«Tu vida no es tuya, sino de ellos»
▶ Comunicar que lo dejaba le granjeó la mayor paliza de su vida
No hay dos prostitutas tratadas igual. Marcela se remonta 23 años. «En mi país era secretaria en un despacho de abogados, pagaba mi universidad. Debido a la crisis me hablaron de Europa y a través de una agencia de empleo, me ofrecieron ir a Portugal. No acepté a la primera ni a la segunda, pero el desempleo pasó factura. Era para trabajo doméstico, cobraría 1.200 euros al mes». Ruta Sao Paulo-Francia-Vigo. «Aquí, un individuo en una furgoneta nos llevó a Valença do Minho, al otro lado de la frontera hispano-lusa. Nos dieron directrices de no ir en grupo porque éramos ocho mujeres y no querían ‘levantar sospechas’ sobre una situación irregular; acabas por creer lo que te dicen. En mi casa, había una cuidadora de mi abuelo que se ganó mi confianza durante tres meses. En Brasil se quedó la captadora y en un chalé de Portugal estaba la madama. Nos quitaron la documentación, nos reunieron tres en una habitación y soltaron: ‘el cachondeíto se ha acabado’. Cuando respondí que pagaba el billete y me iba, llegó la bofetada. Sacaron fotografías de mi sobrina y me coaccionaron diciendo que la iban a violar». Brota el dolor.
«Me convencieron de que mi vida no era mía, sino de ellos. Atacaron a mi sobrina, sabían mi punto débil. Ellos siempre lo saben. Nunca salíamos solas y se cobraban la deuda, 5.800 euros al mes. Pasábamos obligadas por peluquería antes de recibir al cliente, nos cobraban 50 euros, desayuno 35 euros, comida y cena 50. La deuda nunca acababa. Y aumentaba si no te drogabas con los puteros». «En 2004 nos metieron en un coche a un piso de Sevilla. Si fue un calvario en Portugal, fue el infierno en España. Ves la bandeja de rayas de cocaína delante de ti y la foto de tu sobrina si no lo haces».
«No estás en tus cabales»
«Aprendí a ser la que más se drogaba para pagar mi deuda. Me transformé en la gallina de los huevos de oro. Aprovechaban que ya no estábamos en nuestros cabales. Un día llegó un hombre de la red y me dijo: “Trabajas bien, necesito que ‘levantes’ un club de Madrid. Afortunadamente conocí a Apramp en una unidad móvil de rescate. No te fías de nadie. Tardé un año. Me abrieron la cabeza al comunicar que me iba. Entonces marqué a Emergencias y Apramp».
Ahí aún no se veía como víctima, pasó por 11 psicólogos porque se sentía culpable de haberse ido de su tierra. Reside en Fuenlabrada y recorre los barrios donde hay prostitución. Es rescatista de Apramp: «Nuestra experiencia nos ayuda. No tenemos una capa de ‘superwoman’ ni un chaleco antibalas. Yo tardé tres años en recuperarme y fortalecer en algo la confianza, ahora me dedico a restablecérsela a otras personas».
—¿Es posible abolir la prostitución?
—Ninguna mujer quiere acostarse con 25 hombres al día. En pandemia, detectamos mayor trata de niñas españolas, las mafias no podían seguir sus métodos usuales de traerlas de Nigeria o Rumanía, pero siguieron tratando. Al menos ha llegado la hora de hablar de esto.
«La deuda nunca acaba y conocen tu punto débil, te amenazan con violar o matar a tus familiares»