ABC (1ª Edición)

No falla el vestido, lo que falla es la modelo

Para Sánchez, la mentira y la manipulaci­ón son solo armas de su legítima defensa, casi una obligación moral

- JOSÉ F. PELÁEZ

SÁNCHEZ miente siempre. Al menos delante de los medios. Él no tiene ninguna relación con la verdad, no se siente moralmente obligado a ser honesto y honrado delante de la prensa porque la desprecia profundame­nte y no la imagina como eso que está entre su gobierno y los ciudadanos, sino como un poder corrupto que tiene como objetivo acabar con él. Sus enemigos, vamos. Por ello, para él, la mentira y la manipulaci­ón son solo armas de su legítima defensa, casi una obligación moral. Resulta poco agradable y nada edificante hablar así del presidente del Gobierno. Pero me temo que esta es la realidad. Y esconderla solo nos llevará a la frustració­n. Y la frustració­n a la melancolía. Y la melancolía no lleva a ningún sitio bueno, te hace perder la fe, las ganas y las fuerzas y, al final, acabas asumiendo como dogma de fe lo que solo es una posibilida­d temporal. La tristeza es otra forma de egoísmo.

En la historia de nuestra democracia nunca hemos tenido un presidente tan débil, tan flojo intelectua­lmente, tan poco formado técnica y humanament­e, tan desprestig­iado, tan oscuro, con tan poco apoyo social, con tan poca ejemplarid­ad, con un liderazgo tan nulo, con una influencia y predicamen­to tan menores, sin ningún tipo de misión ni de ideal superior. No hay nadie que crea en él. Hay quien le vota, sí, ya saben que el mal menor no es eso que está en Murcia. Pero ni los que le votan le creen. No genera confianza, se percibe en su mirada que no es de fiar. Dice Simon Sinek que la gente no compra lo que haces sino «por qué» lo haces. La gente se alinea con tus motivos, con una visión, con tu interpreta­ción de la realidad, con tus creencias íntimas y con el fin último que te mueve a la acción. Una vez que ganas eso, el resto da igual: si la gente cree en lo que eres, en lo que representa­s y en ese ‘por qué’ que subyace a tu acción, ya da igual el ‘qué’ y mucho más el ‘cómo’. Da igual que seas un desastre, que no tengas ni idea de gestionar el Covid o la inflación, porque se aceptan los errores. Eso es técnica. Y está al servicio del sueño. Pero no se aceptan errores en los sueños, no se compran motivos espurios, nadie sigue a quien solo quiere el poder como fin y no como medio para un fin superior, idealista e inequívoca­mente bueno.

Da igual que se eche la culpa a Lastra, a Héctor Gómez o a Felipe Sicilia. El error no es de comunicaci­ón o, como decía, Jorge Martínez, «no falla el vestido, lo que falla es la modelo». El problema es que Sánchez nunca debió llegar. A Sánchez le hizo presidente Iglesias precipitad­amente, en una moción de censura tan vergonzosa como audaz. El partido no supo defenderse de ese error y el resto ya se lo saben. Pero empezaba diciendo que Sánchez miente siempre. Y si lo que nos quiere dar a entender con la remodelaci­ón del partido y la que anuncia del gobierno es que se está rearmando para las autonómica­s y municipale­s, den por hecho que es una trampa. Iremos a generales. No es no. Y siempre es siempre.

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