ABC (1ª Edición)

En la piel de un corredor del encierro

Pamplona recupera las emociones de siempre en el primer encierro tras la pandemia, donde muchos de los que se han jugado la vida han dedicado su gesta a los que ya no están

- MÓNICA ARRIZABALA­GA

La madre de Pablo Sánchez no ha visto el encierro en directo en la tele. Nunca lo hace. Pero seguro que después de saber que su hijo se encuentra bien, se ha emocionado al verle en el tramo de Mercaderes, dedicando su carrera con el dedo hacia arriba a su padre recienteme­nte fallecido. «Todo ha ido muy bien», decía el joven pamplonés de 32 años nada más acabar el encierro. «Me he pegado un carrerón en el tramo Ayuntamien­to-Mercaderes, dedicándos­elo con la mano hacia arriba a mi padre y estoy muy emocionado. Llorando, la verdad. No me salen las palabras». En su caso no fue el Covid el que se lo llevó, sino un infarto repentino en su propia casa hace tan solo cuatro meses, pero su gesto ha recordado a todos los que ya no están, a todos los ausentes tras dos años de sanfermine­s suspendido­s.

Días atrás Sánchez ya anunciaba que este año iba a ser «muy especial» para él. Este mozo, que trabaja en los corrales del gas y ha sido vaquero en Garcigrand­e y Valdellán, así como mayoral de la ganadería de Miguel Reta, un conocido pastor de los encierros de Pamplona, heredó su afición por los toros y los encierros de su padre y de su abuelo. «Los dos van a correr a mi lado», explicaba con la voz algo quebrada.

Antes del encierro de ayer, su madre le hizo prometer que no haría ninguna tontería. «No quiero más disgustos este año», le dijo resignada porque sabía que no podría impedir que Pablo corriera el encierro. Desde los 16 años se recorre toda Navarra, de encierro en encierro, y tras dos años de espera por la pandemia, sabía que no se lo perdería.

Sánchez acostumbra a ver el encierrill­o nocturno en el que trasladan los toros de los corrales del gas hasta los de Santo Domingo, y en lugar de irse de fiesta como tantos, se recoge en su casa para estar descansado al día siguiente. ¿Qué tiene el encierro para sacrificar tantas noches de juerga? «No lo sabe nadie hasta que se pone delante del animal. Es como una droga, un chute de adrenalina, te suben las pulsacione­s», describe. Aunque ha sufrido algún varetazo, así como pisotones y golpes. En 2017 cayó ante un Miura que casi se lo lleva por delante, y otro que iba detrás le saltó por encima.

«Hasta que pueda»

Tampoco a Juan Antonio García los golpes que sufrió en el tramo del Ayuntamien­to le han quitado la ilusión. «A ver cómo me encuentro, pero espero estar aquí también», dice este alicantino de 60 años que lleva viniendo a los sanfermine­s desde hace veinte. Cuando estaba subiendo la cuesta de Santo Domingo ha visto que la manada se escoraba hacia la barrera y ha intentado esquivarla, pero se ha visto empujado al suelo y enseguida desde el vallado lo han apartado. «Me han dicho que ha sido el cabestro que iba primero», relata este veterano corredor, que pretende seguir «hasta que pueda» porque es una afición que lleva en el corazón. «Los que critican el encierro tendrían que probarlo», defiende.

Félix Laparte está razonablem­ente satisfecho con su debut. «Han venido bastante rápidos. Al principio, lanzando un poco la cabeza y me he tenido que apartar, pero luego me he metido otra vez con los toros que venían detrás. He podido coger un poco lateral el toro, pero para ser el primer encierro, bien», relata este pamplonés de 25 años.

Desde que cumplió los 18, es un asiduo corredor del encierro. Solo para dar descanso a su madre, Laparte dejaba pasar alguno de cuando en cuando, pero este año, después de dos largos años de espera por el paréntesis que ha supuesto la pandemia, no piensa perderse ni uno.

Desde pequeño tenía claro que él quería ser uno de esos que corrían delante de los toros. Se bregó en los encierros de los pueblos y esperó con ganas el momento de poder debutar en Pamplona al cumplir la mayoría de edad. «No hay nada como los sanfermine­s, es el mundial de los encierros», dice. Su abuelo solía correr y él quiso seguir sus pasos. «Para los que nos gusta desde pequeños, es una sensación increíble», asegura.

Con las primeras luces del día, un nutrido grupo de ellos se congregó a las puertas de San Lorenzo. Muchos, posiblemen­te, hacía tiempo que no pisaban una iglesia, pero ayer era 7 de julio, San Fermín, y toda ayuda es poca cuando uno va a ponerse ante un toro, sin más capote que un periódico en la mano y unas piernas con las que correr.

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// EFE El corredor Pablo Sánchez (mano arriba) dedicó el encierro a su padre
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// ABC El corredor Félix Laparte

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