Un otoño económico que va a parecer un invierno crudo
Mientras el Gobierno va liquidando organismos como el INE, expertos e instituciones nos alertan de un segundo semestre tremebundo. La «ricisión» ya está aquí, aunque los sindicatos manden a unos de vacaciones y otros «a hacer puñetas». Objetivo, salvar al soldado Sánchez, que prepara una agenda de viajes al otro lado del charco para quitarse de en medio y que corra el tiempo
LOS sindicatos se han puesto hedonistas y nos invitan a vivir un verano loco y a no hacer caso a la «ricisión» (sí, sí, no es una errata de servidora, escuchen el discurso del jefe de
UGT del pasado jueves, 7 de julio, no tiene desperdicio, por cierto) y, en el mientras tanto, el Gobierno, por detrás, va liquidando los organismos que como el INE nos alertan de un segundo semestre tremebundo. La Moncloa –tanto como el resto ‘Casas Blancas’ europeas– sabe muy bien que
Rusia va a cerrar el grifo del gas de inmediato y que van a llover piedras con unos tipos –de interés, claro– cada vez más altos. Con todo, la mayor papeleta que el
Ejecutivo español tiene sobre la mesa es la revisión salarial de pensionistas y funcionarios, misión imposible sin romper lazos con Bruselas. Las ayudas del año que viene pues... ¿en peligro? Veremos, dependerá de si logran a más aprobar unos nuevos presupuestos para 2023 que no sean una prórroga de los actuales sin más.
Otro tema es el pacto de rentas entre agentes sociales, también para después del verano, no solo porque no hay manera de llegar a un acuerdo, es que algunos están agotados... de no hacer nada. Bueno algo sí hacen, y de maravilla, manifestarse contra los empresarios, que son los que crean empleo... o no porque la cosa se pone complicada. Pero... todo esto deben de ser alucinaciones mías. Hay quien dice que no hay nada de esto, que lo del 10,2% de inflación, lo de muchas familias con problemas para llegar a final de mes porque el litro de la gasolina está por encima de los dos euros, la luz y el gas se pagan a precio de oro, y que la cesta de la compra se ha disparado sin visos de estabilizarse –amén de que la creación de empleo es menor de lo que tenía que ser en estas fechas estivales–, son hechos que pueden esperar a ser considerados como urgentes si eso en septiembre, ahora mejor «disfrutar del verano» que «el verano es nuestro, y nos lo hemos ganado», y los tremendistas que ven que vamos a entrar en crisis ¡que «se vayan a hacer puñetas»! (Pepe Álvarez sic).
Pues nada, venga, nos vamos todos tranquilos –aunque me temo que más bien nos vamos a ir todos, sí, a hacer puñetas pero en su más amplio sentido literal de la frase–
señor Álvarez, que la recesión, o lo que nos depare la insensatez de los que tienen que ponerse de acuerdo para remediar los problemas del bolsillo del resto de la humanidad, puede esperar. Mientras, el que no espera es Pedro Sánchez. Va preparando una agenda internacional intensa para el otoño también, para que lo que tenga que pasar le pille fuera de casa y presentarse como líder itinerante. El caso es aparentar que hace cosas y que todo lo malo no es fruto de la ineficacia de sus medidas sino que es fruto de un mal global contra el que poco o nada se puede hacer.
Sánchez va a agarrarse al Falcon y a poner kilómetros por medio dejando que su vice más económica, Nadia Calviño, se coma un marrón macroeconómico mayúsculo y centre las críticas de la oposición. Pues... de momento ya se escucha por pasillos europeos que los halcones saben de muy buena tinta que habrá revisión de nuevo de las previsiones de crecimiento económico por parte de la autoridad monetaria española, que parece que pintará un escenario de riesgo con certeza de recesión para 2023,
y no solo para Europa –como ha reconocido ya el presidente Sánchez–, si no en España. Piano, piano.
Pero a él ‘plin’. De Estados
Unidos a Bruselas, La Moncloa ha trazado un eje viajero a Sánchez y un discurso basado en una misma idea: la imposible situación para las familias y empresas es el precio que hay que pagar por la libertad. Así de desahogado. El objetivo es aguantar hasta la primavera como sea y entonces doblar el Cabo de Hornos con las autonómicas y municipales. ¿Y después? La tempestad. Es una acción de Gobierno partido a partido, para evitar un temido adelanto electoral que venga acompañado de una tensión social en las calles que les fuerce a hacer las maletas y salir corriendo al refugio de Hispanoamérica, donde las terminales propagandísticas ya están mulliendo sus colchones para aguantar una larga travesía por el desierto. De ahí, que la prima de riesgo española esté más o menos tan pichi, mientras la italiana está tensa, tensa. Las expectativas de resultados de los próximos comicios en ambos países tiene mucho que ver. En Italia, los inversores descuentan que habrá un nuevo Gobierno sin su presidente Mario Draghi en él –¡con lo bien que les había venido!–, y se esperan lo peor, mientras que España se quitará de encima a Sánchez ¡Dios mediante! Le coinciden fin de legislatura con el fin del mandato de Stoltenberg como secretario
general de la OTAN –¡salvar al soldado Sánchez!–, un trabajo que le cuadra mucho más que hacer de ZP II, que segundas partes nunca fueron buenas...
Pendiente y sin fecha queda el caso Indra, a la espera de que tengan a bien encontrar a unas cuantas mujeres consejeras que pasen por independientes y que acepten a Marc Murtra como
presidente ejecutivo. La CNMV sigue a lo suyo, con su plan de escucha como Yolanda Díaz, pero
PP y Vox preparan sendas demandas por prevaricación contra su presidente, Rodrigo Buenaventura, quien de momento ya tiene un escrito de la formación verde de
Santiago Abascal advirtiéndole de la que se le viene encima si no actúa en el caso de una posible concertación de accionistas de la tecnológica . Todo muy cordial y alegre, como el verano que quiere la UGT –sin renunciar a la subvención que capta de nuestros impuestos– y la España que dibuja
Podemos. Todo muy feliz… a costa de los cuatro que todavía seguimos currando y pagando. ¿Otoño económico? Invierno crudo.
El ‘presi’ pondrá kilómetros por medio, Falcon mediante, y el marrón macro para Calviño