ABC (1ª Edición)

Es el carácter de siempre

Johnson jamás tuvo un Toni Nadal que le dijera tú quién te has creído

- BERTA G. DE VEGA

DURANTE los mismos días, en el mismo país, el Reino Unido, hemos visto la importanci­a del carácter, eso que ahora llaman valores, antes inteligenc­ia emocional. Rafael Nadal en dos momentos: cuando siguió jugando con dolor, pese a que su padre le pidiera retirarse, en Wimbledon, en ese torneo que, en la puerta a la pista de central, tiene el verso de Kipling sobre cómo tratar a la victoria y a la derrota. Y luego, al marcharse, incapacita­do ya por el dolor para seguir compitiend­o, despidiénd­ose del personal del torneo, dándoles las gracias. Eso es carácter y eso se educa, como bien sabemos los aficionado­s a escuchar a Toni Nadal, su tío, el responsabl­e de lo que siempre ha sido forjar el carácter y ahora los ‘coach’ llaman ‘soft skills’. Los buenos modales, minusvalor­ados por los que no pueden con el cansancio y esfuerzo que exige inculcarlo­s, son, ni más ni menos, un signo de respeto a los demás. Si algo demuestra Rafa en esos gestos es que, pudiendo creerse superior a los otros, sabe de lo aborrecibl­e que es sentirse con derecho a más en las relaciones cotidianas por ser el mejor con la raqueta.

‘Entitled’ es la expresión inglesa para designar a esos que se creen superiores por su formación, por su acento, por sus ancestros. Es una palabra muy útil en la clasista sociedad británica. Creyéndose por encima del bien y del mal, Boris Jonhson ha acabado cayendo finalmente, apuñalado por los que le rieron las gracias y pensaron que un biógrafo exitoso de Churchill podría acabar pareciéndo­se a él. En la vida, suele surgir el dilema sobre si merece la pena parar los pies a un chulo, si le hará meditar o, por el contrario, sólo perjudicar­á a quien se lo hace ver. Johnson, desde Oxford, no parece haber tenido a valientes cerca que pararan una carrera de alguien con un carácter que incluye la mentira y la falta de palabra. Eso no quita para que el primer ministro británico pueda ser muy divertido y culto, delicioso en una cena ocasional. Pero queda claro que Johnson, en su vida, jamás tuvo un Toni Nadal que le dijera tú quién te has creído. El carácter, los modales, de las élites influyen. Después de una cadena de dimisiones, Johnson ha hecho alto cargo en Educación a la diputada Andrea Jenkins que, al entrar en Downing Street, hizo la peseta a los que protestaba­n. El mensaje de ese dedo no promete.

El carácter no tiene sitio en un currículum de Linkedin –ni en el nuevo currículum de Educación socialista– pero cualquiera con dos dedos de frente sabe que es más importante que cualquier título de grado. Es una carrera de toda una vida. La directora de uno de los colegios más exitosos y con más disciplina del Reino Unido citaba a Heráclito estos días: «El buen carácter no se forma ni en una semana ni en un mes. Se crea poco a poco, día a día. El esfuerzo paciente es necesario para desarrolla­r un buen carácter». En ese proceso los que te rodean son fundamenta­les. Qué te aplauden, qué te censuran. Hasta dónde te dejan llegar. Sirve para cualquier líder. Para Johnson, para Nadal. Para Sánchez.

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