Ganarse el verano
El verano es el lujo de la vida, y entre el coronavirus y la inflación, íbamos a quedarnos sin esa juerga
Ppe Álvarez, que es jefe sindicalista, ha decretado el verano, porque nos lo «hemos ganao», según grita, con lo que ya las vacaciones no las inaugura un biquini de famosa sino la ugeté. No sé yo si todo peatón se ha ganado el verano, pero sí creo que hoy el español, así a bulto, va a cumplir cuatro baños en Benidorm, porque necesita darse dos chapuzones de resuelto albedrío, que es como decir un par de duchas de olvido. Hemos visto en el verano un modo de olvidar los dos o tres años de crudeza última, pero también un recurso de olvidarnos también del no menos crudo año que se nos viene encima. Porque el año empieza en septiembre, cuando se cierra el chiringo de costa, y no nos va a pillar septiembre en julio, o en agosto, arruinándonos la paella con consorte, la tumbona con turnos, la sangría con chistes, la heladería con barahúnda, y tantas otras delicias de guiris que son nuestro gran patrimonio nacional a 35 grados a la sombra.
El verano nos lo «hemos ganao», como dice Pepe, pero no porque vayan a robarnos, quizás, el otoño, sino porque ya hemos perdido varios otoños y varios inviernos y hasta varios veranos. El verano es el lujo de la vida, y entre el coronavirus y la inflación, íbamos a quedarnos sin esa juerga al sol, y de eso nada. La crisis que pasa va a ser la crisis que no pasa, y esto lo tiene muy pensado todo vecino, con lo que se va mañana mismo a no pensar bajo una sombrilla. Algún poeta escribió algún día que no se puede ser infeliz bajo una palmera, y este es el lema que va a seguir urgentemente el gentío, que no lee, pero se entera.
Otro poeta arriesgó que la vejez trae el presente, y esto también se acredita ahora, porque el afán de gastar en un día la vida es el diagnóstico de que el pasado reciente no resultó joven, y también de que el provenir inmediato tampoco pretende serlo. De modo que el verano es un regalo de juventud, un edén del capricho, un recreo de nada. Lo de siempre, pero más. Como nunca nos hemos ganado la siesta de mosquitera y el colocón de aftersún.