El oro que hizo creer al resto
La primera jornada fue aciaga para el equipo olímpico nacional, pero la medalla de José Manuel Moreno el segundo día, 27 de julio, rompió para siempre esa tendencia negativa
Aunque José Manuel Moreno (Ámsterdam, 1969) tenía otra prueba importante al día siguiente, con opciones serias de subir de nuevo al podio, su periplo por los medios de comunicación se alargó hasta bien entrada la madrugada. Había que pasear el oro que acababa de ganar por todos los rincones. Que todo el mundo lo viera para que ese éxito impregnara a todo el equipo español. Moreno, primer campeón olímpico español en Barcelona 92, sacrificó su medalla en velocidad, pero sirvió de ejemplo e impulso para que el país lograra aquellos días su mejor cosecha olímpica de la historia.
«Juan Antonio Samaranch (vicepresidente del Comité Olímpico Internacional) y Alfredo Goyeneche (presidente del Comité Español) me dijeron que había que pasear la medalla, que había que hacer creer al resto que era posible ganar. Hasta Barcelona 92, en España era un éxito participar en unos Juegos, pero a partir de mi medalla vimos que se podía ganar y todo cambió», explica Moreno a ABC 30 años después de aquel éxito, al tiempo que reconoce que aquello, seguramente, le hizo perder otro metal al día siguiente. «El cuerpo no me respondió. Llegué a la Villa Olímpica pasadas las dos de la mañana y entre que cené y me dormí eran más de las tres. A las seis estaba desayunando y, aunque me clasifiqué tercero por la mañana, en la final no pude rendir. El ruso estaba bien cabreado, pero creo que hicimos lo correcto».
El ruso era Alexander Nietzigorostev, el técnico que la federación contrató durante el ciclo olímpico y que consiguió sacar lo mejor de Moreno. «Para mí fue muy importante, porque fue capaz de ver el potencial que yo tenía y de explotarlo. Hacíamos entrenamientos exhaustivos, muy detallados, que daban siempre su fruto. Él sabía el tiempo que iba a dar en función del entrenamiento. Y lo clavaba. Era tan metódico, que la noche de la inauguración de los Juegos hizo que nos abrieran el velódromo para hacer un test. Mientras Rebollo lanzaba la flecha, yo estaba en la pista dándolo todo. No nos querían abrir, pero él siempre decía lo mismo. ‘Si tú no abrir, no medalla. Tú firma aquí que no has querido abrir y si no medalla de Moreno, culpa tuya’. Así conseguía todo lo que se proponía», recuerda con sorna el exciclista, afincado en Chiclana de la Frontera después de pasar su infancia en Ámsterdam.
Nació allí por circunstancias. Sus padres, emigrantes, vivieron allí hasta que José Manuel tuvo nueve años, lo que hizo que sus primeros años en España fueran complicados. «Yo no hablaba casi español, porque en Países Bajos apenas veía a mis padres y me pasaba el día en el colegio. Al llegar a España, me costó mucho y mi primera bicicleta fue un regalo de mi padre por aprobar un curso. Una Derbi Rabasa que llevaba viendo en el taller de Alfonso desde hace tiempo». Montado en ella empezó a enamorarse del ciclismo. A despertar su interés por un deporte que sería ya todo para él. Enseguida comenzó a ganar carreras, salió a relucir su talento y la selección llamó a su puerta. «Echo la vista atrás y me acuerdo del pajarón que pillé el primer día que salí a entrenar. Iba con un vecino que se dedicaba más o menos al ciclismo y me dijo que si había desayunado. Le dije que sí, aunque era mentira, y me pegó un pajarón histórico. Todavía me acuerdo», dice entre risas.
Campeón en supersticiones
En el ciclo olímpico de Barcelona, después de haber ganado el Mundial 1991, Moreno recorrió 58.000 kilómetros en 20 meses. Una barbaridad que le permitió llegar a la cita de 1992 pleno de confianza. Por ese entrenamiento y por la ristra de supersticiones que llevaba consigo. «Yo tenía una camiseta rosa de algodón que me habían regalado y que la tenía que llevar a todas las competiciones. En realidad, ya no
Inauguración
«Mientras Rebollo estaba lanzando la flecha, yo hacía un test de última hora en el velódromo»
Sus amuletos
«Corrí con una camiseta rosa llena de agujeros y con la virgen de Santa Ana y un Nazareno»
Preparación olímpica
«Fue muy dura. Hicimos más de 58.000 kilómetros en 20 meses y lo teníamos todo bajo control»
era ni rosa y estaba llena de agujeros, pero la llevaba puesta, como mi Virgen de Santa Ana o mi Nazareno. Eso iba siempre conmigo», recuerda. Y no le fue mal. Cumplió con el guion previsto y se proclamó campeón olímpico, el espaldarazo que necesitaba España tras un día y medio de competición sin medallas.
Ese oro reposa en un lugar principal de su casa de Chiclana. El oro y la camiseta rosa, claro. «Está guardada como oro en paño. Ya no me la puedo poner, porque no me entra, pero la conservo todavía», señala con sorna.
Sin relevo en la pista
Ya no mira atrás con nostalgia, aunque le costó decir adiós a la bicicleta como profesional. En realidad, nunca la dejó de lado y actualmente sigue ligado a ella como director del Manuela Fundación, un equipo del que habla con la misma pasión con la que pedaleaba cuando era un chaval. «Tenemos profesionales, júnior y sub-23 y hasta un equipo máster con el que disfruto muchísimo», afirma, mientras lanza una reflexión crítica a cómo se han hecho las cosas en la federación desde hace tiempo. De hecho, no hay medallas en la pista desde Pekín 2008, agujero que tiene su explicación.
«Tuvimos una generación muy buena, desde Barcelona hasta Pekín 2008. Llaneras, Escuredo, Escobar... Pero cuando se acabó, no hubo relevo. No se ha hecho una programación de cantera. Se apuesta por talentos y ya está. Aquí, si un chaval a los 18 o 19 años no es profesional y está ganando dinero tiene muy difícil continuar y lo deja. Habría que ayudar de alguna manera a esos chicos para que puedan tener un colchón si finalmente su carrera no alcanza el éxito que esperaban», apunta Moreno, crítico con el presente del ciclismo en pista español, aunque esperanzado con que poco a poco se pueda construir esa base. París 2024 está a la vuelta de la esquina y ahí espera que los brotes verdes que ya empiezan a vislumbrarse puedan devolver la bandera nacional a lo más alto del podio.