Vamos a hacerlo de una vez
En los graves problemas de la humanidad estamos, sin duda, mejorando, pero con una lentitud realmente intolerable, teniendo en cuenta los intereses en juego
«¡Tohu va-Bohu!». Así se describe en el Génesis el momento anterior a la creación cuando la tierra aún se encontraba desordenada y vacía y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y entonces dijo Dios: «¡Hágase la luz!». «Y hubo luz. Y vio Dios que la luz era buena, y apartó a la luz de las tinieblas».
No tenemos los humanos esa capacidad creativa, pero a lo mejor podemos reclamar gritando, «luz, más luz», como hizo Goethe en las últimas horas de su vida. Es lo que se necesita en un momento histórico como el actual en donde pareciera que todo está por crear, porque lo existente carece de calidad humana y de esencia política. Nos invaden y nos inundan la vulgaridad y la mediocridad.
En los graves problemas de la humanidad (entre los que destacan: la desigualdad económica, política y cultural, el cambio climático, y las injusticias y abusos de poder) estamos, sin duda, mejorando, pero con una lentitud realmente intolerable, teniendo en cuenta los intereses en juego. Veamos la situación.
En lo que atañe a los regímenes políticos vigentes la situación es la siguiente: de los 194 países existen 21 democracias plenas, 53 imperfectas –entre ellas España, a punto de alcanzar la plenitud–, 50 regímenes autoritarios, y el resto sistemas híbridos de muy diversa naturaleza.
No es sin duda una situación de la que podamos sentirnos orgullosos como humanidad, y el mundo rico en especial tiene que asumir la responsabilidad de enriquecer tanto la vida económica como la calidad democrática y cultural del mundo pobre. Sería realmente torpe no hacerlo.
A ver si de una vez damos un salto poderoso hacia delante y mejoramos decisivamente una convivencia humana que sigue teniendo más miedos que esperanzas reales y factibles, unos problemas de complejidad creciente sin soluciones a corto plazo, unas hambrunas que deberían avergonzarnos, una ética muy poco rigurosa, una ignorancia, en cambio, muy sofisticada para poder olvidar realidades molestas; y por fin, el rápido desarrollo de una inteligencia artificial que va a superar, sin hacer demasiados esfuerzos, la humana, y nos colocaría en una situación como especie deprimente con sensaciones de impotencia y de sumisión.
Parece haber llegado el momento de echarle al asunto dignidad y coraje, para eso nos pagan.