ABC (1ª Edición)

El vértigo de existir

Vivimos como si fuéramos eternos, como si el tiempo fuera ilimitado, pero lo cierto es que la incertidum­bre gobierna nuestras vidas

- PEDRO GARCÍA CUARTANGO

NO miré el reloj. Creo que eran las seis y media de la tarde. Iba en mi coche por la carretera de Madrid a Burgos. El calor era infernal. Sentí como si metiera la cabeza en un horno al pararme para echar gasolina. Iba con el limitador de velocidad a 120 kilómetros por hora cuando adelanté a un camión en una larga recta, a la altura de Boceguilla­s.

Cuando estaba a punto de sobrepasar­lo, un Toyota gris que yo no había visto al estar oculto por el camión cambió bruscament­e de carril. Literalmen­te se abalanzó sobre mi vehículo. Viré el volante hasta rozar la valla de separación de los carriles en dirección contraria y logre evitar que me embistiera por unos pocos centímetro­s. Todo duró unas décimas de segundo. Vi por el retrovisor que el que conducía era un hombre de mediana edad, de unos 50 años.

Seguí hasta una gasolinera cercana y me detuve para comprar una botella de agua fría. El golpe del líquido en el gaznate me hizo sentir que estaba vivo. De milagro. Por intervenci­ón de Dios, del azar o del destino. Es imposible saberlo.

Lo que estoy relatando no es una experienci­a excepciona­l. Sucede todos los días en las carreteras, donde decenas personas pierden la vida todas las semanas. Pero yo tuve la suerte de poder contarlo y no sufrir ni el más mínimo daño.

Me pregunto horas después del percance cuál es la diferencia entre la vida y la muerte, dónde se halla la frontera entre poder escribir este artículo y estar en la tumba. No tengo ninguna respuesta.

De lo que soy muy consciente hoy es de la fragilidad de la existencia y de la inutilidad de hacer planes. En tan sólo un par de meses, he visto como Juan Pablo Colmenarej­o y Domingo Villar se despedían de este mundo. Los dos eran mucho más jóvenes que yo y se fueron de repente. Nadie podía pensar que eso podía suceder. Al menos, no ahora. Siempre me he preguntado si las personas antes de morir tienen algún presentimi­ento o reciben algún aviso de que el final se acerca. Ahora sé que no. Domingo había estado en Balaídos para ver jugar al Celta y había cenado con su familia. Horas después, le dio un infarto cerebral. Había hecho planes para el verano y estaba corrigiend­o una obra de teatro. No tenía ni idea de que la Parca le aguardaba a la vuelta de la esquina.

Todo esto son tópicos y reflexione­s manidas. Pero no por ello dejan de ser verdades incontesta­bles. Vivimos como si fuéramos eternos, como si el tiempo fuera ilimitado, pero lo cierto es que la incertidum­bre gobierna nuestras vidas. El futuro es imprevisib­le y el presente es ya pasado cuando lo queremos atrapar.

El incidente de la carretera me ha dejado una sensación de amargura y pesimismo. La muerte ha estado demasiado cerca como para ignorarla. Rilke escribió unos versos en los que dice: «¿Quién habla ya de victorias? Sobreponer­se es todo». Yo he sobrevivid­o.

 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain