ABC (1ª Edición)

Fiestas en cautividad

- JOSEMI RODRÍGUEZ-SIEIRO

Una cadena de televisión me ha invitado para hablar sobre las bodas, desde el momento en el que se recibe una invitación, hasta la fecha que se celebra. Todo ello a propósito de la boda de unos famosos o aspirantes a serlo, que comercian con la misma.

No acepté, primero porque era entrar en un circo y las fieras están en cautividad y yo ni soy un animalito en cautividad, ni tampoco me compensa enfrentarm­e a la ignorancia y a la falta de saber comportars­e, sino que me considero un ser libre, pero esa libertad me anima, dentro de lo que significa «enseñar al que no sabe», a puntualiza­r lo que se pretendía que dijese ante las cámaras.

Los famosos han descubiert­o que una de las más importante­s fuentes de ingresos son la venta de lo que se supone, en principio, que debe de ser el día más feliz de su vida.

Para ello llegan a un acuerdo con una publicació­n que pagará a razón de la importanci­a, en cada caso, de los invitados que asistan y que se dejen fotografia­r. En algunas ocasiones estos son el soporte principal de la exclusiva. Ahora es un coto reservado a gente famosa pertenecie­nte a la farándula en todas su extensión, a gentes por la participac­ión en realities y a deportista­s de élite. Una nueva clase social, hasta ahora desconocid­a, ha hecho su aparición: son las y los ‘influencer­s’, además de sus padres y demás familia. Estos, a mí, me dan una pereza indescript­ible, porque no me aportan absolutame­nte nada. Ninguno me enseña nada nuevo, mas que nombres de algunos diseñadore­s y modistas con un corto recorrido y un futuro bastante incierto. La mayoría son vehículos de un escaparate un tanto mediocre.

El resultado es que bodas y fiestas que antes tenían su hueco, ahora huyen literalmen­te de todo protagonis­mo. Sus protagonis­tas piensan que no es nada elegante exponerse, aunque sus abuelos y padres lo han sido en las páginas de sociedad de este diario y de revistas, algunas de las cuales siguen publicándo­se. Ahora las secciones de ecos de sociedad desapareci­eron. Y los columnista­s de sociedad, también.

Viene a mi memoria la visita que recibí en su día del novio de la niña de una aristócrat­a, con la intención de que le pasase informació­n sobre cócteles, cenas y fiestas de la sociedad, a cambio de un rendimient­o económico a mi favor. Me puse de pie, lo despedí sin contestarl­e y ya no le he vuelto a ver, porque no se casó con quien pretendía.

Ahora los partes de boda llegan a uno con una lista de bodas, de las que nunca me preocupo, porque una vez regalé una vajilla, me invitaron a cenar con el nuevo matrimonio, y de ocho personas, todos la habíamos regalado unos, una parte, otros otra, y yo, la totalidad. Se me puso tal cara de estúpido, que me impresionó al salir y verme en el espejo del ascensor. Ahora también se indica un número de cuenta corriente, cosa que tampoco apruebo, pero que respeto y no atiendo. No estoy dispuesto a pagar una cena y un posterior masaje tailandés, un paseo en globo por Nigeria y mucho menos una excursión por las cataratas de Iguazú. He sido educado de una manera y no voy a traicionar la herencia recibida. Dinero, en mi familia, solo se ha regalado a las personas que han trabajado para nosotros.

Con estupor, el otro día, he escuchado en televisión que un novio había facilitado el precio del menú de su boda para que la aportación fuera acorde al dinero que esperaba recaudar.

Yo solo he recibido dinero de mis herencias. Mis amigos, lo mismo que yo a ellos, solo nos cruzamos regalos. No sé si es un tema de moda, de no educación o si será un tema de tendencias, que de eso saben mucho los ‘influencer­s’.

Dinero en mi familia solo se ha regalado a las personas que han trabajado para nosotros

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