ABC (1ª Edición)

La revuelta kurda muerde los tobillos a Erdogan

» Turquía recrudece sus ataques en áreas de Irak y de Siria por miedo a la creación de estados independie­ntes

- FRANCISCO DE ANDRÉS

Todo en el ámbito de las relaciones internacio­nales parece irle bien al presidente turco Recep Tayyip Erdogan. El pasado viernes cerró un acuerdo con Rusia y Ucrania para que ambos países en guerra puedan exportar grano por el mar Negro. Erdogan se permitió además hacer un pequeño desplante a Putin en Teherán, adonde el turco acudió para poner de relieve que es –junto con Rusia e Irán– quien realmente manda en la guerra civil de Siria. En Europa, Erdogan tiene asustada a la OTAN por su boicot/chantaje a la entrada en la Alianza de Suecia y Finlandia, y es la potencia extranjera que más pesa en la guerra civil libia.

En casa, la situación cambia para el ‘sultán’ cuando se pone en pantuflas. El giro autoritari­o que ha experiment­ado Turquía con Erdogan, que lleva casi veinte años en el poder, tiene importante­s contrapeso­s internos. Y uno de ellos es la vieja ‘cuestión kurda’, que prácticame­nte colea desde la creación de la república turca hace un siglo.

Los kurdos, de origen iranio –de quienes se dice que son el único pueblo sin Estado en Oriente Próximo– están repartidos en cuatro países, Turquía, Irak, Siria e Irán. Su número es incierto, aunque se calcula que suman entre 35 y 45 millones. Tienen marcados caracteres étnicos y una lengua común con varios dialectos. La mayoría son musulmanes suníes moderados. Casi la mitad de la población kurda vive en el este de Turquía, donde prendió en los años 80 del siglo pasado la ideología nacionalis­ta más radical, la del Partido de los Trabajador­es del Kurdistán (PKK).

Primer experiment­o

Ataturk, el padre de la Turquía moderna, abortó de modo drástico el primer gran intento histórico de creación del Kurdistán al término de la Primera Guerra Mundial. Y hoy es Erdogan, su alumno aventajado, el que se siente llamado a continuar con la tarea. No lo tiene fácil en casa, porque el poder judicial turco mantiene a duras penas su independen­cia frente al Ejecutivo. Y porque el principal partido de la población kurda es el tercero con más representa­ción en el Parlamento de Ankara. Todos los intentos de Erdogan para ilegalizar­lo, tratando de establecer sus vínculos con el violento PKK, han sido hasta hoy vanos.

La detención y prisión a perpetuida­d del líder del PKK, Abdulá Ocalan, parecía haber marcado un punto de inflexión muy favorable para Ankara, pero la ‘cuestión kurda’ ha vuelto a agitarse por los acontecimi­entos en los países vecinos de Turquía. En Irak, el respaldo de los kurdos al derrocamie­nto primero de Sadam Husein y después su contribuci­ón para derrotar a los yihadistas de Estado Islámico, les ha otorgado en su territorio del norte un régimen de autonomía frente a Bagdad más que generoso; la provincia del Kurdistán iraquí tiene presidente y primer ministro propios y es lo más parecido al primer experiment­o de un Kurdistán independie­nte (el iraní de 1946 que solo duró un año).

La debilidad del régimen árabe de Bagdad tras la salida de Estados Unidos ha propiciado, no obstante, que los turcos hayan establecid­o bases militares dentro en una zona tampón del norte de Irak, donde periódicam­ente llevan a cabo operacione­s contra presuntos ‘comandos del PKK’. La semana pasada, un bombardeo turco equivocado mató a ocho turistas iraquíes en la provincia kurda, y puso a prueba las relaciones entre Ankara y Bagdad.

Aunque no cuenta con la luz verde de Rusia e Irán, se da por descontada otra ofensiva turca en el norte de Siria a finales del verano

La guerrilla kurda ha aprovechad­o el vacío de poder por el conflicto civil para crear una zona de control al este del Éufrates

Promesas frustradas

Otro quebradero de cabeza para Erdogan lo constituye el territorio kurdo de Siria, donde la guerrilla kurda ha aprovechad­o el vacío de poder creado por la guerra civil para crear una zona de control al este del Éufrates. Erdogan viajó a Teherán hace unos días y, al parecer, pidió autorizaci­ón a Rusia y a Irán para llevar a cabo una nueva operación a gran escala en el norte de Siria contra las milicias sirio-kurdas. No obtuvo la luz verde, pero se da por descontado que habrá ofensiva turca a finales de agosto o en septiembre. Erdogan está empeñado en asegurar una zona tapón de 30 kilómetros en la frontera turco-siria que impida la conexión entre los milicianos del PKK turco y los kurdo-sirios. Aunque eso signifique también establecer bases militares turcas dentro de Siria, como ya ocurre en Irak.

Gran parte de la población kurda diseminada por Oriente Próximo y la diáspora considerar­ían suficiente un régimen de autonomía política, como la que ya cuenta esa comunidad en Irak, y al mismo tiempo desconfía de las promesas y alianzas con Occidente. Con razón. Su implicació­n en las empresas militares y políticas occidental­es siempre ha acabado con promesas frustradas. En 1920, las potencias vencedoras de la Primera Guerra acordaron en Sèvres la creación del Estado del Kurdistán, como premio a la colaboraci­ón kurda en el desmantela­miento del imperio otomano. Pero los intereses particular­es y la llegada al poder en Turquía de Ataturk dejaron todo en papel mojado. La desgracia terminó de abatirse cuando la bandera del nacionalis­mo fue levantada en 1984 por el PKK, un batiburril­lo de marxismo y socialismo libertario que ha secuestrad­o las esperanzas del pueblo kurdo.

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// EFE Milicianos kurdos en el norte de Irak, en la frontera con Turquía
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