1997, 2017
Los movimientos populares fueron sofocados por los partidos
EL cambio de criterio de la Fiscalía sobre la prescripción del asesinato de Miguel Ángel Blanco no es menos escandaloso que constatar que los líderes de ETA no fueron condenados por ese crimen. El asesinato despertó en 1997 el llamado ‘espíritu de Ermua’, un desbordamiento popular sobre los partidos. Su importancia política se abortó rápido, y quedó la satisfacción de la justicia, el estado de Derecho, pero ahí siguen Antza y Anboto...
Veinte años después llegó otro espíritu popular. Tras el golpe catalán surgió la llamada España de los balcones, con expresión en la manifestación en Barcelona el 8 de octubre. Era otro movimiento popular (por mucho que se lo atribuyan al Rey) que los partidos políticos fueron neutralizando. ¿Qué queda de eso? Repetimos: nada, se avanza en la dirección contraria y el Estado de derecho ha permitido los indultos y la huida de Puigdemont.
Es decir, que ni en 1997 ni en 2017 se hizo justicia plena, y los movimientos populares fueron sofocados por los partidos, luego abortados y traicionados. Los dos momentos acabaron con los representantes del Estado negociando con golpistas y asesinos antiespañoles. Repitamos: el Estado de derecho falló, pues no hubo justicia, y sí traición y componenda, y los movimientos populares que desbordaban la rígida e interesada política de los partidos fueron abortados.
Ese enmudecimiento nacional es aún mayor en la cuestión de ETA, donde todo se resume en tres actores: Estado, terroristas y víctimas. Pero las víctimas, dignas de toda consideración, no pueden suplantar a la nación. Podrán simbolizarla, no sustituirla. Los crímenes de ETA no fueron crímenes sin más. Fueron una declaración de guerra contra España, un odio antiespañol, una humillación a los españoles, una afrenta nacional, una imposición de miedo y violencia que condicionó la vida política, tampoco un mero ‘asunto entre vascos’.
Reducir lo de ETA a la satisfacción de las víctimas, satisfacción por otro lado improbable, como estamos viendo, contribuye a ocultar que el objetivo fue siempre, entonces como hoy, la nación española.