ABC (1ª Edición)

Cuando Federico García Lorca iba a misa

Hay un instinto innato de la belleza en el pueblo español y la alta idea de la presencia de Dios en el templo

- JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

En compañía de Fernando de los Ríos, Federico García Lorca llegó a Nueva York a finales de junio de 1929. En la carta que escribió a sus padres y hermanos el 14 de julio de 1929 les hablaba de sus clases de inglés en la universida­d de Columbia, pero también de una inquietud y desazón que sentía y que se expresaba en la búsqueda de la belleza de la religión.

Después de confesar que había asistido a oficios litúrgicos de diversas religiones, constató que el catolicism­o de allí era distinto. «Está minado –escribe– por el protestant­ismo y tiene esa misma frialdad. Esta mañana fui a ver una misa católica dicha por un inglés. Y ahora veo lo prodigioso que es cualquier cura andaluz diciéndola. Hay un instinto innato de la belleza en el pueblo español y una alta idea de la presencia de Dios en el templo. Ahora comprendo el espectácul­o fervoroso, único en el mundo que es una misa en España. La lentitud, la grandeza, el adorno del altar, la cordialida­d en la adoración del Sacramento, el culto a la Virgen, son en España de una absoluta personalid­ad y de una enorme poesía y belleza».

Y añadió un poco más adelante: «Lo que el catolicism­o de los Estados Unidos no tiene es solemnidad, es decir, calor humano. La solemnidad en lo religioso es "cordialida­d", porque es una prueba viva, prueba para los sentidos, de la inmediata presencia de Dios. Es como decir: Dios está con nosotros, démosle culto y adoración. Pero es una gran equivocaci­ón suprimir el ceremonial. Es la gran cosa de España. Son las formas exquisitas, la hidalguía con Dios».

Hace pocos días el Papa Francisco hizo pública la Carta Apostólica «Desiderio, desideravi» sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios. Si hay un termómetro sobre cómo se vive la fe, es la liturgia. Si hay una indicador de la vitalidad del testimonio cristiano, es la liturgia. Si hay una expresión del aprecio a la belleza, es la liturgia. Sin liturgia no hay vida, y sin vida no hay adecuada liturgia. Por favor, menos vedetismo en las misas y más trascenden­cia.

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