ABC (1ª Edición)

La última batalla de Draghi

El exbanquero es el principal dique de contención contra el populismo

- JOSÉ M. DE AREILZA

En enero el banquero italiano más conocido del mundo eligió seguir siendo primer ministro en vez de postularse como presidente de la República. Lo hizo consciente de que quedaba solo un año antes de que se celebraran unas elecciones a las que no se presentarí­a. Seguir al frente de un alambicado Gobierno de mayoría nacional fue un gesto de responsabi­lidad, un sacrificio necesario en una Italia que tras la pandemia afronta una crisis económica y energética derivada de la invasión de Ucrania. Ahora la formación Cinco Estrellas empieza a retirarle su apoyo, con el fin de distanciar­se de la moderación y cabalgar una nueva ola de desafecció­n ciudadana. Tanto este movimiento como la Liga tienen vínculos estrechos con Rusia. Con el regreso de la inflación, el crecimient­o estancado y la energía disparada, los partidos antieurope­os entienden que es el momento de pasar la factura por la contundenc­ia de Mario Draghi a la hora de frenar el revanchism­o de Vladímir Putin. Super Mario ha dimitido sin inmutarse, aunque posiblemen­te le hubiera gustado parafrasea­r la despedida de Estanislao Figueras, presidente de la primera república española, «estoy hasta los… de todos nosotros».

Pero en la política italiana nada es lo que parece. Sergio Mattarella, presidente de la República, no ha aceptado la renuncia y ha obligado a Draghi a ganar tiempo, planteando un voto de confianza la semana que viene. El desenlace del enésimo episodio de inestabili­dad italiana no es un giro dramático más en un guion previsible. Esta vez nos afecta a todos. Draghi es el adulto en la habitación entre los líderes europeos, una vez que Angela Merkel se ha jubilado y ha quedado expuesto su error estratégic­o al dar por descontada la seguridad del suministro energético. El italiano sirve de dique de contención frente al liderazgo tosco y emocional de los hombres fuertes en boga, aunque tras su actuación al frente del BCE durante la crisis del euro su figura también tiene algo de salvífica. Todos podemos perder en este envite populista contra la política seria.

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