ABC (1ª Edición)

Un otoño económico que va a parecer un invierno crudo

- MARÍA JESÚS PÉREZ

Mientras el Gobierno va liquidando organismos como el INE, expertos e institucio­nes nos alertan de un segundo semestre tremebundo. La «ricisión» ya está aquí, aunque los sindicatos manden a unos de vacaciones y otros «a hacer puñetas». Objetivo, salvar al soldado Sánchez, que prepara una agenda de viajes al otro lado del charco para quitarse de en medio y que corra el tiempo

LOS sindicatos se han puesto hedonistas y nos invitan a vivir un verano loco y a no hacer caso a la «ricisión» (sí, sí, no es una errata de servidora, escuchen el discurso del jefe de

UGT del pasado jueves, 7 de julio, no tiene desperdici­o, por cierto) y, en el mientras tanto, el Gobierno, por detrás, va liquidando los organismos que como el INE nos alertan de un segundo semestre tremebundo. La Moncloa –tanto como el resto ‘Casas Blancas’ europeas– sabe muy bien que

Rusia va a cerrar el grifo del gas de inmediato y que van a llover piedras con unos tipos –de interés, claro– cada vez más altos. Con todo, la mayor papeleta que el

Ejecutivo español tiene sobre la mesa es la revisión salarial de pensionist­as y funcionari­os, misión imposible sin romper lazos con Bruselas. Las ayudas del año que viene pues... ¿en peligro? Veremos, dependerá de si logran a más aprobar unos nuevos presupuest­os para 2023 que no sean una prórroga de los actuales sin más.

Otro tema es el pacto de rentas entre agentes sociales, también para después del verano, no solo porque no hay manera de llegar a un acuerdo, es que algunos están agotados... de no hacer nada. Bueno algo sí hacen, y de maravilla, manifestar­se contra los empresario­s, que son los que crean empleo... o no porque la cosa se pone complicada. Pero... todo esto deben de ser alucinacio­nes mías. Hay quien dice que no hay nada de esto, que lo del 10,2% de inflación, lo de muchas familias con problemas para llegar a final de mes porque el litro de la gasolina está por encima de los dos euros, la luz y el gas se pagan a precio de oro, y que la cesta de la compra se ha disparado sin visos de estabiliza­rse –amén de que la creación de empleo es menor de lo que tenía que ser en estas fechas estivales–, son hechos que pueden esperar a ser considerad­os como urgentes si eso en septiembre, ahora mejor «disfrutar del verano» que «el verano es nuestro, y nos lo hemos ganado», y los tremendist­as que ven que vamos a entrar en crisis ¡que «se vayan a hacer puñetas»! (Pepe Álvarez sic).

Pues nada, venga, nos vamos todos tranquilos –aunque me temo que más bien nos vamos a ir todos, sí, a hacer puñetas pero en su más amplio sentido literal de la frase–

señor Álvarez, que la recesión, o lo que nos depare la insensatez de los que tienen que ponerse de acuerdo para remediar los problemas del bolsillo del resto de la humanidad, puede esperar. Mientras, el que no espera es Pedro Sánchez. Va preparando una agenda internacio­nal intensa para el otoño también, para que lo que tenga que pasar le pille fuera de casa y presentars­e como líder itinerante. El caso es aparentar que hace cosas y que todo lo malo no es fruto de la ineficacia de sus medidas sino que es fruto de un mal global contra el que poco o nada se puede hacer.

Sánchez va a agarrarse al Falcon y a poner kilómetros por medio dejando que su vice más económica, Nadia Calviño, se coma un marrón macroeconó­mico mayúsculo y centre las críticas de la oposición. Pues... de momento ya se escucha por pasillos europeos que los halcones saben de muy buena tinta que habrá revisión de nuevo de las previsione­s de crecimient­o económico por parte de la autoridad monetaria española, que parece que pintará un escenario de riesgo con certeza de recesión para 2023,

y no solo para Europa –como ha reconocido ya el presidente Sánchez–, si no en España. Piano, piano.

Pero a él ‘plin’. De Estados

Unidos a Bruselas, La Moncloa ha trazado un eje viajero a Sánchez y un discurso basado en una misma idea: la imposible situación para las familias y empresas es el precio que hay que pagar por la libertad. Así de desahogado. El objetivo es aguantar hasta la primavera como sea y entonces doblar el Cabo de Hornos con las autonómica­s y municipale­s. ¿Y después? La tempestad. Es una acción de Gobierno partido a partido, para evitar un temido adelanto electoral que venga acompañado de una tensión social en las calles que les fuerce a hacer las maletas y salir corriendo al refugio de Hispanoamé­rica, donde las terminales propagandí­sticas ya están mulliendo sus colchones para aguantar una larga travesía por el desierto. De ahí, que la prima de riesgo española esté más o menos tan pichi, mientras la italiana está tensa, tensa. Las expectativ­as de resultados de los próximos comicios en ambos países tiene mucho que ver. En Italia, los inversores descuentan que habrá un nuevo Gobierno sin su presidente Mario Draghi en él –¡con lo bien que les había venido!–, y se esperan lo peor, mientras que España se quitará de encima a Sánchez ¡Dios mediante! Le coinciden fin de legislatur­a con el fin del mandato de Stoltenber­g como secretario

general de la OTAN –¡salvar al soldado Sánchez!–, un trabajo que le cuadra mucho más que hacer de ZP II, que segundas partes nunca fueron buenas...

Pendiente y sin fecha queda el caso Indra, a la espera de que tengan a bien encontrar a unas cuantas mujeres consejeras que pasen por independie­ntes y que acepten a Marc Murtra como

presidente ejecutivo. La CNMV sigue a lo suyo, con su plan de escucha como Yolanda Díaz, pero

PP y Vox preparan sendas demandas por prevaricac­ión contra su presidente, Rodrigo Buenaventu­ra, quien de momento ya tiene un escrito de la formación verde de

Santiago Abascal advirtiénd­ole de la que se le viene encima si no actúa en el caso de una posible concertaci­ón de accionista­s de la tecnológic­a . Todo muy cordial y alegre, como el verano que quiere la UGT –sin renunciar a la subvención que capta de nuestros impuestos– y la España que dibuja

Podemos. Todo muy feliz… a costa de los cuatro que todavía seguimos currando y pagando. ¿Otoño económico? Invierno crudo.

El ‘presi’ pondrá kilómetros por medio, Falcon mediante, y el marrón macro para Calviño

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