ABC (1ª Edición)

¿Y del reformismo qué?

La marcha de la política de Garicano pone de relieve que el ciclo de la ilusión reformista en España se acabó

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

LUIS Garicano anunció ayer que deja la política y vuelve a la Academia. Han pasado siete años desde que en febrero de 2015 Albert Rivera lo fichó como ‘cerebro económico’ de Ciudadanos y este economista, que le explicó la crisis ‘subprime’ a la Reina Isabel II, aceptó entrar en política. Entonces Garicano ya llevaba muchos años intervinie­ndo en el debate público, principalm­ente desde Fedea y el blog Nada es Gratis. Lo recuerdo perfectame­nte defendiend­o el contrato único junto a otros 99 economista­s cuando el mercado laboral español se convirtió en una verdadera picadora de carne humana.

Garicano fue de los pocos que chocó con Rivera cuando este se endiosó en 2018 y quiso zamparse al PP. Siempre le concedió un gran valor al pacto que el negoció con el PSOE en 2016 y creía que en mayo de 2019 seguía siendo válido.

En Bruselas, hizo aportacion­es relevantes. En marzo de 2020, nada más estallar la pandemia, estaba especialme­nte enfocado y sus ideas fueron muy importante­s para sacar adelante los fondos NextGenera­tion y, particular­mente, para llegar a la fórmula que permitió endeudar a la Comisión y no a los miembros. La segunda gran tarea que asumió –ayudar a Ucrania y reducir la dependenci­a energética europea de Putin– ha quedado inconclusa.

He aprendido mucho con Garicano y no puedo negar la complicida­d y la admiración intelectua­l que siento hacia él, pero era evidente que con un Ciudadanos menguante, su futuro político no podía ser muy diferente del que han tenido, por distintas razones, otras personas como Toni Roldán, Beatriz Becerra o Teresa Giménez Barbat.

Lo que realmente importa de la marcha de Garicano es que marca el fin de un ciclo reformista que entusiasmó a muchos españoles que creyeron que la crisis financiera era una oportunida­d de mejorar el país a través de sus institucio­nes, superando nuestros atavismos. Hace ya muchos años que el reformismo está muerto. Lo anestesió Rajoy que, tras calmar a la prima de riesgo, se dedicó a contrarref­ormar y terminó entregando su propia reforma de la pensiones en el altar del PNV, justo una semana antes de ser traicionad­o. El Sánchez de la moción de censura se dedicó a enaltecer su ego presidenci­al y el del gobierno de coalición ha tenido que atender demasiado a la coyuntura como para realizar reformas estructura­les, salvo la de las pensiones que la tiene a medias y con más sombras que luces.

Es bueno que tomemos nota de que los elementos que debilitan a nuestro país siguen creciendo: déficit, deuda, y una falta absoluta de reformas verdaderam­ente ambiciosas.

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