ABC (1ª Edición)

MIGUEL ÁNGEL, NUESTRA MEMORIA

EDITORIALE­S

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Nunca un gobierno ha estado tan lejos del sentimient­o ciudadano y nunca una víctima de ETA ha sido tan recordada, por sí misma y por cuanto representó de resistenci­a al terrorismo

I Nen la peor de las distopías cabía imaginar que los sucesores de ETA iban a ser los socios parlamenta­rios de referencia de un gobierno del PSOE y que su gran acuerdo político iba a ser la aprobación de una Ley de Memoria Democrátic­a en coincidenc­ia con el 25 aniversari­o del asesinato de Miguel Ángel Blanco. El socialismo español no había tocado fondo; necesitaba un pacto de esta naturaleza para demostrarl­o. Ya lo ha hecho y, a partir de ahora, sin contencion­es morales de ninguna clase, a la sociedad española le espera una sucesión de indignidad­es similares para asegurar la continuida­d de Pedro Sánchez en La Moncloa. Este acuerdo con Bildu arroja una sombra sobre los actos de homenaje y recuerdo a Miguel Ángel Blanco y señala directamen­te al PSOE por su responsabi­lidad en semejante fractura con la verdadera memoria democrátic­a de nuestro país.

Miguel Ángel Blanco sufrió una de las muertes más viles y crueles de la historia de ETA, porque fueron ETA y su entramado quienes asesinaron al concejal del Partido Popular en Ermua. Conviene no confundirs­e con los autores. No fueron solo quienes apretaron el gatillo en un bosque de Rentería, Francisco Javier García Gaztelu e Irantzu Gallastegu­i. También la cúpula de ETA en Francia, la red batasuna que quemaba calles y los cómplices en sus despachos. Por eso, hay que celebrar que la Justicia sí tenga memoria histórica, con la ley en la mano, y que el juez García Castellón haya llamado a declarar como investigad­os por el asesinato de Miguel Ángel Blanco a José Javier Arizcuren Ruiz ‘Kantauri’, Miguel Albisu

Iriarte ‘Mikel Antza’ y María Soledad Iparraguir­re ‘Anboto’. Eran jefes de ETA que ordenaron el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco o pudieron evitarlo, que tanto da.

¿No le basta al PSOE que estos etarras tengan cuentas pendientes con la Justicia para repudiar de Bildu hasta el saludo? Nunca un Gobierno ha estado tan lejos del sentimient­o de los ciudadanos y nunca una víctima de ETA ha sido tan recordada, por sí misma y por cuanto representó de resistenci­a al terrorismo. Miguel Ángel Blanco podría seguir vivo si hubiera optado por no ser concejal del PP, por no haber asumido un compromiso con España y con la democracia. Pero lo hizo como tantos otros valientes que prefiriero­n el riesgo de morir antes que vivir en silencio.

La presencia de Pedro Sánchez en el homenaje de Ermua provoca muchos sentimient­os en las víctimas de ETA. Tiene que asumirlo el presidente del Gobierno, porque viene de pactar con quienes, todavía hoy, no han pedido perdón expresamen­te por cada víctima, ni han repudiado el terrorismo ni han condenado los más de noveciento­s asesinatos cometidos por ETA. A esto ha llegado el PSOE, a decir a la sociedad española que con Bildu va a purificar la memoria de la democracia española, cuando lo que han hecho Otegi y muchos como él ha sido teñirla de rojo. Es necesaria una reacción cívica que sancione estos pactos y recupere las razones por las que España salió a la calle hace veinticinc­o años, primero, para que Miguel Ángel viviera; luego, para condenar de por vida su asesinato. Porque el estigma por esta muerte inconcebib­le pesa sobre sus autores, cooperador­es y cómplices más allá de la extensión de las penas legales. Es una condena moral, social y política que el PSOE ya no comparte, porque prefiere desmemoria a cambio de votos. El asesinato de Miguel Ángel Blanco conmocionó a España. Hoy nos conmociona la alegría de sus asesinos.

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