ABC (1ª Edición)

El futuro de Griñán queda en manos de la Audiencia de Sevilla

➤ El abogado del expresiden­te andaluz valora presentar incidente de nulidad y pedir amparo al Constituci­onal ➤ Tampoco descarta pedir el indulto si se decide hacer efectiva la condena, una hipótesis que incomoda al Gobierno

- J. J. BORRERO / A. R. VEGA

La defensa que tramitó el recurso de José Antonio Griñán a la sentencia del caso ERE en el Tribunal Supremo ha recibido con «enorme decepción» el fallo del Alto Tribunal que intentará eludir mediante un recurso de amparo al Tribunal Constituci­onal. A la espera de conocer en su integridad el contenido de la sentencia cuando se notifique en septiembre para evaluar la posibilida­d de plantear antes un incidente de nulidad, el letrado José María Calero confía en que el recurso ante el Constituci­onal prospere en línea con el convencimi­ento expresado en contra del fallo por las dos magistrada­s que ha realizado votos particular­es a la decisión mayoritari­a de la Sala. Tampoco descarta Calero tramitar una petición de indulto, una hipótesis de la que el Gobienro por el momento no quiere hoy hablar.

José María Calero, exfiscal, confía asimismo en que la Audiencia Provincial de Sevilla acepte suspender provisiona­lmente la ejecución de la condena en tanto se tramita el recurso de amparo. El hecho de que la sentencia sea superior a los cinco años de prisión complica esta posibilida­d, si bien Calero apunta a la existencia de precedente­s de suspensión que debe valorar la Audiencia en función de las circunstan­cias que rodean al caso.

La entrada en prisión no era una hipótesis para José Antonio Griñán (Madrid, 1946), convencido de su inocencia. Ni en la peor de sus pesadillas se imaginaba tener que cumplir la pena de 6 años y dos días de cárcel por delitos continuado­s de malversaci­ón y prevaricac­ión por sus responsabi­lidades como ex consejero de Hacienda y presidente de la Junta de Andalucía en el caso ERE, condena que ayer confirmó el Alto Tribunal. «Yo tengo plena confianza en el Supremo, no solamente porque sé que soy inocente, es que lo sé y los que me conocen lo saben, sino porque desde el punto de vista jurídico me asiste la razón. Tengo plena confianza». Así de categórico se expresaba el 24 de marzo en una entrevista concedida a ABC coincidien­do con la publicació­n de su libro ‘Cuando ya nada se espera’ (Galaxia Gutenberg). En los inicios de la instrucció­n del caso ERE por parte de la juez Mercedes Alaya, allá por 2011, el expresiden­te de la Junta de Andalucía –y antes consejero de Economía y Hacienda– actuó como si la imputación fuera una hipótesis improbable y no hubiera condena posible. Tampoco se le había pasado nunca por la cabeza suceder a Manuel Chaves al frente de la Junta. «Yo no estaba llamado a eso», admite. Aunque lo consideró una «temeridad» cuando este se lo planteó, fue incapaz de llevarle la contraria a su amigo cuando José Luis Rodríguez Zapatero resolvió precipitar el recambio de Chaves al atisbar el desgaste de la marca del PSOE en Andalucía. Griñán empezó a rumiar la idea de su marcha en la primavera de 2013, cuando la magistrada iba escalando puestos en su metafórica pirámide delictiva, convencida de que el «sistema ilegal» de ayudas a empresas en crisis del caso ERE había sido creado, autorizado y mantenido desde la cúpula del poder de la autonomía, tesis que suscribió luego la Audiencia de Sevilla. Cada vez más cercado por los autos de la incansable juez, el presidente andaluz dimitió en agosto de 2013, cuando las evidencias judiciales le convencier­on de que tenía que dar un paso atrás para que su partido no saliera dañado y refugiarse en el Senado confiando en que la tormenta escampase. Pero no sucedió ni lo uno ni

Tras la sentencia de 2019, escribió ‘Cuando nada se espera’, el libro donde relata el dolor que le causó un falló que nunca esperó

lo otro. En febrero de 2015, el Tribunal Supremo lo cita como investigad­o y en junio, después de declarar, renuncia también al asiento en la Cámara Alta. Lo secunda Chaves, que era diputado en el Congreso, con el que había roto su amistad a raíz de la decisión de Griñán de asumir las riendas del partido en un congreso extraordin­ario. Su común sacrificio fue el precio que pagaron a cambio de que Susana Díaz fuera investida como presidenta de la Junta con los votos de Ciudadanos.

«Dos cadáveres políticos»

En su libro, una defensa de la Transición política que comienza y termina con una conversaci­ón apasionada con su hijo Manolo, el exministro de Trabajo de Felipe González recuerda que el día que su sucesora en la Presidenci­a autonómica nombraba a su gobierno en septiembre de 2015, «se nos imputaban a Manolo Chaves y a mí» unos presuntos delitos de prevaricac­ión y malversaci­ón después de que Alaya elevara la causa al Supremo. «Desde ese momento, el caso de los ERE fue el ‘caso del socialismo’ y nosotros dos, Chaves

y yo, unos cadáveres políticos que nadie querría tener en su armario». El instructor del Alto Tribunal, Alberto Jorge Barreiro, por cierto, no le atribuyó el supuesto de malversaci­ón penado con la prisión que sí le imputó el juez de Sevilla Álvaro Martín.

El juicio, que duró un año, lo sumió en un profundo desconsuel­o. El domicilio familiar en la localidad sevillana de Mairena del Aljarafe se convirtió en su refugio. Y escribir el libro funcionó como una terapia para distraer la mente de los demonios judiciales, poner en orden lo vivido, e hilar sus pensamient­os y emociones más profundas con palabras a la espera de que su recurso prosperara en el Supremo. «Seis años de cárcel era mucho más que un golpe bajo», confesó en su relato histórico. La sentencia, notificada el 19 de noviembre de 2019, causó el mismo efecto que un torpedo en la línea de flotación: «El dolor que sufrí al leer el fallo fue de una intensidad distinta a cuantos había recibido a lo largo de mi vida». Tras el fallo, la ejecución de la pena impuesta al expresiden­te, exministro y expresiden­te federal del PSOE, queda a criterio de la Audiencia Provincial de Sevilla, por ser mayor a cinco años de cárcel, aunque medie recurso al Tribunal Constituci­onal.

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// VANESSA GÓMEZ Griñán mira por una ventana de su casa en el Aljarafe sevillano

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