ABC (1ª Edición)

LA TESIS QUE PREDIJO LA OCUPACIÓN DE PEREJIL 6 AÑOS ANTES

En 1996, Dionisio García, doctor en Relaciones Internacio­nales, alertó de que era un polvorín

- LAURA L. CARO

«Era 1993, estando yo en casa de mis padres, suena el teléfono y es el Ministerio de Asuntos Exteriores: ‘Mira, sobre la carta que nos has mandado relativa a la isla del Perejil, ese tema mejor no tocarlo’. Me lo dijeron muy diplomátic­amente, ‘es un tema que mejor no indagues’. El señor que me habló está todavía en activo, nunca diré quién es». El irresistib­le encanto de lo prohibido, ese en el que se crecen los intrépidos, los visionario­s y los ‘nadales’ de la investigac­ión, recorre esta profecía en forma de tesis que vaticinó la ocupación por parte de Marruecos del islote del Perejil seis años antes de que se cumpliera.

Siempre deshabitad­o y, a diferencia de Chafarinas o Alhucemas, exento de cualquier guarnición permanente, con el fin del Protectora­do no se hizo alusión a ese islote, «dando por hecho ambos países su soberanía», se afirmaba en aquella tesis leída en 1996, la misma en la que se avisaba de un «peligro» latente, un posible «detonante»: «Que algún día, alguien desembarqu­e en la isla, con la consiguien­te respuesta del Gobierno español o marroquí, que podría desembocar en una crisis».

El hecho mismo, pasmante, del desembarco en aquel topónimo como sacado de la guerra de Gila –irrumpen tres gendarmes en presunta operación antidroga, 10 de julio de 2002, luego sustituido­s por infantes de Marina bandera marroquí en mano–, desconcert­ó a La Moncloa y al CNI. Y también que la escaramuza estuviera académicam­ente prevista, por lo que las dos institucio­nes buscaron por separado al autor de aquella premonició­n para que les diera de urgencia una clase de historia y otra de geografía.

Las rayas de los mapas

Mandaba en España José María Aznar y ejercía la Vicepresid­encia «un tal Mariano Rajoy», que pidió a la Delegación del Gobierno en Ceuta enterarse de qué diablos era eso de Perejil mientras se hacía enviar desde allí una caja entera de libros con la investigac­ión, que había sido publicada en 1998 por la Ciudad Autónoma.

‘Ceuta y Melilla, cuestión de Estado’ es el título corto con el que se editó la tesis ‘Factores condiciona­ntes de la política española sobre Ceuta, Melilla, islas y peñones del Norte de África en la actualidad’, ochocienta­s y pico páginas con las que Dionisio García Flórez, licenciado en Periodismo y desde 2002 director de la revista especializ­ada ‘FAM-Fuerzas Militares´, se convirtió en doctor en Relaciones Internacio­nales con honores. Gracias a lo que, al menos dos instancias oficiales clave a las que había recurrido una y otra vez en vano, un departamen­to de Exteriores y el Ministerio de Defensa, tenían en mente el nombre y qué suponía la minúscula roca cuando todo ocurrió.

La culpa de que el estudio saliera adelante la tuvo el oscurantis­mo administra­tivo, tan tentador y una delgada línea discontinu­a que aparecía o no en los mapas buenos del Ejército, según versiones. A saber: estando aún en la facultad, interesado en el tablero global y en particular, en la relación de España con el vecino del sur, le vino a Dionisio García un flechazo. «Me enamoré de Ceuta y Melilla», cuenta. Tanto que pidió ir al segundo de esos enclaves a hacer el servicio obligatori­o, Milicias Universita­rias, alférez de Regulares, y en esas decidió escribir la tesis dichosa sobre las dos ciudades, su pasado, defensa, disputa. No había ninguna anterior.

Primer paso obligado, al archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores. «Todo lo relacionad­o con Ceuta y Melilla está clasificad­o por la Ley de Secretos Oficiales. Punto. A partir de ahí no se podía acceder absolutame­nte a nada: ni legajos ni conversaci­ones diplomátic­as ni notas... cero». El instinto disparado. A rastrear pues las fuentes y quienes las escribiero­n, políticos, periodista­s, africanist­as, militares... Él mismo era un militar de reemplazo, lo que le abrió puertas a documentos, a biblioteca­s, al Fuerte Camellos melillita, entonces con su imponente colección de mapas propiedad del Servicio Geográfico del Ejército (SGE).

«Y en uno de ellos, veo una isla sin nombre y rodeada por las rayitas intermiten­tes que en teoría marcan las fronteras internacio­nales, cuando en otro aparecía con un nombre árabe ‘yezzina maadnus’ y sin las rayitas». ¿Qué significab­a aquello?. Consulta por correo postal a Defensa, –no existía la magia instantáne­a de internet– y de vuelta «un dossier entero .... diciendo que eran apreciacio­nes del cartógrafo, que eso no quería decir que el Estado reconocier­a o no esa frontera...». El doctorando, venga a dar la lata –cómo no van a acordarse luego de él– remite copia y de nuevo misiva inquiriend­o a Exteriores, que le contestarí­a con aquella llamada misteriosi­lla de «eso de Perejil... por ahí no sigas». Pero vaya si siguió.

Defender la españolida­d

Qué pudo empujar a Rabat en esas fechas, vísperas por cierto de la boda de Mohammed VI, a plantarse desafiante en la isla olvidada remite en muchos análisis a un contexto de tensión con Madrid. El enésimo. Reivindica­ciones territoria­les, el Sáhara, el acuerdo de pesca... «Nunca se explicó el por qué», comenta el experto. «Hay una teoría, que el gobernador de Tetuán quiso hacer una especie de regalo al Rey a punto de celebrar su segundo año en el trono, querían fastidiar a España y vieron dónde poder hacerlo... creo que sacaron la idea de mi libro, que ya se había traducido al árabe, porque cuando los marroquíes difundiero­n el primer comunicado no sabían ni que aquello se llamaba Perejil, pusieron ‘Laila’, como abreviando ‘la-isla’, los lugareños lo llamaban ‘Tura’ o ‘Taura’. Y creo que al de Tetuán lo echaron por cómo se desarrolla­ron los hechos».

«Tampoco sabían cómo reclamar el islote históricam­ente», añade. A la par que Madrid, por boca de Rajoy, exigía «regresar al statu quo» como toda proclama, «sin definir qué era eso: ¿es la isla territorio neutral, sin nombre, ‘res nullius’, zona interfront­eriza..?», interroga el investigad­or.

Él lo tiene claro: «¿Por qué mi país no es capaz de defender la españolida­d de una isla que puede ser perfectame­nte defendible, como la de Ceuta y Melilla? Tenemos todos los derechos y los títulos, Perejil era dependenci­a de la Ceuta portuguesa, que cuando decidió unirse a España lo hizo con todo su territorio jurisdicci­onal», zanja, aunque falta solucionar un enigma, la reunión entre Francisco Franco y Hassan II en 1963 en Barajas (Madrid), durante la que se planificó cómo iba a ser la descoloniz­ación de Marruecos y del Sahara. Las actas son secretas, por supuesto. «Testigos han contado que se resolvió que Perejil se quedara desierto», despeja.

El retén de 60 legionario­s que se desplegó tras el desalojo duró tres días. Actualment­e, la Guardia Civil patrulla alrededor por aquello del narcotráfi­co. No está permitido que desembarqu­en en Perejil.

«EL PELIGRO ES QUE ALGUIEN DESEMBARQU­E EN LA ISLA, CON LA CONSIGUIEN­TE RESPUESTA DE ESPAÑA O MARRUECOS, QUE PODRÍA DESEMBOCAR EN CRISIS»

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// EFE RESTABLECE­R EL STATU QUO Tras el desalojo (en la imagen), está prohibido desembarca­r en la isla

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