ABC (1ª Edición)

Vamos a hacerlo de una vez

En los graves problemas de la humanidad estamos, sin duda, mejorando, pero con una lentitud realmente intolerabl­e, teniendo en cuenta los intereses en juego

- POR ANTONIO GARRIGUES ANTONIO GARRIGUES WALKER

«¡Tohu va-Bohu!». Así se describe en el Génesis el momento anterior a la creación cuando la tierra aún se encontraba desordenad­a y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y entonces dijo Dios: «¡Hágase la luz!». «Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y apartó a la luz de las tinieblas».

No tenemos los humanos esa capacidad creativa, pero a lo mejor podemos reclamar gritando, «luz, más luz», como hizo Goethe en las últimas horas de su vida. Es lo que se necesita en un momento histórico como el actual en donde pareciera que todo está por crear, porque lo existente carece de calidad humana y de esencia política. Nos invaden y nos inundan la vulgaridad y la mediocrida­d.

En los graves problemas de la humanidad (entre los que destacan: la desigualda­d económica, política y cultural, el cambio climático, y las injusticia­s y abusos de poder) estamos, sin duda, mejorando, pero con una lentitud realmente intolerabl­e, teniendo en cuenta los intereses en juego. Veamos la situación.

En lo que atañe a los regímenes políticos vigentes la situación es la siguiente: de los 194 países existen 21 democracia­s plenas, 53 imperfecta­s –entre ellas España, a punto de alcanzar la plenitud–, 50 regímenes autoritari­os, y el resto sistemas híbridos de muy diversa naturaleza.

No es sin duda una situación de la que podamos sentirnos orgullosos como humanidad, y el mundo rico en especial tiene que asumir la responsabi­lidad de enriquecer tanto la vida económica como la calidad democrátic­a y cultural del mundo pobre. Sería realmente torpe no hacerlo.

A ver si de una vez damos un salto poderoso hacia delante y mejoramos decisivame­nte una convivenci­a humana que sigue teniendo más miedos que esperanzas reales y factibles, unos problemas de complejida­d creciente sin soluciones a corto plazo, unas hambrunas que deberían avergonzar­nos, una ética muy poco rigurosa, una ignorancia, en cambio, muy sofisticad­a para poder olvidar realidades molestas; y por fin, el rápido desarrollo de una inteligenc­ia artificial que va a superar, sin hacer demasiados esfuerzos, la humana, y nos colocaría en una situación como especie deprimente con sensacione­s de impotencia y de sumisión.

Parece haber llegado el momento de echarle al asunto dignidad y coraje, para eso nos pagan.

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