ABC (1ª Edición)

Sin gobierno, mejor

- JOSÉ MARÍA CARRASCAL

«Y a vuelven los italianos a su juego favorito» se oye en los círculos diplomátic­os. Que no es conjugar la tragedia y la comedia como nadie o empezar una guerra con quien parece que va a ganarla y terminarla con quien la gana de verdad, sino cambiar de gobierno a mayor velocidad que ningún otro país desarrolla­do y bastantes sin desarrolla­r. Esta vez ha sorprendid­o al creerse que Mario Draghi, expresiden­te del Banco Central Europeo, donde impuso orden y racionalid­ad, iba a imponer ambas en su país. Pero resulta que ha corrido la suerte de tantos de sus antecesore­s, lo que unido a la salida de Johnson del liderazgo ‘tory’ y a la guerra de Ucrania, crea preocupaci­ones. Claro que Draghi no sería italiano de haber planteado la crisis como lo hizo. Es verdad que presentó la dimisión. Pero el presidente Martarella la rechazó y sigue en el cargo hasta que ambas Cámaras lo confirmen, lo que abre la posibilida­d de acuerdo.

El secreto de esas crisis me lo reveló un colega italiano en el Berlín del Muro con esa condescend­encia que se gastan con nosotros, a quienes consideran buenas personas, pero retrasadil­los (Andreotti fue mucho más pulido al decir que nos falta fineza): «Italia no es España –me dijo–, donde hay reyes desde hace un montón de siglos. Nosotros no lo tuvimos hasta 1870. Desde la invasión bárbara, Italia fue escenario de luchas entre franceses, españoles, suizos incluso, con una serie de ciudades-repúblicas, recuerda que Otelo, el almirante de Venecia, era moro, y Roma como Estado Vaticano, hasta que Garibaldi instauró a Victor Manuel. ¿Qué significa esto? Pues que el italiano se ha acostumbra­do a vivir sin poder central. Tenemos algunas grandes empresas, pero el país vive de la pequeña, de la familiar, de la ‘cosa nostra’. Del gobierno, lejano, sólo vienen malas noticias. Estar sin él representa que no van a subir los impuestos ni aumentar los controles y más papeleo, cuando las cosas pueden resolverse hablando con la persona adecuada. O que el gobierno es la verdadera crisis. En sus pausas, se resuelven los problemas. Te costará admitirlo, los españoles lo esperáis todo del gobierno. Pero a nosotros nos ha ido bien y no creo que la cosa cambie. ¡Ay si tuviéramos un país como España y no una cordillera que da una patada a una isla!» Mi colega, siciliano, se declaraba súbdito de la Corona de Aragón, pero no lo parecía.

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