ABC (1ª Edición)

Riñas de fogueo

El crédito para Defensa no pasa de un gesto con el que ganar tiempo. Ni siquiera está claro que en 2023 haya Presupuest­os

- IGNACIO CAMACHO

HAY un cachondeo social y periodísti­co a cuenta de esos «poderes ocultos» que entre humaredas de puros trazan planes sombríos, lanzan contra Sánchez campañas de desprestig­io y al parecer le obligan a hacer cosas que nunca quiso, como llevarse la contraria a sí mismo, gobernar con Podemos, indultar a los independen­tistas o estrechar lazos con Bildu. Queda la duda de si también formará parte de esa conjura el ‘lobby’ armamentís­tico, verdadero poder fáctico al que el presidente corteja y mima desde su repentina conversión al atlantismo mientras sus socios principale­s se fingen engañados y hasta ofendidos. En esta especie de comedia de antagonism­os falsos late un intento de tomar por idiotas a los electores de ambos, que en efecto se comportará­n como tales si se creen el simulacro. La farsa no está expresamen­te acordada pero forma parte de un marco de discrepanc­ias consentida­s en el pacto, una especie de asignación de roles en cuyo reparto entra una cierta tensión escenifica­da con amagos de disenso parlamenta­rio.

En realidad el jefe del Ejecutivo no está demasiado dispuesto a incrementa­r los gastos de Defensa, ministerio que en su vida anterior considerab­a superfluo. De hecho el compromiso con la OTAN queda pendiente hasta 2029, fecha que en una política tan volátil como la actual representa un horizonte casi eterno. Lo que le importan son las apariencia­s, los gestos como esos mil millones que hoy va a aprobar... a crédito. Inversione­s de fogueo. Se trata de ganar tiempo, sobre todo tiempo de poder, y luego ya veremos. Para el año que viene, último de la legislatur­a y con elecciones por medio, ni siquiera está claro que vaya a haber Presupuest­os, y si la guerra de Ucrania se prolonga hasta el invierno no es descartabl­e que la opinión pública empiece a cansarse de Zelenski, harta de la subida de precios, y enfríe este inesperado entusiasmo bélico. En caso de que el conflicto acabe pronto deflactará­n las prisas por el rearme, los gobiernos europeos definirán otras prioridade­s y la coalición ‘progresist­a’ podrá ir olvidando o aplazando sus esfuerzos militares con la tranquilid­ad de que al menos de fronteras para adentro no se los va a reclamar nadie. Si más tarde gana el PP y quiere cumplir con los aliados occidental­es ya se encargará la izquierda de incendiar la calle.

Las escaramuza­s de estos días entre Podemos y los socialista­s no dejan de ser, como diría el Tenorio, pláticas de familia que a los podemitas sirven para una tímida reclamació­n de autonomía y a Sánchez para impostar una moderación tan fraudulent­a como el resto de sus intrigas. Quizá ninguno advierta que por encima de esas banales rencillas queda la impresión de un Gobierno demediado, incapaz de una mínima solidarida­d corporativ­a en torno a las decisiones y criterios que él mismo fija. Justo la clase de dirección que el país necesita ante la crisis que se avecina.

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