El lío del PP con el feminismo
No sobran manos ni de hombres ni de mujeres en este camino. Lo que sobran son complejos
JUAN Manuel Moreno Bonilla estrena Gobierno en Andalucía y en su alto consejo hay más mujeres que hombres. Hasta aquí, el titular plano que podría haber alzado al popular al podium de la igualdad. Pero ha tenido que explicarlo, demostrando que el PP se ha tragado entero el mantra de que el feminismo es exclusivo de la izquierda. Y así, el discurso del triunfador ha quedado empañado por un ‘mansplaining’ tan innecesario que le da la razón a quien quería quitársela. Dice Moreno Bonilla que ahora hay más mujeres que hombres en su Gobierno porque antes no estábamos preparadas. La izquierda le ha recordado que antes –que él– hubo incluso una mujer presidenta de Andalucía. La historia que, en este país, hasta hace algo menos de 100 años, las mujeres no podíamos ni votar.
Ahora que Bonilla ha desenterrado de cuajo las raíces del patriarcado, debe sentirse más cerca del espíritu de Carmen de Burgos. La pionera del periodismo, que fue redactora en esta casa, también mostró sus recelos iniciales ante el término feminismo. Se convertiría en una de sus grandes defensoras, pero al principio le asustaba que buscara sólo la masculinización de la mujer. En ‘La mujer moderna y sus derechos’ dejó atrás cualquier temor.
El problema no es sólo que el PP reconozca, descolocado en el tiempo, los avances del feminismo. Lo malo es que cae en el error de considerarlo una etiqueta. Al hacerlo, lo deja en manos de quienes lo han contaminado con la ideología Queer. De Unidas Podemos como agente movilizador, al propio PSOE como agente transigente. La nueva religión que funde y confunde sexo con género ha llevado a una parte del feminismo clásico a huir de las siglas del PSOE. Se quedan huérfanas mujeres que han ayudado a hacer mejor nuestra democracia.
La misma Carmen Calvo ya ha admitió, refiriéndose a doña Emilia Pardo Bazán, que se puede ser conservadora y feminista. Así que supongo que también se puede decir que, a veces –tampoco hay que pasarse–, el PP es un partido más feminista de lo que reconoce. No le ocurriría nada por admitirlo. Los valores democráticos sirven para todos, se consideren de derechas o de izquierdas. Pero hay que trabajarlos, porque no avanzan solos. El ‘yo soy feminista’ es hasta liberador. Lo ha experimentado la mismísima Ana Botín. No hay mucho secreto. Como con el pueblo, no se puede hacer feminismo sin el feminismo.
Por eso, la alergia al término, a las cuotas o a las políticas contra la violencia machista de algunos populares resultan tan inexplicables que parecen cesiones a los que quieren robarles votos. El feminismo en este país sigue necesitando de todos los partidos y de todas las instituciones, incluida la misma Iglesia. Ay, lo que nos ayudaría una Virgen de la Igualdad. No sobran manos ni de hombres ni de mujeres en este camino. Lo que sobran son complejos.