Victoriano Antón, el buen pastor que murió junto a sus ovejas
► En Escober de Tábara recordarán siempre al ganadero como «un buen hombre, sencillo y alegre» para el que los animales eran «su vida». El incendio de Losacio, en Zamora, provocó su fallecimiento y el de un brigadista
Domingo negro Valeriano salió a buscar a su hermano y pidió ayuda a los bomberos. «Ha muerto uno de los nuestros», le respondieron, entre la pena y la prisa
Victoriano Antón Ratón murió junto a su rebaño. El fuego declarado en Losacio (Zamora) se lanzó con voracidad y rapidez contra su pueblo, Escober de Tábara, que no llega al centenar de habitantes. A él, que había salido esa tarde de domingo, no le bastó conocer aquellos montes como la palma de su mano. El fuego arreció y rodeó al pastor de 69 años, que murió asfixiado, según apuntaron las primeras informaciones.
«Las ovejas eran su vida», resume Oliva, la esposa de Valeriano, el hermano pequeño de Victoriano. «Había estado enfermo y se jubiló, pero después de un año dijo que volvía a ello y tenía entre 200 y 300», explica, «siempre estaba comprando alguna». Sin ellas, «se aburría», dicen en el pueblo. Ahora, la mitad de los animales de Victoriano ha muerto con él y no quedará ninguno. Los restantes han empezado a caer en días posteriores. «No es que no las cuidemos, algunas estaban medio muertas, la mayoría con el morro mal o hinchadas por comer hierba quemada», explica Oliva. Valeriano y ella conservarán, eso sí, las seis o siete vacas que tenían, cuenta, en pleno duelo.
«Murió como el buen pastor que era, sin abandonar a sus ovejas», indica su amigo Domingo, «no le daría tiempo a escapar con ellas». En el pueblo se ha instalado la pesadumbre por despedir así a «un buen hombre, sencillo, siempre alegre», como describe este lugareño. Su mujer Isabel apoya sus palabras: «Era muy jovial y, como con los otros pastores, daba gusto hablar con él, algo que le solía apetecer después de pasar todo el día en el campo». Porque su oficio es, desde luego, o muy vocacional o «para ascetas», valora Domingo, que cree que debería subvencionarse su papel para cuidar el monte. Otros dos compañeros de profesión en Escober, Eugenio y Demetrio, también perdieron gran parte de sus rebaños, aunque salvaron la vida «tapándose con la ropa para protegerse del humo».
Cuando Valeriano y Oliva vieron que el veterano pastor no volvía, él salió a buscarle. Las llamas, el viento y la inminente evacuación, que se hizo realidad al final de esa tarde, lo complicaron todo. Porque cuando Valeriano, ya muy preocupado, tiró de la manga de los brigadistas para decirles que su hermano había desaparecido, los encontró consternados. «Ha muerto uno de los nuestros», le respondieron, lacónicos, entre la pena y el no dar abasto. Se referían a Daniel Gullón, de 62 años, fallecido de servicio ese mismo domingo. Era natural de Ferreras de Abajo –apenas a veinte kilómetros de Escober–, otro de los municipios afectados por el incendio que, ya el lunes, la Junta consideró «inextinguible». Los expertos lo catalogarían como fuego de ‘sexta generación’, es decir, con un comportamiento explosivo y magnificado por condiciones extremas. En esas se encontró atrapado Victoriano. Su hermano no cesó de buscarle esa noche, pero cuando le encontraron, era tarde. Los vecinos de la zona tienen opiniones encontradas respecto al incendio. Por un lado, piden trabajos de desbroce y brigadas todo el año «que tienen que conocer los montes» y «actuar de inmediato», sostiene un exbrigadista en Ferreras. Por otro, entienden una magnitud «imposible». «Aunque hubieran venido de toda España, no lo apagaban», sostiene Santiago, un vecino de Escober, que chasquea la lengua con impotencia. «Ese domingo, tan pronto iba para arriba como para abajo».