ABC (1ª Edición)

La derecha se reubica: es la utilidad, estúpido

Los partidos de la oposición se van de vacaciones sabiendo que en el nuevo ciclo electoral sus votantes tienen sólo una prioridad: desalojar al PSOE y a sus socios de La Moncloa. PP, Vox y Cs lo saben y pelean por mostrarse útiles

- JUAN FERNÁNDEZM­IRANDA

Mientras el debate en las izquierdas se disputa en el ámbito de las emociones (buenistas y malistas), el concepto que domina a la derecha sociológic­a española tras cuatro años de gobierno de Sánchez es la búsqueda de la utilidad. ¿Cuál es el camino más rápido para sacar a Pedro Sánchez y a sus socios de La Moncloa? ¿Cuál es el voto más útil? ¿Qué partido representa mejor esa prioridad del votante antisanchi­sta?

El punto de partida de este análisis está en la moción de censura que en junio de 2018 arrebató el poder a Mariano Rajoy y sumió al PP en un proceso de búsqueda de su propia identidad. Desde entonces hasta hoy han pasado cuatro años plenos de acontecimi­entos para los tres partidos nacionales que compiten por el votante de todo lo que no son izquierdas: PP, Vox y Cs.

Primer elemento Andalucía, punto de partida

En las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, la prioridad del centro-derecha sociológic­o era echar al PSOE después de 40 años ininterrum­pidos en el Gobierno, pero buena parte de ese votante daba por sentado que el joven candidato del PP llamado Juanma Moreno se iba a ir tan rápido como llegó. El argumento era algo así: «Ya que no puedo echar al PSOE, al menos que Cs los controle en el Gobierno o que Vox les dé caña en el Parlamento». El resultado del PP –el peor de su historia en Andalucía– fue la demostraci­ón de que la sociedad no lo percibía como una opción útil para desbancar al PSOE. Sin embargo Moreno logró una suma que parecía imposible y que le permitió formar Gobierno con Juan Marín, el líder de Cs que en la legislatur­a anterior había dado el poder a Susana Díaz. En ese momento, Cs se mostró como una opción útil para cambiar las cosas y aquella noche su votante podía estar satisfecho. Además, Vox entró con 12 escaños, una cifra importante e inesperada como consecuenc­ia de las nulas expectativ­as que generaba la candidatur­a de Moreno.

En los seis meses transcurri­dos entre la moción de censura nacional y las elecciones andaluzas, el PP se había reorganiza­do rápido optando por la tercera vía; ni Soraya Sáenz de Santamaría ni María Dolores de Cospedal: Pablo Casado. El joven político era un pura sangre del partido, querido por todos y odiado por nadie, con un discurso que bebía de lo mejor de Aznar y apreciaba a Rajoy, buen orador y con principios claros, pero sin la experienci­a necesaria para torear la doble sangría: a su izquierda, los liberales patanegra de Ciudadanos; a su derecha, los conservado­res patanegra de Vox. Casado contra los purasangre.

Segundo elemento El 28-A, las primeras generales del 19

El PP de Casado se la pega: 66 escaños, por 57 de Ciudadanos. En ese momento, con Casado débil y Albert Rivera empoderado, el líder de Cs interpretó que esa era su oportunida­d para llevar a cabo la conclusión a la que había llegado junto a su núcleo duro: si queremos arreglar Cataluña, debemos gobernar España. Y Rivera se lanzó a una estrategia que se acabó por demostrar suicida porque de repente le convirtió en un partido inútil, a pesar del magnífico respaldo obtenido: el plan fue negarse a pactar con Sánchez (123 + 57 = 180 escaños) y forzar la repetición de elecciones generales para ‘sorpassar’ al PP. Se lo dijo a ABC en la primera entrevista que concedió: «Somos los líderes de la oposición». Pero no lo eran.

Un mes después, las elecciones autonómica­s y municipale­s de mayo ofrecieron un panorama en el que Ciudadanos debía decidir qué hacer en tres comunidade­s donde el PP les necesitaba: Madrid, Murcia y Castilla y León. Cumplir con su promesa inicial de dar gobiernos a un lado y al otro; o apostar por mostrarse como un aspirante a que toda la derecha le votase con la mirada puesta en esas segundas generales. Rivera decidió darle los Gobiernos al PP, a pesar de que en Madrid, en Murcia y en Castilla y León llevaban gobernando 30 años. Ese fue el momento en el que Ciudadanos dejó de mostrarse como un partido útil para buena parte de su electorado. La utilidad.

Ya en noviembre, en las segundas generales, el que se la pegó fue Ciudadanos (10 escaños, -47), Rivera dimitió, el PP subió lo suficiente para que Casado aguantara (89 escaños, +23) y Sánchez decidió gobernar a su izquierda saltándose muchos principios y promesas electorale­s (con Podemos no podría dormir, con Bildu no pactaré nunca). Y así España entró en una etapa sin elecciones ni alternativ­a a la vista, con una derecha fragmentad­a ahora en tres tras el impresiona­nte ascenso de Vox (52 escaños, +28). El votante crítico con Sánchez no sabía a quién entregar su voto para ser útil. De nuevo, la utilidad.

El ciclo electoral exprés de 2019 dejó un panorama diabólico para Casado, consciente de que el partido estaba más cerca que nunca de asomarse al abismo de la irrelevanc­ia. Por eso, decidió armar un proyecto con gente muy fiel confiando en garantizar su continuida­d como presidente del PP en caso de perder las siguientes generales, que como tarde se celebraría­n en enero del 24. Pero en ese proceso pisó demasiados callos en las baronías, a pesar de que eran los presidente­s autonómico­s los que acaparaban el poder real del partido, los que permitían sobrevivir al partido. Casado dejó heridas abiertas.

A nivel nacional, ¿era ese PP un partido útil? ¿Lo era el Cs pos-Rivera? ¿Era Vox un partido capaz de gobernar?

Tercer elemento La moción de Abascal

El elector de la derecha nunca entendió el choque entre Casado y Santiago Abascal en la moción que Vox le presentó a Sánchez en octubre de 2020 y que escondía en realidad un órdago al PP. La crudeza de Casado contra Abascal, que respondía a su vez a la crudeza permanente de Vox contra el PP («derechita cobarde») puede ser interpreta­da a favor de uno u otro, pero seguro que rompió el concepto de utilidad de un votante preocupado por la consolidac­ión del pacto Frankenste­in: si PP y Vox no se entienden, no hay manera de sumar para sacar al PSOE y sus socios de La Moncloa. La derecha al diván, y Sánchez avanzando en su programa. La utilidad.

Cuatro elemento El murcianazo

En marzo del 21 un paso en falso de Ciudadanos en Murcia provocó un efecto mariposa que desembocó en elecciones anticipada­s en Madrid. Isabel Díaz Ayuso vio la oportunida­d de expulsar de su Gobierno a Ignacio Aguado (Cs) y no desaprovec­hó la ocasión: eliminó a Ciudadanos (cero escaños, -26) y controló el crecimient­o de Vox (13 escaños, +1). Por primera vez desde la caída de Rajoy, el PP se presentó como la mejor opción para evitar la entrada de Pablo Iglesias en Madrid. Isabel Díaz Ayuso se volvió a hermanar con el concepto de utilidad, algo que el PP ya no recor

daba. Fue el efecto Ayuso, que en un solo movimiento fue capaz de atacar a los dos patanegra, algo impensable en la estrategia diseñada por Casado para el debate nacional.

Quinto elemento El proyecto Casado implosiona

Inesperada­mente, cuando todo apuntaba bien para la calle Génova y el partido a nivel nacional crecía en intención de voto aupado por el efecto Ayuso (aunque aún lejos de la suma necesaria para gobernar con el sólo apoyo de Vox), la dirección del partido se enredó en una batalla fratricida con la presidenta de Madrid, que era su principal activo electoral. Resultado: el partido implosionó en un espectácul­o adolescent­e que destapó las carencias del proyecto de Casado y desembocó en una sucesión exprés con Alberto Núñez Feijóo aupado por unos barones regionales del partido que llevaban años masticando venganza contra el secretario general, Teodoro García Egea. Y si inesperada y demoledora para el PP fue la mala gestión del éxito de Ayuso, igualmente inesperada pero en cambio esperanzad­ora fue la resolución del conflicto. De repente, el eje Galicia-Andalucía le regaló al PP una nueva oportunida­d en términos de utilidad. Cuatro años después de las elecciones andaluzas del 18, Juanma Moreno ya no era ese candidato débil al que la derecha andaluza no quería votar porque no era útil para desalojar al PSOE. Las cosas habían cambiado.

Sexto elemento Del efecto Ayuso al efecto Feijóo

El nuevo ciclo electoral ha empezado en Andalucía, otra vez. Casi cuatro años después, el votante andaluz entendió que el PP de Juanma Moreno era la opción útil para mantener las cosas como están. Esa fue la lectura que supo hacer el presidente de la Junta para que su proyecto no se quedara en una pausa entre gobiernos socialista­s. Moreno consiguió una mayoría absolutísi­ma devorando a Ciudadanos y frenando el crecimient­o de un Vox que en las encuestas nacionales se situaba pisándole los talones al PP. ¿Por qué? Porque lo útil en Andalucía en 2022 era votar a Moreno. Exactament­e lo contrario que en 2018.

Ese giro producido en Andalucía es lo que las encuestas reconocen hoy a Feijóo a nivel nacional. De repente, el PP se presenta como la opción más útil (lo que no quiere decir única), para desalojar de La Moncloa al Gobierno de PSOE con Unidas Podemos y el apoyo externo de PNV, ERC y Bildu.

Conclusión. El ejercicio 21/22 se cierra con un PP eufórico por un viento favorable que en gran medida es sobrevenid­o. Feijóo aún debe apuntalar su proyecto si quiere consolidar las encuestas, pero en Génova son perfectame­nte consciente­s de que una mayoría absoluta como la andaluza se presenta inverosími­l.

En Vox aún están rumiando el resultado andaluz, que es su primera decepción tras años de crecimient­o: después de haber decidido entrar en el Gobierno de Castilla y León (muestra de utilidad), a la segunda se quedan sin opciones a pesar de haber enviado a Macarena Olona, una de sus estrellas.

En la calle Bambú meditan su estrategia sin dar mucha informació­n. Lejos quedan los análisis de la primavera, cuando varios dirigentes daban por ‘sorpassado’ al PP y veían factible ser primera fuerza. En el debate sobre el estado de la nación Abascal no dejó de ser crítico con el PP, pero evitó la confrontac­ión consciente de que ambos deben apelar a un votante compartido. Compitamos, pero sin romper la vajilla. Seamos útiles al votante, que no entiende las broncas entre el PP y Vox y sólo quiere desalojar a Sánchez.

Mientras, Inés Arrimadas es consciente de que Ciudadanos necesita recuperar la sensación de utilidad si quiere sobrevivir. Lejos de las ambiciones de grandeza de Rivera, ella se conforma con que un puñado de escaños le permita ser útil para que en España gobierne la alternativ­a a Sánchez.

Así todo, después de las elecciones andaluzas España se adentra el curso que viene en un nuevo ciclo electoral en el que el votante que no es de izquierdas tratará de responder a esta pregunta: ¿qué papeleta es la más útil para desalojar a Sánchez de La Moncloa? Feijóo, Abascal y Arrimadas son consciente­s de que su votante no quiere que se peguen entre ellos, sino que desalojen a Sánchez. Es la utilidad, estúpido.

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// JAIME GARCÍA La bancada de la oposición, con Feijóo, Abascal y Arrimadas
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