Ramón y Cajal entre robots y hormigas: el CCCB viaja al centro del cerebro
► La exposición ‘Cerebro(s)’ explora la complejidad del órgano rey a través de la ciencia, las artes y la historia
Y de pronto, un simpático robot llamado RoboThespian se lanza a declamar el soliloquio de ‘Hamlet’ con sorprendente arrojo. Acento ‘british’ impecable, dicción como de recién salido de una clase particular con Alec Guinness y gesticulación digna del West End. Sólo le falta la calavera. Y, ya que estamos, un cerebro. Porque en esta historia, ya verán, el cerebro es importante. Pero todo llegará.
De hecho, el de las máquinas inteligentes, la creatividad y los autómatas enamorados de Shakespeare es uno uno de los muchos hilos de los que se puede tirar estos días en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) mientras se recorren las sinapsis y conexiones nerviosas de la exposición ‘Cerebro (s)’. Sí, con el plural entre paréntesis porque, tal y como se apresura a decir Jordi Costa, director de exposiciones del centro, puede que el cerebro humano sea el rey, pero los retos de la neurociencia van mucho más allá.
«El cerebro es el órgano más vital y, al mismo tiempo, el más desconocido», constata la directora del CCCB, Judith Carrera. Y para arrojar un poco de luz, nada mejor que aliarse con la Wellcome Collection de Londres y la Fundación Telefónica (la exposición viajará a Madrid a finales de año) en una ambiciosa y didáctica excursión a través y alrededor de hemisferios, neuronas, lóbulos y córtex. Un viaje con paradas en la materia, la mente y aquellos agentes cognitivos capaces de poner en jaque la intuición humana. En la consciencia, la memoria y la inteligencia colectiva de los insectos como reflejo de la evolución. Pintar el alzhéimer «Si los humanos no hubiésemos conquistado el planeta, la tierra sería de las hormigas», suelta, enigmático, Ricard Solé, físico, biólogo y comisario junto a Emily Sargent de una exposición que reúne más de 300 objetos entre dibujos, inventos, instalaciones audiovisuales, fragmentos de películas como ‘El Gabinete del Doctor Caligari’ y ‘El cerebro del planeta Arous’, reproducciones del cerebro loncheado de Einstein y obras de una veintena de artistas. Una de las más inquietantes es la serie de autorretratos que el pintor estadounidense William Utermohlen firmó mientras el alzhéimer avanzaba implacable. Porque donde hay cerebro, por desgracia, también hay patologías, enfermedades y deterioros.
¿Demasiado espeso? Para nada: el cartel de la exposición, con una colorida palmera de fuegos artificiales que es al mismo tiempo una hermosa sesera, ya indica por dónde van los tiros. Así, de los exquisitos dibujos del padre de la neurociencia moderna, Santiago Ramón y Cajal, a los tres brazos robóticos equipados con cámaras que, bolígrafo en ristre, le dan pleno significado al concepto ‘retrato robot; y de las reflexiones de Descartes sobre la conciencia a esas minúsculas arañas que, explica Solé, han externalizado su mente en una tela que multiplica por 10.000 su tamaño, ‘Cerebro(s)’ se instala donde convergen historia, ciencia, filosofía y cultura para explorar la complejidad del órgano rey.
O, por lo menos, para intentarlo, ya que, advierte, Solé, sobran preguntas y faltan respuestas. Las mismas que buscaron Mary Shelley y Charles Darwin; Thomas Willis y Leonardo Torres Quevedo; Vesalius y Mariano Cubí. Nombres todos ellos que, entre guiños a la frenología y reproducciones artísticas de la actividad cerebral de un durmiente, desfilan por una muestra que quiere ser también una exploración de un futuro marcado por la desaparición de los límites físicos, biológicos y digitales.
Un futuro de ciencia ficción que la realidad virtual, la inteligencia artificial, y el máquina de RoboThespian han convertido en realismo puro y duro.