ABC (1ª Edición)

Pogacar se resigna a la etapa

▶ El esloveno atacó a Vingegaard en la cima del penúltimo puerto, pero ante la solidez del líder guardó fuerzas para la línea de meta

- MIGUEL ZARZA

La edición de 2022 del Tour de Francia quedará en el recuerdo de los aficionado­s por el mágnífico marcaje de Jonas Vingegaard a Tadej Pogacar. Como si estuvieran unidos por un hilo invisible, desde que el danés se vistió de amarillo en la cima del Granon, en los Alpes, no le ha concedido al esloveno ni un metro. Ni en las subidas, en las que respondió a los terribles hachazos del vencedor de las dos últimas ediciones de la ronda gala, herido en su orgullo por aquel descalabro que le costó el liderato, ni en las siempre peligrosas bajadas, en las que demostró que en valentía marchan tan igualados como en fuerzas. «Sólo tengo que seguir a Tadej», resume.

En la jornada de ayer, un infierno concentrad­o en 129 kilómetros, con un puerto de segunda y tres de primera categoría, lo volvió a intentar Pogacar, pero de nuevo sin éxito ante un sólido líder. La novedad en esta ocasión fue que, cuando todos esperaban un ataque del líder del UAE camino del Peyragudes, el bicampeón del Tour se limitó a seguir el ritmo de su compañero McNulty para saltar en los últimos metros y disputar el triunfo de etapa. La victoria le valió recortar su desventaja en la general en cuatro segundos gracias a las bonificaci­ones, un pequeño botín para un ciclista que había prometido revancha a Vingegaard y en las últimas etapas le había puesto a prueba una y otra vez. Está claro que en la última semana de carrera los depósitos van ya casi vacíos. Incluso el de este deportista que tantas veces pareció imbatible.

Control del UAE

La mañana empezó con malas noticias para el equipo del esloveno, que sumó una nueva baja. El día anterior, en la etapa de Foix, el polaco Rafal Majka sufrió una distensión en el muslo provocada por la salida de su cadena cuando tiraba de su jefe de filas, y en el calentamie­nto de ayer confirmó que no podría tomar la salida. Un contratiem­po que dejó al UAE con solo cuatro efectivos de cara a las dos grandes etapas pirenaicas, fundamenta­les para las opciones de Pogacar.

Lejos de venirse abajo, contagiado­s por el carácter guerrero de su jefe en la carretera, los tres gregarios que seguían en ruta, Hirschi, Bjerg y McNulty, dieron una lección de pundonor. Tras el control del Jumbo Visma y un activo Van Aert en la primera ascensión, el Col d’Aspin, el equipo de los Emiratos Árabes se puso al frente del pelotón e impuso un ritmo brutal. Tanto que hombres importante­s de la clasificac­ión como Yates o Gaudu sufrieron un calvario ya en el segundo puerto del día, la Hourquette d’Ancizan, de segunda categoría.

Pero fue en el Col de Val LouronAzet, la tercera cota a superar, donde la etapa comenzó a decidirse. El acelerón del UAE puso fin a la aventura de algunos escapados y dejó atrás a corredores como Geraint Thomas y Nairo Quintana, relegados a la lucha por el tercer puesto en París. El esfuerzo desfondó a Bjerg y dejó a los grandes aspirantes con apenas un acompañant­e cada uno, pero mientras McNulty tomó el relevo al frente del grupo con brillantez, Kuus, escudero de Vingegaard, no pudo mantener el esfuerzo y abandonó al líder. Una situación que Pogacar trató de aprovechar unos metros antes de coronar, con un contundent­e ataque. El jersey amarillo se pegó a su rival una vez más y frustró la intentona, en un alarde de aguante físico y mental en una clara situación de inferiorid­ad.

Jonas Vingegaard

Jumbo Visma

«Tengo que tener un ojo siempre puesto en él porque nunca se sabe cuándo va a atacar»

Tadej Pogacar

UAE

«Con la forma en que el equipo corrió, ganar esta etapa es algo increíble. Podemos estar orgullosos»

Esprint en la meta

La bajada fue tranquila salvo por un pequeño susto de McNulty cuando guiaba a los dos gallos de la carrera. La batalla quedó aplazada para las últimas rampas del Peyragudes. Con un desnivel medio del ocho por ciento y una durísima pendiente final, era el escenario obvio para un nuevo intento de Pogacar. Pero los kilómetros se fueron consumiend­o sin que ninguno se atreviese a saltar hasta que, a falta de cien metros, Vingegaard apretó los dientes y lanzó el ataque. Con los papeles cambiados respondió esta vez Pogacar, que hizo valer su potencia para celebrar el triunfo de etapa. Un premio menor pero importante cuando las fuerzas ya no dan para mucho más. «Con la forma en que el equipo corrió, ganar la etapa es increíble. Podemos estar muy orgullosos. Mañana es otra oportunida­d, soy optimista, pero ahora estoy feliz con la victoria», confesó el esloveno al bajarse de la bicicleta.

La etapa de hoy, la 18, con subidas a las legendaria­s cimas del Aubisque y Hautacam, pondrá a prueba las últimas reservas de ambos.

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// AFP Pogacar y Vingegaard, juntos una vez más hasta la línea de meta

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