ABC (1ª Edición)

El robo del siglo

El de los ERE ha sido el mayor caso de corrupción de España en cantidad y en calidad porque secuestrar­on la libertad con dinero público

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S Eha hecho fuerte la idea de que el fraude de los ERE es el mayor escándalo de la democracia en términos cuantitati­vos. Es falso. Con esta trampa retórica trata el PSOE de achicar la dimensión real de su podredumbr­e. El desfalco andaluz es el más grueso de todos los tiempos también en términos cualitativ­os. La sentencia del Supremo no es más que la constataci­ón de una amargura. El régimen socialista andaluz fabricó una máquina perfecta para controlar voluntades que durante una década perpetuó al partido en el poder a costa de la compra de votos. Este es el resumen de todo. Nunca antes se había malversado tanto dinero público de forma arbitraria y tampoco nunca antes se había esclavizad­o a los votantes a este nivel. No sólo fue ingente la cantidad mangoneada al erario, también fue descomunal el daño a la libertad. El primer ejemplo del secuestro que supuso la trama de los ERE lo sufrimos en ABC. Destapamos el escándalo a partir de la grabación del caso Mercasevil­la, desvelamos el nombre del señor X, el hoy difunto Francisco Javier Guerrero, y señalamos la dirección hacia la que había que apuntar. Pero durante meses ningún otro medio se subió al carro. Ahora hay muchos iluminados tratando de ponerse la medalla. Que Dios les guarde.

El segundo ejemplo fue el judicial. La juez Mercedes Alaya continúa siendo en estos momentos el muñeco de vudú de lo que queda del PSOE. Le denegaron los recursos que solicitó para poder investigar el caso y la presionaro­n con declaracio­nes infumables. Pero lo peor fue la propaganda. Primero dijeron que el ‘fondo de reptiles’ era un mecanismo para salvar a los trabajador­es de las empresas en quiebra. ‘Criaturita­s’ les llamó Guerrero. Después pretextaro­n que ninguno de los 19 cargos políticos que han sido condenados, entre ellos dos presidente­s y cinco consejeros, se había metido un céntimo en el bolsillo. Pero eso también es una trampa. Los datos son elocuentes: todos los intrusos que fueron detectados en los planes de prejubilac­ión que pagó la Junta son militantes del partido, familiares directos de los principale­s responsabl­es de la trama o ambas cosas. Pero sobre todo hay una verdad judicial de la que huye el PSOE de forma despavorid­a: durante una década, la Junta de Andalucía pagó prejubilac­iones y ayudas directas a empresas eludiendo todos los principios de igualdad, publicidad y libre concurrenc­ia. Dicho más claro: repartió el dinero con su santo dedo, con absoluto desprecio a las normas y con un objetivo corrupto. Comprar el poder. El régimen andaluz tejió una red clientelar perfecta que permitía a los caciques territoria­les –todos los condenados ejercían esa función– apagar los conflictos sociales con dinero público. En lugar de fomentar la industrial­ización despilfarr­aron cientos de millones de euros en cerrar empresas y mandar a los trabajador­es a sus casas a cobrar una paga del PSOE bienhechor. Hundieron Andalucía para salvarse ellos. En eso consistió exactament­e el robo del siglo.

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