‘Sálvame’, forma cultural del sanchismo
Todo ‘talent show’ acaba teniendo su versión infantil
El miércoles hubo apoteosis de ‘Sálvame’, del nuevo ‘Sálvame’, muy distinto ya del que conocimos. Se celebraba el ‘Sálvame Mediafest Drag Queen’, una gala drag dentro de la semana o quincena del Orgullo, la reivindicación festiva que conduce al año político de la mano hasta el verano igual que un amante lleva al otro hasta el arbusto.
Por un lado estaba lo drag queen, el transformismo: drags profesionales que aleccionaban a los colaboradores del programa en su caracterización (horas antes, Pipi Estrada era María Antonieta). Esas tutoras eran llamadas ‘madres’. El programa se hacía ‘talent show’, y en el jurado estaba Samantha Hudson, fluida y ubicua (la Gonzalo Miró LGTBI). Lo drag no era visto como una veleidad, una libertad o una inclinación, ni siquiera como una expresión artística, era como una voz interna inalienable, una voz presente en todos nosotros. Como si descompuesta la luz del yo en el arcoíris, parte de ese espectro fuera lo drag, o fuera el prisma mismo: todos lo tenemos, ¿por qué no sacarlo?
Venía a la mente una ley no escrita de la tele: todo ‘talent show’ acaba teniendo su versión infantil… ¿para cuándo, Vasile? Un cierto clímax se produjo cuando a Canales Rivera, torero en trance travesti, se le pidió comparar toro y plataforma: «Omito la pregunta», y en la comparación caían, como templos dinamitados de Palmira, estructuras culturales enteras… Por un lado lo drag, con Jorge Javier de sacerdotiso, y por otro Rocío Carrasco, presente como algo más que un personaje: Rociito es movimiento sectario de feminismo vulgarizado, y albacea de la conversión de Rocío Jurado en icono gay y neofeminista. Los progres han descubierto a las folclóricas, ya no les da repelús de españolía.
En resumen: un concurso ‘gender-fluid’, y Rociito, musa del yo sí te creo y de la nueva ‘museificación’ de un folclore que, tras ser explotado por italianos y afines al PSC, será manufacturado por la izquierda que va quedando, liberando al eros bollero del macho torero.
Eso es ‘Sálvame’ en su decadencia: la forma cultural del atroz sanchismo, la izquierda íbex o el casticismo ‘woke’. La última politización del chuminero.