«Putin dudó hasta el último minuto si debía invadir Ucrania»
► Mark Galeotti, gran experto en Rusia, disecciona en esta entrevista las aristas de la personalidad del jefe del Kremlin
Tres años después de triunfar con ‘Tenemos que hablar de Putin’, un ensayo sobre «por qué Occidente se equivoca con el presidente ruso», Mark Galeotti (Surrey, Reino Unido, 1965) regresa con ‘Una breve historia de Rusia’. Una interesante radiografía sobre «cómo entender a la nación más compleja del mundo».
—¿Quién es realmente Vladímir Putin?
—Los rusos han construido deliberadamente una enorme mitología en torno a Putin. Quiero desafiar algunos de esos mitos con mis libros, además del hecho de que es un hombre, francamente, bastante aburrido.
—¿Por qué le tacha de aburrido?
—No es un pensador profundo ni un hombre especialmente carismático. Tampoco parece tener una amplia gama de intereses. Simplemente tuvo mucha suerte en el momento adecuado y el conjunto de habilidades que la gente buscaba, cuando un grupo de hombres despiadados y cínicos estaban pensando.
—¿Está realmente loco o desequilibrado como mucha gente piensa?
—No. Es un hombre racional que, por desgracia, toma sus decisiones basándose en información muy inexacta. El problema es que Putin se engaña a sí mismo y además ha creado un sistema que lo perpetúa, en el que nadie puede decirle que no, nadie puede decirle que se equivoca.
—Hablando de decisiones: la invasión de Ucrania. ¿Dio alguna pista sobre el estallido de una guerra?
—Había dejado claro que no creía que Ucrania fuera un país de verdad y que formaba parte por derecho propio de la esfera de influencia rusa. Construyó un gigantesco cordón militar en la frontera ucraniana, pero incluso hasta el último minuto, Putin todavía no estaba seguro de si iba a invadir.
—¿Occidente lo subestimó?
—En cierto modo, sí, porque la invasión ha sido una enorme herida autoinfligida. Hizo que Ucrania entrara en crisis. Los líderes occidentales acudían en masa a Moscú para ver a Putin, que es lo que a él le gusta: ser el centro del universo. Incluso algunos gobiernos comenzaron a ejercer presión sobre Zelenski para que hiciera concesiones a los rusos. Si hubiera sido realmente inteligente y el gran jugador de ajedrez
Putin «No es un pensador profundo ni un hombre muy carismático. Pero nadie puede decirle que se equivoca»
geopolítico del que todos hablan, habría dejado las cosas como estaban. El gran error de Putin fue la invasión. —¿Qué espera Occidente de esta guerra? ¿La victoria ucraniana o que el régimen de Putin sufra la misma suerte que la URSS?
—Esta es una de las cosas que en Occidente estamos haciendo mal. Decimos que todo depende de los ucranianos. Sí, pero hasta cierto punto. Hay mucha división en cuanto a cuál es el verdadero objetivo. En realidad, se trata simplemente de hacer retroceder a los rusos, ya sea hasta donde estaban sus líneas antes de la invasión o fuera del Donbass. Eso es todo. Y estamos tan desesperados por tratar de mantener nuestra unidad, que no estamos teniendo este tipo de conversaciones tan esenciales.
—¿El colapso de la URSS ofrece un resumen de la trayectoria de Rusia en la actualidad?
—Hay dos grandes diferencias. Una son los objetivos. Gorbachov intentaba reformar un sistema casi imposible de cambiar y sus intentos de arreglarlo empeoraron las cosas. Para Putin, se trata de construir el sistema que él quiere. En segundo lugar, el sistema de Gorbachov estaba ya en decadencia y se aproximaba al colapso. El sistema anterior a febrero estaba funcionando bien. Había quejas, pero, ¿qué país no las tiene?
Futuro «No creo que debamos preocuparnos por alguna injerencia en un país de la OTAN»
—En sus libros, dice que Putin no quiere resucitar la Unión Soviética.
Entonces, ¿por qué apela a este sentimiento nostálgico?
—Putin emplea todo lo que funciona o que cree que funciona. Contempla la historia de Rusia como si de un bufé se tratara y escoge las partes que le gustan. Cuando quiere, se remonta a la época soviética por los logros en la Segunda Guerra Mundial, el Sputnik o el hombre en la Luna, pero no piensa en los gulags. Escoge las partes que le gustan y las une en una especie de monstruo Frankenstein de la nueva historia rusa.
—Si la guerra se prolonga, ¿Occidente terminará mirando hacia otro lado?
—No vamos a ver un despliegue de tropas, pero sí que van a producirse presiones para suavizar la posición europea y para negociar abiertamente con Rusia. Aunque no creo que haya ningún margen real para negociaciones positivas, a menos que alguna de las partes esté dispuesta a ceder.
—¿La relación de Rusia con el mundo volverá a la normalidad como pasó después de 2014?
—Mientras Putin esté en el Kremlin, no. Una cosa que debemos destacar es que hablamos de la relación con Occidente. El sur, en general, no está interesado en esta guerra, no quiere elegir un bando. Rusia seguirá conectada a países como China o India a pesar de todo. No estamos haciéndolo bien tratando de convencerles para que nos ayuden a presionar a Rusia.
—No se si cree que Putin vaya a ganar esta guerra. En caso negativo, ¿cree que lo va a intentar de nuevo?
—Va a llegar a un punto muerto. Los rusos probablemente van a empujar un poco más, pero eso es todo. Aunque para hacer eso, Moscú tendría que desmantelar por completo sus fuerzas militares del país y traer hombres de Oriente. Ya está gastando toda su alta tecnología y sus armas modernas. Después de Ucrania, todavía podría enfrentarse a un país pequeño como Georgia. Pero no debemos preocuparnos por alguna injerencia en un país de la OTAN o por un segundo intento en Ucrania.
—¿Cree que la invasión de Ucrania ha sido su último intento de abandonar el poder por la puerta grande?
—Es una posibilidad. Ha habido indicios durante años de que Putin está realmente cansado del trabajo. Pero en una situación como esta, en un país donde no hay un verdadero Estado de Derecho, es muy difícil renunciar al poder. Pensó que Ucrania iba a ser su prueba de coronación, su gran victoria tras la que podría retirarse, sintiendo que estaba bastante seguro debido a su estatus de héroe. Por supuesto, ahora que ha ido tan mal, no podrá retirarse voluntariamente porque la tentación para sus sucesores de utilizarlo como chivo expiatorio es demasiado grande.
—Por último, ¿por qué sigue siendo necesario hablar de Putin?
—Porque se ha entrometido en nuestras vidas y las moldea. Cuando escribí el libro, en 2018, había un Putin ligeramente diferente. Sigue siendo el mismo hombre, pero como tantos líderes autoritarios se está convirtiendo casi en una caricatura de sí mismo. Tenemos que entender el porqué de estos cambios. Esa es una de las razones por las que fuimos atrapados en febrero, porque no apreciamos del todo su cambio. Cuando hablamos de Putin, estamos hablando de Rusia. Y Rusia es, nos guste o no, un país europeo cultural, histórica y geográficamente. Es por eso que tenemos que seguir hablando de él.