ABC (1ª Edición)

El juego del calamar

Hay tanta incoherenc­ia en la acción del Gobierno que no puede ser casualidad y debe ser una estrategia meditada

- JOHN MÜLLER jmuller@abc.es

La única estrategia detectable en el Gobierno de Sánchez es la del calamar y su tinta: mostrar tanta incoherenc­ia que la opinión pública termine por no racionaliz­ar nada y solo se quede con sabores y olores, mientras él huye hacia adelante, buscando el fin de la legislatur­a. Prácticame­nte no hay episodios en el oficialism­o que resistan hoy un análisis crítico. Se convoca un Comité Federal del partido en el poder para neutraliza­r el portazo de la vicesecret­aria y en vez de hacerlo con los atributos democrátic­os que se presuponen a un órgano de este tipo, la cosa acaba en una sauna búlgara. Sánchez centra su discurso ante sus acólitos en «la emergencia climática» (probableme­nte más interesado en la emergencia que en el clima) mientras por otro lado subsidia los combustibl­es fósiles con la excusa de combatir la inflación.

En el debate sobre el estado de la nación, el presidente proclama que la solidarida­d debe ser el vector para afrontar la dependenci­a europea de la energía extranjera, pero lo primero que hace su Gobierno es imitar a Mark Rutte y decir que España ha hecho los deberes y no aceptará la iniciativa europea. Bajo esa respuesta tribal de la vicepresid­enta Ribera ya está floreciend­o el mensaje demagógico de que Bruselas le va a quitar el gas en invierno a los jubilados españoles para que la industria alemana tenga energía barata.

Se elige a la banca para darle una lección ejemplar a los supuestos ‘robber barons’ (barones ladrones) del capitalism­o español que fuman puros y conspiran contra Sánchez, y se envía a la reunión a la vicepresid­enta que menos cree en el impuesto y que se pasa toda la reunión echando balones fuera porque no hay nadie de Hacienda que explique cuál va a ser el objeto del nuevo tributo. Con la subida de tipos de interés –argumentan desde La Moncloa– los bancos mejorarán su cuenta de resultados, pero no será por mérito suyo, sino fruto del entorno. Los fabricante­s de sombrillas, de aires acondicion­ados y productore­s de sandías y helados deberían estar alerta ante la posibilida­d de que se establezca un impuesto a los beneficios extraordin­arios que va a producirle­s la ola de calor. Ya se sabe, no es por mérito suyo, sino del entorno.

Detrás de la tinta del calamar, el Ejecutivo sigue dañando la democracia formal. Ayer se supo que Sánchez ha escondido la ampliación del impuesto a los gases fluorados en una modificaci­ón de la ley de Transparen­cia, de la misma forma que ocultó la reforma a fondo del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) en la Ley General de Comunicaci­ón Audiovisua­l. Por no hablar de la costumbre de recurrir, sin auténtica urgencia, al real decreto ley para usurpar la potestad legislativ­a de las Cortes y otras añagazas como aceptar la convalidac­ión de un real decreto ley como proyecto de ley y meterlo en un cajón de una comisión para que, como las facturas de los ayuntamien­tos, no figure en el pasivo del Gobierno. Esto no puede ser casual.

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