Una turba invade el palacio presidencial y quema la casa del primer ministro de Sri Lanka
► Las protestas en el país derriban al Gobierno a causa de la grave crisis económica
Después de meses de protestas desatadas por la peor crisis económica desde su independencia, la revolución de Sri Lanka asestó ayer su golpe definitivo al Gobierno. Mientras el presidente, Gotabaya Rajapaksa, se veía obligado a huir cuando la multitud asaltaba su palacio en Colombo, el primer ministro, Ranil Wickremesinghe –cuya vivienda fue quemada–, dimitió para dejar paso a un Gobierno de unidad con los partidos de la oposición. Enclavada en el Océano Índico, esta isla de 21 millones de habitantes vive desde la primavera uno de los peores momentos de su historia por una absoluta falta de divisas extranjeras que le impide abastecer de gasolina, alimentos y medicinas. A finales del mes pasado, el Gobierno debía a sus proveedores de combustible 700 millones de dólares y solo podía pagar 130 millones de dólares. Al borde de la bancarrota, las autoridades han racionado tanto la gasolina que cada día se forman colas de hasta diez horas para repostar, lo que ha provocado una escasez general de productos por los problemas del transporte y disparado la inflación un 54 por ciento. Sin medicinas ni personal, los hospitales han reducido sus operaciones y los colegios, que han pasado cerrados buena parte de los dos últimos años por el Covid, también han cortado las clases.
Aguantando estas penurias durante meses, la reciente decisión de usar la gasolina solo para los servicios esenciales, como los hospitales, el transporte de alimentos, la agricultura, puertos y aeropuertos, ha provocado la explosión final de los ceilandeses. A pesar de los racionamientos, cientos de miles de personas llegaron el viernes por la noche desde otras partes del país a la capital para el ‘golpe final’ al Gobierno. Ni el toque de queda ni los gases lacrimógenos disparados por la Policía consiguieron ayer frenar la revolución, que tomó el centro administrativo de la capital. Rebasando los cordones de seguridad en sus violentos enfrenamientos con los antidisturbios, que dejaron al menos una treintena de heridos, los manifestantes ocuparon el palacio presidencial, donde se bañaron en su piscina como la más clara prueba de su triunfo. Tanto el presidente Gotabaya Rajapaksa como su hermano Mahindra, que ocupó el poder entre 2005 y 2015, han pasado de ser los héroes que derrotaron a la guerrilla de los Tigres Tamiles a los villanos que han arruinado Sri Lanka por su mala gestión económica y los elevados préstamos pedidos a China.