Promover a ‘clones’ de Trump: un juego muy peligroso del partido demócrata
► Dedica millones a impulsar en primarias a candidatos que creen más fáciles de derrotar en las elecciones. Un error a menudo fatal
A comienzos de 2016, muchos en el partido demócrata se frotaban las manos con el ascenso de Donald Trump en las encuestas y sus victorias en el comienzo de la temporada de primarias republicanas. Hillary Clinton, pensaban, se comería en la elección a un candidato sin experiencia, indisciplinado y con un discurso polarizante y peligroso. La opinión de los estadounidenses en las urnas fue muy diferente.
No fue necesario entonces que nadie propulsara a Trump desde fuera del partido republicano (de eso se encargaron los medios, seducidos por el titular constante que proporcionaba el multimillonario neoyorquino). Pero en la satisfacción por el avance de Trump asomaba una cara poca conocida de la dinámica electoral en EE.UU.: los esfuerzos de los partidos –en esto ganan los demócratas– por impulsar en primarias a rivales extremistas que creen que serán más fáciles de derrotar en la elección general. Este año de elecciones legislativas –donde los demócratas se juegan sus mayorías exiguas en el Congreso, además de elecciones estatales importantes– hay ejemplos en varias carreras decisivas. La experiencia con Trump y el mal año que viven los demócratas deberían servir como advertencia: están jugando con fuego.
La explicación de que los demócratas usen esta estrategia es porque les ha funcionado en el pasado. Siempre se cita el caso de la senadora Claire McCaskill, que en 2012 se jugaba su escaño por Misuri, un estado sureño donde los demócratas cada vez tenían más difícil ganar cualquier elección. De manera discreta, su equipo dedicó parte del presupuesto publicitario a emitir anuncios sobre uno de los candidatos republicanos en las primarias para aquel puesto de senador, Todd Akin. Eran anuncios que despellejaban a Akin –un candidato extremista que, sobre el aborto, había asegurado que la «violación de verdad» pocas veces provoca un embarazo– pero que, al mismo tiempo, repetían lo que motiva a buena parte del electorado. La campaña de McCaskill conocía por estudios de opinión qué temas gustaban al votante republicano, y acusaban a Akin de estar detrás de ello. Era un ‘ataque’ que, en realidad, promocionaba al candidato y le hizo despuntar frente a rivales más moderados que hubieran sido más peligrosos para McCaskill en la elección general.
La trama funcionó: Akin ganó las primarias y perdió después en la elección general contra la senadora demócrata.
Contra pronóstico
Una década después, el guion está siendo utilizado por los demócratas de forma abierta. Ha ocurrido en la elección a gobernador en Pensilvania, donde se han gastado millones en anuncios contra Doug Mastriano, un aliado férreo de Trump, que se esforzó en dar la vuelta a la victoria de Biden en su estado en 2020 y que ha prometido prohibir el aborto en un estado donde demócratas y republicanos tienen peso bastante equilibrado. Con ello consiguieron elevar la figura de Mastriano, que al principio no contaba para nadie.
Algo parecido ha ocurrido en Illinois, pero con un añadido. No solo han promovido con anuncios a Darren Bailey, un candidato marginal a gobernador del estado, al que calificaban de «demasiado conservador para Illinois» (justo lo que el votante conservador quiere escuchar). También han ido contra el favorito, Richard Irvin, por ser «débil» con el crimen.
En Colorado siguieron la misma línea: promocionar a Ron Hanks, candidato republicano al Senado, que estuvo con la turba ‘trumpista’ en el asalto al Capitolio del 6 de enero del año pasado, y que mantiene un discurso agresivo sobre inmigración, acceso a armas o aborto. Algo similar ocurrió con Joe Gilbert en Nevada.
La táctica no funcionó con Hanks y Gilbert, que perdieron contra los favoritos. Pero sí con Mastraiano en Pensilvania y con Bailey en Illinois, que se impusieron en primarias contra el pronóstico inicial. Ahora disputarán la elección por ser gobernadores de sus estados a dos demócratas, Josh Shapiro y J.B. Pritzker.
Caja de Pandora
Estos últimos van como favoritos, pero algunos analistas ven esta estrategia, y en el momento actual, algo como abrir la caja de Pandora. «En un momento en el que los dos partidos necesitan tomar decisiones responsables, esta manipulación va contra ello», ha asegurado David Axelrod, comentarista político de la CNN y estratega jefe de las campañas electorales de Barack Obama, que ve la posibilidad de que el ardid acabe «terriblemente mal».
La razón es que 2022 no es un año cualquiera para los demócratas. Irán a las urnas en noviembre con el lastre de la inflación disparada que acorrala a las familias, liderados por un presidente hundido en las encuestas, en medio de una ola de crimen violento y con las detenciones en la frontera en números récord. Tener enfrente a un candidato extremista quizá no sea suficiente para contrarrestar todo eso y una derrota electoral puede tener consecuencias en todo el país: Mastriano y Bailey, que son activistas de la teoría del ‘robo’ electoral a Trump –del que no hay evidencias–, serán quienes supervisen las elecciones, incluidas las presidenciales, de 2024 en sus estados.