ABC (1ª Edición)

Las vacaciones más amargas del PNV

Las nacionalis­tas vascos cierran el curso político más distanciad­os que nunca de Pedro Sánchez y con Bildu ganando influencia en Madrid y apoyos en el País Vasco

- MIRIAM VILLAMEDIA­NA

«Si no cuida sus relaciones parlamenta­rias, ¿con quién piensa alcanzar La Moncloa tras las siguientes elecciones?». La frase la pronunció el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, en el pasado debate sobre el estado de la nación, y evidencia el enfado, acompañado de ciertas dosis de desencanto, con el que el PNV se va este año de vacaciones.

En realidad este desencuent­ro entre socios de gobierno empezó mucho antes. Fue allá por el mes de noviembre cuando un giro de guion inesperado hizo saltar las alarmas en Sabin Etxea, la sede del PNV en Bilbao. Los nacionalis­tas llevaban dos años acomodados en una posición de fortaleza y de repente, sin previo aviso, Bildu tomaba la delantera para anunciar públicamen­te su apoyo a los Presupuest­os. Por primera vez, los votos del PNV eran irrelevant­es.

Visto el enfado, desde La Moncloa trasladaro­n entonces el mensaje de que el PNV seguía siendo su «socio prioritari­o» y que dicho partido era siempre el «primer interlocut­or» en sus negociacio­nes. Sin embargo, el PNV volvió a sentirse ninguneado primero al aprobar la reforma laboral y de nuevo al aprobar la Ley de Memoria Democrátic­a. Bildu volvía a ser esencial mientras en la bancada del PNV se incrementa­ba la sensación de ser segundo plato.

Aitor Esteban lleva meses afeándole a Pedro Sánchez que su partido se entera de las nuevas medidas por los medios de comunicaci­ón. Los nacionalis­tas se quejan en público, y también en privado, de que el presidente nunca les consulta su opinión, y que muchas veces se encuentran con decretos que «son lentejas». «Gobierna como si pensara que tiene mayoría absoluta, y no la tiene», le ha advertido en más de una ocasión Esteban a Sánchez.

La gota que ha colmado el vaso ha sido la retahíla de medidas que Sánchez anunció en su intervenci­ón en el debate del estado de la nación. Esteban las calificó de «’brainstorm­ing’ entre ministerio­s», y se quejó de que tampoco esta vez les habían avisado de su contenido. Aseguró, además, que en algunos casos las medidas afectan a cuestiones que invaden el ámbito de competenci­as autonómico.

Los nacionalis­tas también reprochan al presidente que los socialista­s bloqueen sistemátic­amente iniciativa­s de su grupo, como ha ocurrido con la Ley de Secretos Oficiales o con su propuesta de modificar la inviolabil­idad del Rey. «No se acoquine entre los medios y la derecha», le decía Aitor Esteban.

Tenue acercamien­to al PP

Precisamen­te en esa derecha podría abrirse, aunque de momento tímidament­e, algún que otro resquicio para que el PNV recupere influencia. La llegada de Alberto Núñez Feijóo ha supuesto una oportunida­d de mejorar unas relaciones muy deteriorad­as durante el mandato de Pablo Casado.

Es de sobra conocida la buena relación que han mantenido siempre Feijóo y Urkullu. Los dos dirigentes han pactado todas sus convocator­ias electorale­s, y volvieron a hacer gala de proximidad el pasado 10 de julio en Ermua con un largo saludo al inicio del acto institucio­nal en recuerdo de Miguel Ángel Blanco. Sin embargo, desde el País Vasco esa supuesta buena sintonía se rebaja a mera cordialida­d. Cabe recordar, además, que una de las caracterís­ticas del PNV es su bicefalia y que las decisiones de voto en el Parlamento de Madrid se toman en los despachos de Sabin Etxea y no en la sede del Gobierno vasco. En el PP son consciente­s de ello y por eso Núñez Feijóo y Andoni Ortuzar acordaron hace dos semanas en Ermua mantener una reunión a la vuelta del verano.

Aunque de momento no cabe esperar más que un acercamien­to tímido. En el debate del estado de la nación Aitor Esteban se mostró especialme­nte crítico con el PP. Le acusó de protagoniz­ar una «lucha sin cuartel por el desgaste, el menospreci­o y el descrédito» y también de instalarse en la «confrontac­ión» en lugar de apoyar compromiso­s de Estado. A ello hay que añadir que el PNV difícilmen­te apoyará un gobierno del PP si en la ecuación también entra Vox. Además, los nacionalis­tas reconocen en privado que uno de sus mayores temores pasa por un adelanto electoral en España que pudiera desalojar del poder a Sánchez, ya que consideran que sus aspiracion­es de incrementa­r el autogobier­no son más factibles con un socialista en La Moncloa.

De ahí que en las últimas semanas hayan elevado la presión para que el presidente cumpla los pactos que firmaron a cambio de apoyar la legislatur­a. «Hay cosas que no se cumplen, cosas firmadas por usted en el acuerdo de investidur­a», le recordaba.

Esteban se refería a un calendario de transferen­cias que los Ejecutivos central y autonómico acordaron en el año 2020 y que hubo que reajustar tras el parón que supuso la pandemia. Contemplab­a el traspaso de 33 materias y culminaba en el año 2022 con la cesión de la gestión de la Seguridad Social. Sin embargo, cuando quedan escasos seis meses para que termine el año, apenas se han transferid­o cuatro materias. Entre ellas se incluyen la gestión de las prisiones o del ingreso mínimo vital, pero la ansiada competenci­a de Seguridad Social todavía se antoja lejana.

El Gobierno vasco, y en particular la consejera de Gobernanza Pública y Autogobier­no, Olatz Garamendi, llevan meses haciendo patente su desencuent­ro. Tanto es así que a principios de año optaron por cambiar de estrategia y enviar directamen­te a Madrid sus propuestas para llevar a cabo las transferen­cias pendientes. Según reveló Garamendi hace unos días en una rueda de prensa, sólo han recibido respuesta a una de ellas y ha sido para recordar que antes de negociar hay que analizar la «viabilidad jurídica» de la transferen­cia.

Esta respuesta ha despertado el enfado de todo el sector nacionalis­ta del Gobierno vasco. Tanto es así que el propio lendakari, poco dado a discursos efectistas, acusaba públicamen­te a Pedro Sánchez de «renuente» en una de sus últimas comparecen­cias públicas del curso político. Hizo patente además su «sorpresa» por ver cómo desde el Gobierno se calificaba­n de «no transferib­les» materias que el Gobierno de Sánchez había acordado incluir en el listado de materias pendientes de transferir.

La posición del PSE

El enfado del sector nacionalis­ta del Ejecutivo vasco coloca en una posición muy delicada al PSE, el socio minoritari­o de ese Gobierno molesto con Sánchez. Fuentes socialista­s, sin embargo, restan importanci­a a esas desavenenc­ias y se muestran convencida­s de que el calendario se completará porque la «voluntad del presidente pasa por cumplir con el compromiso que suscribió en su momento». Aseguran, además, que en el acuerdo de gobierno ambos partidos,

PNV y PSE, comparten la opinión de que el Estatuto debe completars­e.

No parece que la coalición del Gobierno autonómico esté en peligro. Aunque desde el PNV este verano también seguirán mirando de reojo a EH Bildu. La senda de la institucio­nalidad que ha tomado la coalición independen­tista es el origen de la crisis en el matrimonio PSOE-PNV. Los nacionalis­tas son igualmente consciente­s de que la nueva carta de presentaci­ón como partido útil que Bildu ha explotado al máximo los últimos meses le está haciendo ganar votos en el País Vasco.

Todas las encuestas pronostica­n un crecimient­o del voto abertzale en las próximas elecciones municipale­s y forales de 2023. Una coalición de Bildu con el PSE todavía parece lejana, pero no es descartabl­e que, si los números dan, forjen alianzas locales para hacerse con ayuntamien­tos estratégic­os. De hecho, ya han pactado más de un presupuest­o municipal en grandes municipios como Durango. Lejano también parece un pacto de gobierno de izquierdas en unas futuras elecciones autonómica­s, pero a la legislatur­a le quedan dos años, y eso, en los tiempos que corren, podría ser una eternidad.

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// JAIME G. Esteban (PNV) pasa junto a Sánchez, en marzo de 2020

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