¡Pobre fiscal!
Si el nuevo fiscal es tan sectario como demostró su antecesora, ostentará el cargo, pero tendremos la libertad de no concederle el respeto moral
I Syo fuera Marimar Blanco, o amigo de su hermano, es bastante probable que pensara –por escribirlo de una manera poco elegante y sin estilo, pero muy comprensible en cualquier ambiente– que el nuevo fiscal general del Estado es un mierda.
Y esa denominación grosera podría ser una notable injusticia, pero los indicios racionales –que son por los que se guían los fiscales y los jueces– apuntalan la posibilidad. Pongamos un ejemplo, que son los que necesitamos las personas con escasa inteligencia para no perdernos en abstracciones complicadas y teorías de alto nivel. Supongamos que, de repente, comenzara a circular por España una fotografía, de hace unos años, donde pudiéramos contemplar a don Carlos Lesmes Serrano, presidente del Tribunal Supremo, participando como protagonista en un mitin político del Partido Popular, del Partido Comunista de España o de Izquierda Unida, con esa expresión de satisfacción íntima que suelen proyectar los forofos cuando comparten un espacio con algunos miembros del equipo de sus amores, o las ‘groupies’ de los años sesenta junto a una estrella de rock. Mi reacción inmediata sería dudar de la autenticidad de la imagen, unida a la sospecha de que eso era producto de un montaje. La consecuencia de todo ello sería esperar a que don Carlos Lesmes denunciara el montaje y declarara su falsedad. Pues bien, el nuevo fiscal general del Estado sí que ha protagonizado la difusión de una fotografía en la que aparece en un mitin del PSOE. Naturalmente ello no le descalifica para ser fiscal general del Estado, ni para sacarse una licencia de pesca, ni para contraer matrimonio civil o religioso, o divorciarse. Tanto el PSOE como el PP son partidos legítimos, constitucionales, pero no parece que ese dato biográfico apuntale su imparcialidad. Que haya sido fiel cumplidor de las órdenes de su antigua jefa, paradigma de un sectarismo tan brillante como inusual, tampoco. Y que una de las primeras iniciativas del pobre fiscal haya sido enfrentarse a un compañero, con la aparente intención de que no se investigue a los autores intelectuales del asesinato de Miguel Ángel Blanco, forman un cúmulo de indicios a través de los cuales no sólo la familia y los amigos de la víctima, sino puede que decenas de miles de españoles, hayan llegado a la conclusión de que existan enormes posibilidades de que el nuevo fiscal general del Estado sea tan objetivo en su trabajo como un putero tradicional y experimentado lo sea con la castidad.
Si todo lo apuntado fuera un cúmulo sorprendente de casualidades, y el fiscal general del Estado sufriera la terrible injusticia de ser considerado como un sectario, me imagino el sufrimiento moral del pobre fiscal. Y si todo apuntara a que no hay exageraciones, y el nuevo fiscal es tan sectario como demostró su antecesora, ostentará el cargo, pero tendremos la libertad, y casi la obligación, de no concederle el respeto moral.