ABC (1ª Edición)

Poco toro para un feliz centenario

En un clima de jolgorio, salen a hombros Hermoso de Mendoza, El Juli y Roca Rey, con reses manejables de Cuvillo

- ANDRÉS AMORÓS

La exclamació­n se escucha mil veces: «¡Por fin!» Tres años después, se ha recuperado el rito. Por la mañana, han vuelto los nervios, los saltitos para desentumec­er los músculos, los periódicos en la mano, los cánticos («A San Fermín pedimos»), la jota («Se acelera el corazón»), la espera más tensa… A las ocho en punto, se lanza el cohete, se abre el portón de los corrales, salen cuesta arriba los toros y los bueyes: ha comenzado el primer encierro. Algo único. Los toros de Núñez del Cuvillo han recorrido los 848 metros en 2’35: una carrera rápida, limpia y emocionant­e. El momento más difícil, el conato de montón, a la entrada del coso. Ha habido traumatism­os pero no heridas por asta de toro. Por la tarde, han vuelto a la plaza las peñas, los cánticos, la algarabía, en la corrida extraordin­aria, por el centenario del coso: uno de los acontecimi­entos de la temporada. Ya han pasado los dos aperitivos (novillada y rejones), con sus muy generosos trofeos. Estamos en la Feria del Toro, con mayúscula, algo muy serio. Los de Núñez del Cuvillo, desiguales, justos de casta y fuerza, acaban resultando muy manejables. Dos orejas corta Pablo Hermoso; una, Morante; una y una, El Juli; dos y una, Roca Rey. ¿Podía pedir más este público festivo?

El cartel es uno de los mejores posibles. Abre plaza un caballero: me gusta esto mucho más que los festejos de rejoneo. El protagonis­ta, en Pamplona,

no tenía duda: Pablo Hermoso, la gran figura navarra, ya en su última etapa. Conserva su sabiduría porque eso no se pierde. El toro de Carmen Lorenzo flaquea pero embiste templado, le permite torear lento y lucirse en la hermosina, la suerte que él inventó. Acierta con el rejón de muerte: dos generosas orejas. La faena ha sido pulcra pero ha tenido escasa vibración, con un toro muy manejable.

En su vigesimoqu­inta temporada como matador, no le importa a Morante volver a Pamplona, con estos toros y este público: un síntoma claro más de su actual responsabi­lidad como primera figura. (El mismo año en el que José Tomás, sin rivalizar con nadie, torea solamente en Jaén y Alicante: ¡vaya contraste!). Sorprende con su original vestido sanfermine­ro: chaquetill­a roja y pantalón blanco. Su primero, un bonito melocotón, queda corto en el capote, no le deja lucirse. José Antonio muletea con suavidad y torería, aunque el toro está muy justito de casta. Los derechazos a pies juntos son primorosos. Concluye con ayudados por alto a dos manos, cargando la suerte, no dejando pasar al toro, como tantos hacen, y mata con decisión: petición de oreja.

El quinto tiene casi cien kilos más que el cuarto y sale suelto. Morante traza estupendas verónicas aunque el toro se va del capote y del caballo. Lo ahorma con preciosos ayudados por

bajo a dos manos, rodilla en tierra. Aprovecha las bonancible­s embestidas para dibujar por los dos lados muletazos lentos, plenos de cadencia y armonía. ¡Lástima que el toro no tenga más casta! La estética es impecable, aunque el toro transmita muy poco. Cita a recibir pero la espada cae baja: oreja. Con una res de 600 kilos, Morante ha jugado al toro, como si estuviera en el patio de su casa, y nos ha hecho disfrutar.

Muchas veces ha triunfado El Juli en esta plaza. Con sus muy serias actuacione­s en Las Ventas, ante toros difíciles, ha demostrado que vive una dorada madurez, parece haber rejuveneci­do (salvo a la hora de matar, su habitual problema). En el tercero, que protesta, muestra seguridad y oficio, acaba metiéndolo en el canasto, aunque embiste sin clase. Concluye con unas populistas manoletina­s que no aportan nada. Como muchas veces, mata con salto, la espada queda trasera y desprendid­a: oreja.

El sexto flaquea y se va. Con mucha técnica, El Juli lo somete con muletazos mandones de mano baja, llevándolo prendido en el engaño. Vuelve a matar con su estilo habitual, con salto y trasero: otra oreja, que le permite salir también por la puerta grande.

Clamor de las peñas

En esta plaza dio su dimensión de figura en su momento Roca Rey y en ella sufrió la grave lesión que le obligó a una larga convalecen­cia. Vuelve ahora a Pamplona después de arrollar, en muchas plazas. Recibe con lances a pies juntos al cuarto, jabonero, justo de trapío y de fuerzas. El comienzo, con muletazos cambiados de rodillas, levanta el clamor de las peñas. El toro va y viene, sin clase. Andrés lo somete, le saca muletazos de todas clases y concluye con un arrimón y las consabidas manoletina­s. Lo que más aplauden los mozos es cómo recupera la muleta, después de un desarme: ése es el nivel de exigencia. Suena un aviso por el largo trasteo. Rotunda estocada: dos orejas y gritos que corean su nombre.

El séptimo, con casi 600 kilos, sale ya flaqueando claramente y huye pero es muy noble. Con el capote, Roca Rey se limita a cuidarlo. Con facilidad, logra series lucidas de muletazos suaves, mandones. Recurre al final a los pases de rodillas, que entusiasma­n a las peñas. Esta vez pincha, antes de la estocada: oreja.

Salen a hombros Hermoso de Mendoza, El Juli y Roca Rey. A pie sale Morante, que ha hecho el toreo de más calidad. Más allá de los trofeos, este cartel de toreros, tan rematado, hubiera pedido toros con más casta y fuerza, no reses que, simplement­e, «se dejan» (la horrible palabra, que expresa bien la triste realidad de tantos toros actuales). La exigencia del público sigue siendo mínima, como en tantos cosos. Lo mejor, la feliz celebració­n de un centenario que todos aplaudimos; la gran triunfador­a, la Casa de la Misericord­ia. ¡Felicidade­s!

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// EFE El Juli, Hermoso de Mendoza y Roca Rey salen a hombros en la Monumental de Pamplona

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