ABC (1ª Edición)

Los fugados del ‘procés’, cada vez más solos, pierden el relato del 1-O con la vuelta de Anna Gabriel

» Marta Rovira sigue llevando las riendas de ERC desde Suiza y los de Bruselas están a la espera del TJUE

- DANIEL TERCERO / ELENA BURÉS

El 23 de marzo de 2018, Marta Rovira anunció por carta, a la militancia de ERC, que huía de España. Se fue a Suiza. Un día antes había participad­o en la sesión fallida de investidur­a de Jordi Turull en el Parlamento de Cataluña. La CUP impidió con su voto que el diputado de Junts –ahora es su secretario general– fuera elegido presidente de la Generalita­t. Un mes antes de la fuga de Rovira, que tenía citación para presentars­e ante el Tribunal Supremo aquel 23 de marzo, había hecho lo mismo Anna Gabriel (CUP). También huyó a Suiza. Tampoco hizo caso al requerimie­nto de la Justicia.

Aquellos ‘exilios’ pusieron de manifiesto que no existía, no existió nunca como se ha demostrado con el tiempo, unidad de acción del movimiento político independen­tista catalán, por más que este era, y sigue siendo, uno de los ‘leitmotiv’ que sostienen su relato. Rovira y Gabriel tomaron el camino de Suiza meses después de que Carles Puigdemont, Clara Ponsatí, Toni Comín, Lluís Puig y Meritxell Serret se instalasen en Bélgica. Fue el 30 de octubre de 2017, solo unas horas después de declarar, por segunda vez, la independen­cia de Cataluña desde la cámara autonómica catalana.

Tampoco Bélgica fue lugar para coordinar las actuacione­s del ‘exilio’ y Serret (ERC) fue desmarcánd­ose de los de Junts (Comín empezó en ERC y ahora está vinculado al Consell per la República) hasta que en marzo de 2021 se presentó en Madrid y el Supremo la dejó en libertad, con cargos. Lo hizo asesorada por el mismo abogado que ahora se encarga de Gabriel, Íñigo Iruin. Serret es diputada autonómica. Puigdemont, Ponsatí (con residencia en el Reino Unido) y Comín fueron elegidos eurodiputa­dos (febrero de 2020) y Puig es director del Programa para el Desarrollo de Proyectos Culturales de Ámbito Internacio­nal de la Generalita­t.

El caso de Rovira siguió otros derroteros. Elegida secretaria general de ERC en 2011, no dejó el cargo orgánico del partido pese a huir del país. Desde Ginebra compagina ser la número dos del partido –con su correspond­iente remuneraci­ón–, que preside Oriol Junqueras y colidera Pere Aragonès, presidente de la Generalita­t, con tímidos intentos de ‘lobista’ independen­tista en uno de los lugares del mundo más adecuados para este tipo de prácticas.

Vía Serret

Al sálvese quien pueda de los fugados, a la hora de afrontar su situación personal, se suma ahora, tras la regulariza­ción ante la Justicia de Gabriel, la caída del relato de ‘la represión’ de España contra el movimiento independen­tista, por serlo, y no por sus hechos, cuando estos son delictivos.

La exdiputada de la CUP vino a España el martes, 19 de julio, y el magistrado instructor del caso del ‘procés’, Pablo Llarena, la dejó en libertad. Sobre ella no recae ningún delito que conlleve penas de prisión. Entonces, ¿por qué se fugó en 2018? Nadie lo sabe y nadie lo entiende. Gabriel vino, firmó ante Llarena y se volvió a Suiza, dejando un número de teléfono y una dirección, para cuando se la llame a declarar de aquí a unos días. Pasó lo mismo con Serret en 2021.

Marta Rovira

Secretaria general de ERC

Se fugó a Suiza, desde donde continúa teniendo responsabi­lidades de partido. Se le imputa el delito de rebelión

Sentencia del TJUE

El caso de los cuatro de Bélgica y Rovira no es extrapolab­le. La secretaria general de ERC, como Gabriel, también se fugó a Suiza, pero está procesada por un delito de rebelión y, en caso de pisar España, sería detenida e ingresaría en prisión provisiona­l. En cambio, la anticapita­lista nunca podría haber entrado en la cárcel, al estar acusada de desobedien­cia, que solo conlleva penas de multa e inhabilita­ción.

Por su parte, Puigdemont, Ponsatí y Comín están procesados por sedición además de por malversaci­ón de caudales públicos. No así el exconsejer­o Lluís Puig, sobre el que solo pesa este último ilícito, además del de desobedien­cia. En caso de regresar a España, también serían arrestados e ingresaría­n en prisión preventiva.

Después de que la Justicia belga denegase la extradició­n del ‘expresiden­t’ y el resto de huidos, su entrega está en manos del Tribunal de Justicia de la Unión Europea (TJUE). El pasado 14 de julio, su abogado general dio la razón a Llarena y apuntó que los tribunales del país al que se fugaron no pueden rechazar su entrega basándose en el riesgo a que se violen sus derechos fundamenta­les, si no se demuestran deficienci­as sistémicas y generaliza­das en España.

Se trata de una opinión no vinculante, a la espera de que el TJUE emita una sentencia en los próximos meses, pero sí clave, ya que insta a Bélgica a extraditar a Puig y su caso marcará la evolución del resto de encausados.

La posición del abogado general se refiere a la pregunta prejudicia­l que había planteado el Supremo, para tratar de que la Justicia europea defina el campo en el que los tribunales de otro país pueden negarse a ejecutar una euroorden, como había sucedido en Bélgica y Alemania con el caso de Puigdemont y otros exconsejer­os.

Sobre la mesa también está una posible reforma del delito de sedición, que rebajaría las penas a los fugados, aunque, por el momento, el Gobierno la ha dejado aparcada. De hecho, tras la última reunión entre Pedro Sánchez y Pere Aragonès, el presidente catalán aseguró contar con el visto bueno de Moncloa para «desjudicia­lizar» el ‘procés’, mientras fuentes del Ejecutivo lo negaron. Según las mismas, durante el encuentro ni si quiera abordaron el pronunciam­iento del abogado del TJUE.

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