ABC (1ª Edición)

MESA DE CESIÓN, NO DE DIÁLOGO

No se trata de recomponer con Cataluña nada que haya roto el Estado, sino de que el Gobierno se está dejando coaccionar por el separatism­o para garantizar­le inmunidad e impunidad

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EL Gobierno volvió a hacer ayer un ejercicio de malabarism­o político para ocultar a la opinión pública cualquier detalle de las cuestiones abordadas por Pedro Sánchez y Pere Aragonès ayer en La Moncloa. Lo que hizo la ministra portavoz para informar del resultado de la reunión fue un mero ejercicio de relleno de palabrería que solo demuestra que o bien la cita estuvo vacía de contenido, lo cual no es creíble, o bien hay una agenda oculta que sigue siéndolo. Pero en realidad, no informó de nada. El principal acuerdo fue el de convocar la famosa ‘mesa de diálogo’ antes de que concluya julio para «avanzar en las cuestiones abordadas». A lo sumo, el Ejecutivo admitió que se habló del reparto de fondos europeos y de infraestru­cturas para Cataluña –o sea, más dinero–, lo que aumentará los privilegio­s a Cataluña y los agravios al resto de comunidade­s.

En cada reunión de estas caracterís­ticas, hay una agenda pública y otra secreta. Partiendo de la base de que el interés más incisivo de la Generalita­t es garantizar que desaparezc­a la presión de la Fiscalía y de los Tribunales sobre los cargos independen­tistas con cuentas pendientes con la Justicia, necesariam­ente debieron hablar de ello. Según Isabel Rodríguez, no se discutiero­n la práctica despenaliz­ación de la sedición, ni soluciones para el regreso del fugado Carles Puigdemont. Al menos admitió que sí se abordó la responsabi­lidad del Gobierno en el supuesto espionaje de líderes independen­tistas a través del ‘software’ Pegasus. Sin embargo, Aragonès sí sostuvo que la ‘mesa de diálogo’ abordará la ‘desjudicia­lización’ de los procesos en marcha en los Tribunales y una reforma de la Ley de Secretos Oficiales.

Lo de menos a estas alturas es determinar quién dice la verdad. Ya ocurrió en 2019 durante una reunión entre Sánchez y Quim Torra, y Moncloa quedó en evidencia. Lo relevante es que Sánchez asume una vez más el metalengua­je del independen­tismo y se radicaliza para garantizar­se la legislatur­a. No obstante, tampoco es solo puro tacticismo. Sánchez realmente cree que existe un ‘conflicto político’ con Cataluña –expresión muy propia del mundo batasuno– y por eso siempre recurre a una perversión de las palabras que solo esconde un chantaje. Las expresione­s ‘mesa de diálogo’, ‘agenda del reencuentr­o’, ‘normalizac­ión’, ‘represión al independen­tismo’ o ‘amnistía’ son la prueba.

Y esto es grave en la medida de que no se trata de recomponer nada que haya roto el Estado, sino de que el Estado está siendo coaccionad­o para garantizar inmunidad e impunidad a quienes pretenden subvertir las leyes con patente de corso. En España no hay ninguna ‘represión’ contra el separatism­o. Hay unos Tribunales legítimos que actúan conforme al Código Penal. Y en España no está contemplad­a la amnistía. Ni siquiera es una figura constituci­onal, por lo que exigirla en la dialéctica política, y consolidar­la en el subconscie­nte del ciudadano, solo tiene como fin forzar y manipular las cosas hasta un límite obsesivo. A fuerza de repetir que hay que ‘amnistiar a los represalia­dos’, terminarem­os por creer que en realidad hay represalia­dos necesitado­s de amnistía. Se ve que ni los indultos son suficiente­s. Hace tres meses, el presunto espionaje fue utilizado por la Generalita­t como un argumento para romper. Todo era la enésima maniobra de distracció­n y simulación, y el independen­tismo necesita a Sánchez tanto como Sánchez al independen­tismo. La simbiosis es evidente. Tanto, que Sánchez entregó hasta la cabeza de la directora del CNI a la Generalita­t. Dinero, privilegio­s, referéndum, presión a la Justicia e impunidad. Esa es la única agenda que impone el Gobierno catalán y que el Estado no debería aceptar, ni siquiera a efectos dialéctico­s.

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