnita. Con Rusia ganando terreno en Ucrania y amenazando a Europa Oriental, a los países bálticos, y a Suecia y Finlandia, el incremento del gasto militar ha pasado de urgencia a emergencia, con el añadido de que ya nadie puede dudar de que la seguridad de España se defiende mucho más allá de sus fronteras.

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