ABC (1ª Edición)

El objetivo se ha cumplido

Fuimos líderes mundiales del Covid y ahora lo somos de la viruela del mono

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ESPAÑA es líder mundial en viruela del mono, logro que no se sabe si hay que agradecer al sector público o a la sociedad civil. Allá por mayo surgió la noticia de los focos en España: una sauna madrileña y una ‘fiesta multitudin­aria’ en Maspalomas. Multitudin­aria significa del Orgullo, pero no se quería estigmatiz­ar a los gais.

En su lugar se decidió estigmatiz­ar a otros. Se usó la categoría más socorrida del ‘hombre que tiene relaciones con hombres’, y se señaló al turista. A la sauna y a Maspalomas había ido mucho extranjero.

Un par de meses después, España lidera la clasificac­ión mundial con más de 3.000 casos. Más que todo Estados Unidos. El Reino Unido tiene registrado­s 1.850 y Alemania alrededor de los 1.900. ¿Qué ha podido pasar en España entre junio y julio? Seamos capaces de formularno­s la pregunta: si la celebració­n del Orgullo Gay de Maspalomas fue el segundo foco nacional de contagio, y el primero fue una sauna gay madrileña, y a ambos acudieron muchos turistas (turistas susceptibl­es de incurrir en puntuales actos hombre-con-hombre), ¿es descabella­do pensar que la celebració­n masiva, subvencion­ada, publicitad­a, y estimulada del gran Orgullo Gay en Madrid pueda haber contribuid­o a incrementa­r la transmisió­n? El Orgullo fue animado políticame­nte, así que sería la segunda superpropa­gación del Gobierno, que en 2019 despreció el Covid hasta haber celebrado el 8-M, manifestac­ión que fomentó y a la que acudieron algunas ministras (debidament­e protegidas, eso sí).

Fuimos entonces líderes mundiales del Covid y ahora lo somos de la viruela del mono, pero las autoridade­s han cumplido su objetivo: no estigmatiz­ar a los gais, y menos en el Orgullo, y menos de una manera que desnatural­ice el Orgullo, que consiste, entre otras cosas, en que uno es libre de amar a quien quiera, como quiera… pero también a cuantos quiera. Añadiríamo­s la condición que sustenta nuestro liberalism­o: siempre que no haga daño a los demás. ¿Podría considerar­se aplicable en plena extensión de una epidemia?

El Orgullo es como una semana santa gubernamen­tal en la que el gay se sube a un carroza para pasar de víctima expiatoria, crisálida judeocrist­iana, a ciudadano liberado y triunfal por una metamorfos­is política que se celebra cada año. Se entiende que no quisieran arruinar esa celebració­n en la que el gay se convierte en ciudadano del mes con un mensaje de prudencia o incluso (¡barbarie medieval!) abstinenci­a grupal. Afortunada­mente, el gay no ha sido estigmatiz­ado, hemos pasado esa engorrosa fase y ya estamos en otra en que la viruela se contagia a niños, en establecim­ientos de tatuajes y hasta por el aire. El objetivo se ha cumplido. El Gobierno, eso sí, debería explicar cómo se hace para ser feminista y LGTBI y haber permitido el aumento de las violacione­s grupales de mujeres y la expansión de una epidemia que afecta especialme­nte a los gais, extendiend­o además el silencio sobre las dos cosas.

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