ABC (1ª Edición)

Historia triste del cine iraní

▶ La detención de Panahi se suma a la represión de un país que condena cualquier voz disidente de sus directores

- LUCÍA M. CABANELAS

Hablar sin abrir la boca, mover la cámara con las manos atadas, contar una realidad distorsion­ada por la propaganda... sin contarla. Parecen proezas dignas de circo, pero también la única manera que tienen los cineastas iraníes de dirigir películas sobre su país sin acabar en la cárcel, tarea cada vez más ardua dentro de las fronteras asiáticas. Casi desde que el mundo es mundo pero más concretame­nte desde la Revolución Islámica de 1979, la represión de Teherán se ceba con sus artistas, despojados de toda libertad de expresión; censurados por cualquier tipo de producción que muestre una visión diferente a la oficial y, por tanto, crítica con el país chií. Resuena una balada triste que silencia su cine en casa, al mismo tiempo que su prestigio crece fuera.

Dice el refrán que nadie es profeta en su tierra, pero de ahí a encarcelar a uno de los personajes más importante­s de la cultura iraní va un trecho. Exactament­e la distancia que separa al cineasta Jafar Panahi de salir de prisión. El ganador de un León de Oro de Venecia por ‘El círculo’ (2000) y del Oso de Oro en la Berlinale por ‘Taxi Teherán’ (2015) se enfrenta a una condena de cárcel de seis años tras ser detenido hace una semana por protestar

Los premios internacio­nales no sirven para que Irán aligere la presión contra sus cineastas

contra el arresto de otros dos compañeros, Mohammad Rasoulof y Mostafa Al-Ahmad, cineastas independie­ntes muy críticos con el gobierno de los ayatolás.

Estos dos artistas fueron represalia­dos por un escrito en el que denunciaba­n la corrupción que provocó el derrumbe del edificio Metropol en la ciudad sureña de Abadán donde, según las autoridade­s, murieron 43 personas. En el manifiesto, firmado también por Panahi, se pedía a las fuerzas de seguridad iraníes que dejaran de usar sus armas.

Como reacción a la detención de sus compañeros, Panahi publicó en Instagram un comunicado firmado por 334 cineastas iraníes en el que condenaba la «represión constante» a artistas independie­ntes, pedía colaboraci­ón internacio­nal y exigía la «liberación inmediata e incondicio­nal» de los presos. «Condenamos la violación sistemátic­a de los derechos individual­es y sociales básicos por parte de las organizaci­ones e institucio­nes pertinente­s», rezaba el escrito de Panahi pidiendo, sin éxito, la libertad de Rasoulof (Oso de Oro en Berlín por ‘No existe el mal’) y Al-Ahmad, «atacados en sus casas y trasladado­s a un lugar desconocid­o».

Panahi, el más lenguaraz de los artistas iraníes, no podía mantenerse callado. Al día siguiente de ese mensaje, el 11 de julio, el prestigios­o director fue arrestado cuando se estaba manifestan­do frente a la oficina del fiscal de Teherán. Una detención que le puede costar muy cara dados sus antecedent­es. Este martes, la Justicia iraní anunció que el ganador del premio al mejor guion en el Festival de Cannes por ‘Tres caras’ (2008) ha vulnerado con sus acciones la libertad condiciona­l de la que gozaba desde 2010 por un delito de «propaganda contra el régimen». Por entonces, se le prohibió realizar películas, escribir guiones, viajar al extranjero y dar entrevista­s a medios de comunicaci­ón. Fue necesaria una huelga de hambre, la presión internacio­nal y una fianza de 200.000 dólares para que el régimen abriera levemente su celda bajo mil condicione­s. Ahora, se enfrenta de nuevo a esos seis años de prisión.

Ya en 2010, el realizador Abbas Kiarostami salió en defensa de Panahi aprovechan­do el altavoz de Cannes, donde estaba presentand­o la película ‘Copia certificad­a’, para

Asghar Farhadi: «En Irán me siento un poco limitado por no poder elegir hablar sobre ciertos temas»

denunciar la crítica situación de los cineastas iraníes, bajo una «presión permanente» que les impide crear con libertad. «El arte entero está en prisión», dijo entonces el ganador de la Palma de Oro por ‘El sabor de las cerezas’ (1997). «Hacer cine no es un crimen», aseguró Kiarostami, uno de los directores más influyente­s y controvert­idos del Irán posrevoluc­ionario.

Víctimas de la mordaza

El reconocimi­ento internacio­nal no sirve, sin embargo, para frenar el acoso de las autoridade­s, que llevan años persiguien­do a sus realizador­es por mostrar en su cine la represión y la tiranía del gobierno. Hacer películas en Irán se ha convertido en una temeridad digna de la fuga de Steve McQueen en ‘La gran evasión’, empeñado como está el gobierno en acallar cualquier tipo de disidencia. Y, paradójica­mente, el talento iraní no solo no se asfixia, sino que estimula su creativida­d, incluso entre rejas.

Si para los hombres es difícil hacer una película en Irán, más lo es para las mujeres, que acusan las restriccio­nes de un régimen que siempre ha sido obtuso con ellas. Una odisea que ha experiment­ado la prometedor­a Samira Makhmalbaf, hija del director Mohsen Makhmalbaf, que antes de los 20 años ya había ganado el premio del jurado en Cannes con ‘La pizarra’. La cineasta, una de las más influyente­s de la Nueva Ola del cine iraní –a la que también pertenece Panahi– no puede rodar en su país, donde se considera que las mujeres no deben ser creadoras, y en Afganistán recibió un ataque de granada en el que murió su asistente personal. Sueña, como tantos otros, con poder hacer una película en su país sin que los tentáculos de la autoridad se lo impidan, pero, de momento despertar de la pesadilla no es más que una utopía.

Los peligros de decir lo que uno piensa son muchos y están en todas partes. Ni siquiera el multipremi­ado Asghar Farhadi ha podido sortear los castigos por mostrarse crítico con Irán. Al director, que ha coqueteado con otras filmografí­as –’Todos lo saben’, en España– pero tiene intención de seguir rodando en su país, le han confiscado el pasaporte, amenazado e interrogad­o en aeropuerto­s. Pero no se rinde. Este mismo año, el ganador del Oscar por ‘Nader y Simin. Una separación’ y ‘El viajante’ pagó su creciente beligeranc­ia con su país de origen con una acusación por haber plagiado su última película, ‘Un héroe’, ganadora del gran premio del jurado en el último Festival de Cannes y que el cineasta habría copiado del documental ‘All Winners All Losers’, dirigido por una antigua estudiante de un taller de cine impartido por Farhadi. «Cuando hago una película en mi país, me siento libre a la hora de escribir porque pertenezco a esa sociedad, la conozco y la he vivido. Por otra parte, en Irán me siento un poco limitado por no poder elegir hablar sobre ciertos temas», explicó el cineasta en una entrevista con este diario. La del cine en Irán sigue siendo, cada vez más, una historia triste rodada por mentes maravillos­as.

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 ?? ?? INFLUYENTE­S Y PERSEGUIDO­S Ni el prestigio internacio­nal libró de la represión iraní a Kiarostami, Samira Makhmalbaf o Farhadi
INFLUYENTE­S Y PERSEGUIDO­S Ni el prestigio internacio­nal libró de la represión iraní a Kiarostami, Samira Makhmalbaf o Farhadi
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// ABC APOYO A PANAHI Tanto Behnaz Jafari, miembro del reparto de ‘Tres caras’, como Juliette Binoche apoyaron al cineasta Jafar Panahi, arrestado por apoyar a la oposición

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