ABC (1ª Edición)

Ridruejo: la coherencia de desdecirse

Había que tener mucho valor y un gran coraje moral para renunciar a formar parte de la cúpula de los vencedores y defender la democracia

- GARCÍA CUARTANGO

N Osiempre el hecho de desdecirse y cambiar de opinión es oportunism­o. A veces es un acto de coherencia e incluso de gallardía moral. Es el caso de Dionisio Ridruejo, falangista de primera hora y jefe de la propaganda del Movimiento, que pasó por el exilio y la cárcel por criticar al régimen del yugo y las flechas.

En unos momentos en los que se quiere imponer un concepto falaz y sesgado de la memoria histórica, merece la pena leer las memorias de Ridruejo y repasar su trayectori­a personal. Renunció a todos sus cargos al final de la Guerra Civil y se alistó en la División Azul porque no quería ser cómplice de la deriva personalis­ta de Franco, sustentada en el Ejército y un nacionalca­tolicismo que rechazaba.

Ridruejo, amigo de José Antonio y de Serrano Suñer, estuvo confinado cuatro años a partir de 1943 por sus opiniones y sus críticas al franquismo. Como él mismo cuenta en sus ‘Casi unas memorias’, tuvo la oportunida­d de exponer al general un plan para restaurar la democracia, algo que el dictador consideró una excentrici­dad.

Había que tener mucho valor y un gran coraje moral para renunciar a formar parte de la cúpula de los vencedores y defender la democracia y la reconcilia­ción de los españoles en aquel clima opresivo de un sistema totalitari­o que favorecía el arribismo y la corrupción.

Recuerdo que un juez conservado­r de la Audiencia de Burgos me llamó «ridruejist­a» en 1974 porque le dije que el régimen de Franco daría paso a una democracia tras la muerte del Caudillo, postrado por la flebitis. Me pareció un insulto porque yo sabía que Ridruejo había sido uno de los líderes históricos de la Falange, pero años después lo tomé como un elogio.

Ridruejo falleció en junio de 1975, cinco meses antes de la muerte de Franco, sin saber que España se encaminaba a una democracia y que, dos años después, habría unas elecciones libres. Él contribuyó en la oposición interior a ese cambio.

Ahora que estamos en pleno debate sobre la memoria histórica, nadie ha mencionado que Ridruejo pasó un calvario para luchar por la libertad desde el bando de los vencedores. Y lo hizo con una coherencia moral ejemplar, pagando uno de los mayores castigos: el repudio de los suyos. Exilio, cárcel, censura, injurias, penurias económicas y otras penalidade­s sufrió este hombre con alma de poeta, que prefirió fundar la revista ‘Escorial’ a ser un jerarca de la Falange y un intelectua­l del régimen. Su coherencia y su coraje merecen el reconocimi­ento en una época en la que escasean quienes han hecho un oficio de la política para defender sus principios.

Lástima que Ridruejo nunca pudiera disfrutar de la España por la que luchó, pero nos queda su voz que sigue fluyendo a través de sus escritos y su memoria. Vivirá mientras algunos le recordemos.

TIEMPO RECOBRADO

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