«La derecha no sabe explicar el horror que fue la República»
—La Transición fue impresionante.
—Más que impresionante fue una operación política delicada.
—Salió bien.
—Algunas cosas, sí. Pero se generaron algunos de los problemas que hoy tenemos.
—El Estado autonómico.
—Fue el grave error que tuvimos que asumir para favorecer el Pacto Constitucional.
—Fue una apuesta integradora.
—Con el Estado autonómico quisimos integrar a los nacionalismos en el marco de la Constitución y obviamente no lo hemos conseguido.
—Se siente fracasado.
—Hombre, más que fracasado me siento estafado.
—¿Cómo se corrige?
—Con enorme dificultad.
—¿Hay un camino?
—Sí, y te sonará. Es recorrer, pero al revés, el mismo camino de Pujol, que durante muchos años se dedicó a la construcción nacional de Cataluña.
—Suprimir el Estado autonómico.
—No es viable, pero sí embridarlo.
—¿Cómo?
—De momento sin conceder una transferencia más. Y aplicar la Ley, y el que la incumpla, que pague las consecuencias. Que una autoridad del Estado vigile las violaciones de la Ley en el País Vasco y Cataluña. Que el Estado recupere su presencia normal en ambas comunidades.
—Iba usted a decir Galicia.
—La Galicia de nuestro querido Feijóo, que de alguna manera está a la grupa de Cataluña y País Vasco, aunque sin tanta virulencia.
—¿No es un poco exagerado?
—Lo digo por el enorme impulso que ha dado al gallego en detrimento del español. Es un proceso que empezó con Fraga.
—¿Fraga fue independentista?
—No. Pero sin embargo arrastró el complejo de inferioridad que afecta a toda la derecha desde entonces frente a socialistas y nacionalistas, y que ha hecho retroceder a la derecha en sus convicciones y valores. Ese retroceso ya empezó en el 77 y se está culminando estos días.
—¿En qué consiste?
—Cuando yo era ministro de Relaciones con las Cortes con UCD, fue Alfonso Guerra quien empezó a llamarnos franquistas.
—La Transición fue reconciliación.
—Lo fue, y si todo el mundo respeta de nuevo ese pacto, del que nos podemos sentir muy orgullosos, no hay nada más que hablar. Pero lo que no puede ser es que el PSOE se presente como el campeón de la libertad acusando permanentemente a la derecha de franquista.
—Lo hacen.
—Zapatero fue el primero que rompió el pacto de la Transición y ahora Pedro Sánchez lo está triturando. Y frente a este atropello, la derecha no ha sido capaz de exhibir los argumentos necesarios para poner en claro el horror que fue la República y la Guerra Civil.
—Si vamos por ahí nos enredamos.
—El país tiene que visualizar que hay una opción alternativa potente que va a poner las cosas en su sitio.
—El PP mira con recelo a Vox.
—PP y Vox tienen la obligación de entenderse inteligentemente en los tres asuntos fundamentales que afectan actualmente al país. El primero es la resolución de una crisis económica no enteramente nuestra, pero en la que tenemos que emplearnos a fondo. El segundo asunto es nuestro y sólo nuestro, y es afrontar el asalto de los separatistas a la unidad nacional. Y el tercero es la gravísima crisis moral que asola a todo el Occidente y que vivimos gravísimamente en nuestro país. Sin los cimientos sólidos de una sociedad basada en valores, nuestro mundo libre se desmorona.
—Usted fue fundador de Vox.
—Junto a Alejo Vidal-Quadras.
—¿Por qué se les ocurrió?
—Porque Rajoy se centró únicamente en resolver la crisis económica abandonando otros muchos problemas que padecía entonces España. Ojalá que con Feijóo no tengamos la segunda parte del mandato de Rajoy.
—Si se marchó de Vox, ¿está todavía de acuerdo con el partido?
—Yo me fui para no estorbar a los jóvenes emergentes. Pero soy plenamente solidario con Vox y su actual líder. Pienso que las dos únicas personas que desde la recuperación de la democracia han creado un partido político con visos de permanencia han sido Manuel Fraga y Santi Abascal, y yo a esto le concedo un mérito enorme.