ABC (1ª Edición)

¡Pobre fiscal!

- LUIS DEL VAL

Si el nuevo fiscal es tan sectario como demostró su antecesora, ostentará el cargo, pero tendremos la libertad de no concederle el respeto moral

I Syo fuera Marimar Blanco, o amigo de su hermano, es bastante probable que pensara –por escribirlo de una manera poco elegante y sin estilo, pero muy comprensib­le en cualquier ambiente– que el nuevo fiscal general del Estado es un mierda.

Y esa denominaci­ón grosera podría ser una notable injusticia, pero los indicios racionales –que son por los que se guían los fiscales y los jueces– apuntalan la posibilida­d. Pongamos un ejemplo, que son los que necesitamo­s las personas con escasa inteligenc­ia para no perdernos en abstraccio­nes complicada­s y teorías de alto nivel. Supongamos que, de repente, comenzara a circular por España una fotografía, de hace unos años, donde pudiéramos contemplar a don Carlos Lesmes Serrano, presidente del Tribunal Supremo, participan­do como protagonis­ta en un mitin político del Partido Popular, del Partido Comunista de España o de Izquierda Unida, con esa expresión de satisfacci­ón íntima que suelen proyectar los forofos cuando comparten un espacio con algunos miembros del equipo de sus amores, o las ‘groupies’ de los años sesenta junto a una estrella de rock. Mi reacción inmediata sería dudar de la autenticid­ad de la imagen, unida a la sospecha de que eso era producto de un montaje. La consecuenc­ia de todo ello sería esperar a que don Carlos Lesmes denunciara el montaje y declarara su falsedad. Pues bien, el nuevo fiscal general del Estado sí que ha protagoniz­ado la difusión de una fotografía en la que aparece en un mitin del PSOE. Naturalmen­te ello no le descalific­a para ser fiscal general del Estado, ni para sacarse una licencia de pesca, ni para contraer matrimonio civil o religioso, o divorciars­e. Tanto el PSOE como el PP son partidos legítimos, constituci­onales, pero no parece que ese dato biográfico apuntale su imparciali­dad. Que haya sido fiel cumplidor de las órdenes de su antigua jefa, paradigma de un sectarismo tan brillante como inusual, tampoco. Y que una de las primeras iniciativa­s del pobre fiscal haya sido enfrentars­e a un compañero, con la aparente intención de que no se investigue a los autores intelectua­les del asesinato de Miguel Ángel Blanco, forman un cúmulo de indicios a través de los cuales no sólo la familia y los amigos de la víctima, sino puede que decenas de miles de españoles, hayan llegado a la conclusión de que existan enormes posibilida­des de que el nuevo fiscal general del Estado sea tan objetivo en su trabajo como un putero tradiciona­l y experiment­ado lo sea con la castidad.

Si todo lo apuntado fuera un cúmulo sorprenden­te de casualidad­es, y el fiscal general del Estado sufriera la terrible injusticia de ser considerad­o como un sectario, me imagino el sufrimient­o moral del pobre fiscal. Y si todo apuntara a que no hay exageracio­nes, y el nuevo fiscal es tan sectario como demostró su antecesora, ostentará el cargo, pero tendremos la libertad, y casi la obligación, de no concederle el respeto moral.

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