ABC (1ª Edición)

In memoriam

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El pasado miércoles, mientras en Pamplona estallaba la fiesta, moría un guardia civil en la habitación de un hospital. Fue uno de esos días en los que la vida y la muerte reclaman a la vez su lugar entre nosotros.

El teniente coronel Pedro Alfonso Casado entregó la suya en un último acto de servicio, intentando llevar a un asesino ante la justicia mientras preservaba la vida de un rehén. La de Pedro Alfonso fue una vida dedicada al servicio a España, a la defensa de la ley y el orden. Desde su paso por la Academia General Militar, su hoja de servicios muestra hasta qué punto llevó a la práctica el artículo del decálogo de cadete que reza «ser voluntario para todo sacrificio, solicitand­o y deseando siempre ser empleado en las ocasiones de mayor riesgo y fatiga». Los puestos que ocupó, siempre exigentes, lo confirman, y el reconocimi­ento de sus méritos lo demuestran. Pero la muerte de Pedro no fue en vano. Hoy el asesino está en prisión y el rehén recobró su vida. En estos días hay que recordar cómo hace años otros guardias civiles, como Pedro, rescataron a Ortega Lara de la muerte que los sicarios de ETA le habían preparado.

Desde el miércoles, las banderas de nuestros acuartelam­ientos descendier­on media asta, devolviend­o a Pedro el saludo que tantas veces hizo a nuestra enseña nacional. La muerte le llegó cumpliendo con su deber, pero su vida no acaba porque ya ocupa un lugar de honor en la memoria de nuestra Guardia Civil, que hoy, como siempre, vive honrada por el valor de los que la forman.

MANUEL SIERRA CORONEL DE INFANTERÍA (PAMPLONA)

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