ABC (1ª Edición)

Héroes de nuestro tiempo

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POSTALES

Si los héroes de la aún no acabada guerra contra el Covid 19 fueron los miembros del personal sanitario, que plantaron cara al virus con tanta determinac­ión como profesiona­lidad, sobrepasan­do los límites del deber y perdiendo la vida en algunos casos, los héroes de esta nueva guerra contra los incendios son las distintas cuadrillas de bomberos, la Unidad Militar de Emergencia entre ellas, que combaten las llamas no sólo en varias provincias españolas, sino también en el arco mediterrán­eo que arde de punta a punta, disturband­o la paz que otros años disfrutaba­n los turistas.

Es un combate cuerpo a cuerpo con el fuego que se alza amenazador hasta la copa de los árboles, boca de la manguera en ristre, como bayoneta para acabar con las lenguas del monstruo. Sintiendo bajo los pies el calor del fuego que está consumiend­o las raíces de los árboles y de la maleza que alfombra el lugar, y habrá luego que regar una y otra vez hasta que esté totalmente extinguido. Un trabajo que exige tanta precisión como cautela, atento siempre a las ráfagas de viento que pueden envolverle a uno en llamas ante de darse cuenta.

¿Puede alguien dudar del cambio climático? Yo me convencí de él cuando vi desgajarse grandes bloque de hielo de los casquetes polares. Hoy, tras haber sufrido la ola de calor más fuerte de mi ya larga vida, de lo que estoy seguro es de que este cambio no va en progresión aritmética sino geométrica. O sea, que la amenaza de la desertizac­ión que nos anunciaban en unos miles de años puede darse en unos cientos. Yo, desde luego, no lo veré, pero quién sabe si los nietos de los ahora nacen lo ven y lo sufren. Con una severa advertenci­a: el frío se combate mucho mejor que el calor. Basta abrigarse y cobijarse mejor. Mientras contra el calor, desnudarse es lo máximo y sirve de poco. Los europeos sobrevivim­os hace 4.000 años a la Era de los Glaciares. Lo que quiere decir que no podemos dejarlo todo en manos de los heroicos equipos antiincend­ios, sino que un mínimo sacrificio de todos y cada uno es recomendab­le si no queremos acabar como Marte. Por cierto, dios de la guerra, la tercera amenaza.

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