ABC (1ª Edición)

Alcaraz cae con mucho corazón

▶ El español pelea pero pierde la final ante un Musetti que fue mejor en líneas generales

- PABLO LODEIRO

Unos días se gana y otros se aprende una lección. A Carlos Alcaraz le tocó lo segundo tras caer en la final del Open de Hamburgo ante Lorenzo Musetti, mucho más entero el joven italiano en líneas generales durante el encuentro. Y eso que Alcaraz firmó una obra maestra en cuanto a superviven­cia se refiere en el segundo set. Incluso en sus días más aciagos, el competidor nato no negocia y siempre tiene intención de morder. Hasta seis bolas de partido necesitó Musetti para tumbar al murciano y tras mucho insistir, consiguió el primer título de su carrera. El circuito tiene una nueva estrella emergente.

Comenzó Alcaraz con el brazo suelto de más, la tierra de Hamburgo se le hacía pequeña. La bola sobrepasab­a la línea con regularida­d y Musetti respiraba tranquilo y celebraba con bravura los fallos de su rival, que le daban una leve ventaja en el inicio del duelo por el título alemán. No encontraba regularida­d el español y solo su genialidad le daba algo de aire. Poco a poco cogía altura, los gestos eran más suaves y más mortíferos. Rostro serio de la joven promesa, ya no había sonrisa pícara en su cara como en las anteriores rondas. Un título estaba en juego y su mejor versión, en lo deportivo y en lo mental, era requerida.

Resolvía bien el italiano el saque de Alcaraz, no encontraba el murciano la forma de quebrar a su oponente de primeras. El público aplaudía hasta a los recogepelo­tas, encantados de presenciar el primer duelo entre dos de las promesas más brillantes del firmamento, 19 años para el español y 20 para el transalpin­o. El partido discurría sobre un hilo, muy igualado y bravo, con alma de western, pues el viento levantaba polvareda, como en los clásicos duelos de forajidos del Oeste.

Musetti se vestía de bandido y le robaba el saque a Alcaraz, que tras los fogonazos iniciales languidecí­a un poco. Se defendía como podía el pupilo de Ferrero, que apretado contra la línea de fondo intentaba devolver los

El italiano necesitó de seis bolas de partido para ganar en Hamburgo y conseguir el primer torneo de su joven carrera

misiles que le llegaban desde el otro lado de la pista. Apretó y, finalmente, Musetti se llevó el primer premio de la tarde. La ecuación de la victoria requería ahora épica para Alcaraz.

Tocaba arriesgar y cada punto se convertía en un Vietnam. Apretaba Alcaraz para revertir la situación y Musetti no cedía ni un centímetro. Necesitaba el español de su mejor repertorio y de las instruccio­nes de su entrenador para seguir vivo en la lucha por el metal, pero no encontraba soluciones y comenzaba a desquiciar­se con la seria actuación del italiano. La primera dejada exitosa llegó en el juego número 12. Algo no marchaba bien. Se vaciaba Alcaraz, pero no había beneficio, no había recompensa, solo contundent­es incursione­s en el territorio que defendía. Musetti avasallaba con su saque y su victoria era cercana.

Hubo arreón final, la piel en El Palmar se vende cara. Reflexiona­ba Alcaraz en el banquillo, tras poner el 3-4 en el marcador del segundo set, estrategia­s para cambiar el rumbo de manera radical. Su rival apenas mostraba flaqueza y el barco del español tenía ya demasiados boquetes tras la batalla. Dio la sensación de que se entregó al mantra del cholismo, al partido a partido, punto a punto en este caso. Fue el combate en distancias cortas el que le permitió a Alcaraz prolongar el duelo hasta límites insospecha­dos.

Tras un gran final de set, el ‘tie break’, especialid­ad del español, dictaría sentencia: o resurrecci­ón o vuelta a casa. Un final en la cumbre épico, con ambos tenistas a un nivel estratosfé­rico, rompiendo la tradición de que en el abismo manda la prudencia. Se crecía el murciano, comenzaba a creer que había vida en el más allá. Sus dejadas se multiplica­ban, pista inequívoca de que volvía a estar en forma. Pese a los errores no forzados, consiguió imponerse. El duelo ganaba una vida extra y Alcaraz se tapó el oído a modo de reproche hacia los no creyentes.

En el tercer y definitivo set, Musetti no pareció tocado por la oportunida­d perdida. Hasta cinco bolas de partido había tenido el de Carrara, estadístic­a que no le impidió proseguir en su camino hacia el título. Tampoco se quedaba atrás Alcaraz, enderezado tras el viacrucis, en la carrera más por corazón que por tenis y con el transalpin­o mucho más estable en líneas generales. Gran final, absolutame­nte digna y pasional. Un toma y daca de reglamento entre dos raquetas precoces que amenazaba con necesitar de foto finish para dictaminar vencedor. Finalmente, a la sexta fue la vencida. Musetti tocó la gloria por primera vez y Alcaraz se topó con la primera derrota en una final este año, cuatro de cinco hasta la fecha.

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// REUTERS Alcaraz, durante la final en Hamburgo ante Musetti

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