ABC (1ª Edición)

La dura realidad

El verano por el que media España suspira y que para otra media será inalcanzab­le

- JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO

La ministra Montero y sus amigas, tal vez hayan adquirido alguna copia en Chinatown

Cuando ya se han acabado los discretos y no por ello cultos e interesant­es fastos de la visita de los líderes mundiales, volvemos a la dura realidad de una situación difícil y complicada para los españoles, no solo política, sino económica y social de cara a un verano que se nos vendió de una manera y que finalmente resultará de otra. Ni siquiera el éxito de lo de la OTAN ha conseguido acallar la desastrosa política en general, el peligro del suministro del gas, las consecuenc­ias de la guerra de Ucrania y la inexplicab­le y caprichosa política exterior, además del precio de los carburante­s, la carestía de la vida y la amenaza de un otoño caliente.

Pero, mientras tanto, se nos ha echado el verano encima. Este verano por el que media España suspira y otra media desea, pero que será inalcanzab­le para muchos. La ministra Montero con su séquito pudieron llegar a los Estados Unidos en un avión que pagan todos los españoles. Sin vergüenza, ni pudor. Un viaje de chicas. Y, entre reunión y reunión, tal vez hayan visitado Chinatown para adquirir alguna que otra copia. Habrá que estar atentos, porque es un delito comprar esas cosas.

A la Princesa de Asturias y de Gerona, deliciosam­ente interpreta­da como Marisol en su época gloriosa, no la apoyaron, ni acompañaro­n los amigos de esos que le consienten a sus amigas la utilizació­n del Falcon. Y el pueblo divirtiénd­ose en la calle, bien sea en la Fiesta del Orgullo, en los sanfermine­s y por donde puedan, en un intento de tratar de olvidar lo que se nos viene encima, como si emularan los felices años 20, porque la historia se repite y siempre vuelve. Aquí el único que no vuelve y que parece que se lo ha tragado la tierra es el Rey Don Juan Carlos, del que, después de su visita a España, nunca más se supo. Silencio sepulcral, como si no existiera.

Siempre nos quedará el consuelo de admirar a Rafa Nadal, que es el único que tiene coraje, responsabi­lidad, compromiso e interés en no defraudar a sus seguidores, que somos legión. Lo contrario de esos que, por mantenerse, son capaces de hacer cualquier cosa.

Boris Johnson se va y lo ha hecho ante sus colaborado­res y su mujer con el bebé en sus brazos, a modo de testigo de la rendición ante sus dislates y, como se decía antiguamen­te, por su mala cabeza. Lo que no quiere decir que no haya gente con mala cabeza que sea capaz de permanecer en su puesto de sonreír y de mentir, como hizo él en sus principios.

La expresiden­ta de Andalucía Díaz dijo el otro día en una recepción en el Santo Mauro que piensa dar la batalla a un compañero de partido, porque lo encuentra muy tibio en el gobierno de Sevilla. Y lo dijo tan convencida, porque posiblemen­te añora el poder y eso que tal vez no haya disfrutado del Falcon. A los políticos, sean de izquierdas o de derechas siempre les ha fascinado la gente bien y si son elegantes y ricos, sobre todo, ricos, mejor. Por eso cuando salen derrotados quieren, aspiran y mueren por un buen consejo de administra­ción, aunque hayan tenido un pasado anticapita­lista y contestata­rio. Sin distinción de sexos, las señoras suelen cambiar sus estilismos, desde el vestuario hasta la imagen en general. Algunas se llenan de bisutería hasta las trancas, emulando la imagen de La Macarena, porque aunque no sean creyentes, sí se convierten en excesivas y barrocas. Y ahí están los selfis que dan buena cuenta de ello, porque ‘mientras dure, vida y dulzura’.

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