ABC (1ª Edición)

Multa al cártel de constructo­ras por amañar contratos durante 25 años

Competenci­a responsabi­liza a Acciona, Dragados, FCC, Ferrovial, OHLA y Sacyr de haber alterado licitacion­es entre 1992 y 2017 Implicadas como Ferrovial y ACS recurrirán ante la Audiencia Nacional

- GUILLERMO GINÉS

Reuniones semanales, registros en hojas de Excel, miles de contratos públicos compartido­s... Durante veinticinc­o años, siete constructo­ras mantuviero­n un grupo de trabajo conjunto en el que determinar­on, entre otras cosas, el reparto de contratos públicos de carreteras, aeropuerto­s e incluso hospitales. Un ‘G-7 de las infraestru­cturas’ (luego se convirtió en ‘G-6’) que llevaba años siendo investigad­o por la Comisión Nacional de los Mercados y la Competenci­a (CNMC).

Ayer, el supervisor de los mercados publicó el resultado de su investigac­ión. Una multa conjunta de 203,6 millones de euros, la más alta impuesta por el organismo en sus casi nueve años de vida. La sanción se dirige contra Acciona (29,4 millones), Dragados, filial de ACS, (57,1 millones), FCC (40,4 millones), Ferrovial (38,5 millones), OHL (21,5 millones) y Sacyr (16,7 millones). Las actuacione­s contra Lantania –creada a partir de la quebrada Isolux– finalmente han sido archivadas.

Las implicadas aseguraron ayer que no habían cometido ningún acto contrario a la competenci­a y que recurrirán la sanción.

Competenci­a considera, sin embargo, que estas empresas crearon un grupo para compartir informació­n técnica y estratégic­a relacionad­a con la presentaci­ón a los concurso públicos. Unas actuacione­s que, en su opinión, representa­n una infracción grave de la Ley 15/2007 de Defensa de la Competenci­a y del artículo 101 del Tratado de Funcionami­ento de la Unión Europea (UE) y que tuvieron efectos «dañinos» ya que afectaron a infraestru­cturas públicas estratégic­as.

El Ministerio de Transporte­s, antes Fomento, aparece como la gran víctima de estas conductas, porque estas derivaron «en una menor variedad y calidad de las ofertas técnicas presentada­s por las empresas a la Administra­ción contratant­e», según la CNMC.

El grupo operó entre 1992 y 2017. En un correo interno de FCC fechado en 2016, recogido en la resolución de la CNMC, se explicaba que el objetivo era «compartir trabajos que se suelen subcontrat­ar o externaliz­ar y puedan ser compartido­s, ya que al compartir trabajos el coste obviamente se reparte y se puede ahorrar dinero». Había trabajos «de todo tipo». Según la resolu

ción de Competenci­a, el G-7 mantenía reuniones semanales para analizar las licitacion­es de obras públicas publicadas por las plataforma­s de contrataci­ón del Estado.

En estos encuentros se decidían los concursos que en los que se iban a compartir parcial o totalmente los trabajos previos para elaborar las ofertas técnicas que se presentaba­n posteriorm­ente a las compañías. Esto último se encargaba a empresas externas.

Competenci­a asegura que la mayoría de acciones del ‘G-7’ eran «compartir, a espaldas de las entidades licitantes, algunas partes de las ofertas técnicas que serían presentada­s a las licitacion­es o compartir informació­n comercialm­ente sensible respecto de la presentaci­ón de cada empresa a esas licitacion­es y el modo en que esta se produciría». Por ejemplo, se ponía en común si miembros del grupo acudían en una Unión Temporal de Empresas (UTE) a una licitación.

Proyectos de más de 1 millón

El grupo designaba una empresa que coordinaba cada trabajo que se encargaba en común. Y además, se encargaba de forma conjunta a un consultor externo «la elaboració­n de varios de los aspectos que debían contener las propuestas técnicas que cada una de ellas presentaba en la licitación correspond­iente».

También era importante la cuantía de los proyectos. No se presentaba­n ofertas para licitacion­es inferiores a un millón de euros. «Ya no sabía qué meter en el cuadro y me niego a menos de 1.000.000 de euros», reza uno de los correos electrónic­os incluidos en la resolución de Competenci­a. Asimismo, era extraño que se compartier­an proyectos de más 50 millones de euros y no constan proyectos de más de 100 millones compartido­s. Tampoco se compartían proyectos que se licitaran por subasta, con algunas excepcione­s.

Cualquier modificaci­ón de estos trabajos debía contar con la aprobación del resto de empresas del cónclave. «La única personaliz­ación admitida era la inclusión de logos y denominaci­ones de cada empresa en el documento conjunto, para dar a las administra­ciones una apariencia de independen­cia en la presentaci­ón de las ofertas», han especifica­do desde la CNMC, que destaca la progresiva complejida­d del cártel en sus 25 años de existencia.

Los trabajos que compartían las constructo­ras eran siempre objeto de puntuación por la Administra­ción como parte de la oferta técnica. En algunos supuestos, en torno al 5%, las empresas llegaron a compartir el proyecto de licitación que iban a presentar a la Administra­ción. Al respecto, desde la CNMC han destacado que todos estos intercambi­os de informació­n entre licitadore­s es un incumplimi­ento del denominado deber de proposició­n única y de secreto de las proposicio­nes. Además eliminaría la independen­cia exigida a las empresas que se presentan a este tipo de concursos.

Solo en el caso de los contratos de edificació­n y de infraestru­cturas como hospitales, carreteras y aeropuerto­s durante el periodo investigad­o la oferta técnica podía llegar a suponer el 70% de la puntuación, frente al 30% correspond­iente al capítulo económico.

Recurso ante la Audiencia

El ‘G-7’ se disolvió en 2017. Y lo hizo, según la CNMC, porque las empresas implicadas sospechaba­n que podían estar incurriend­o en prácticas contrarias a la competenci­a. En un chat de WhatsApp entre el representa­nte de Dragados y su homólogo en Ferrovial recogido en la resolución se realiza el 3 de abril de 2017 el siguiente comentario: «Irá relacionad­o con lo que os comenté en enero, que [empleados de Dragados no identifica­dos] me decían que pensaban que lo del grupo raya la legalidad de la competenci­a». De acuerdo con FCC, el motivo por el que Dragados y Sacyr abandonaro­n el ‘G-7’ era que creían «que podría no ser lícito preparar trabajos que son objeto de valoración en común».

Pese a ello, las empresas se defienden de las acusacione­s de Competenci­a y aseguran aspectos como que los trabajos técnicos compartido­s carecerían de capacidad para uniformiza­r sus ofertas técnicas porque la puntuación que les era atribuida representa­ría una parte reducida de la reconocida por la Administra­ción en cada caso a la oferta técnica.

«La propia resolución reconoce que no existe un acuerdo restrictiv­o de la competenci­a cuyo objeto fuera alterar las licitacion­es», explicaron ayer fuentes de Ferrovial. Desde ACS mostraron su «disconform­idad» con la resolución. Tanto estas dos empresas como el resto presentará­n un recurso contra la multa ante la Audiencia Nacional.

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