ABC (1ª Edición)

El cañón de Ginés Marín en un reto a solas con Sorpresa

► Dueño de una contundent­e tizona, cuaja la faena más maciza a un toro de Juan Pedro y corta cinco orejas

- ROSARIO PÉREZ

Transcurrí­a la tarde con esa difícil facilidad, sin apenas chispa, hasta que saltó la Sorpresa del juampedro cuarto

El runrún de la pieza de Morante al jabonero seguía veinticuat­ro horas después. De ella se hablaba en los aledaños de Cuatro Caminos. Pero era el día de Ginés Marín, que vino al mundo el mismo año (1997) que el de La Puebla tomaba la alternativ­a. En Jerez vio la luz este gaditano de nacimiento y extremeño de corazón. Y su latido le dictaba afrontar el mayor de los retos de su carrera: encerrarse con seis toros por primera vez. Quiso que la cita fuese en su plaza talismán, la de Santander, cumpliendo el dicho del toro de cuatro o cinco y el torero de veinticinc­o. Con retraso llegó en un Rolls-Royce, por lo que el paseíllo arrancó con seis minutos de retraso. El seis era el número del J-26: un torero para seis y seis toros para uno. Con la difícil facilidad de los elegidos despachó la primera parte, pero de tan fácil y sobrado se echaba en falta más alma, la chispa adecuada de los héroes en solitario.

La sorpresa llegó con un toro de Juan Pedro Domecq, que se miraba con recelo en el tendido después de los recientes petardos. Hete ahí que este Sorpresa, que así se llamaba, traía unas hechuras de perfecta armonía. Y más casta que ninguno sacó. Uno de Juan Pedro, sí. Con una larga cambiada de rodillas lo saludó Ginés para animar el ambiente. Aunque se le atisbaba su brío, perdió las manos y se temió lo peor. Pero no. ¡Sorpresa, Sorpresa! Este número 137, al que Joselito Rus lidió fenomenalm­ente, fue a más. y Ginés le buscó las vueltas con una mente preclara. No quiso apretarlo mucho en los inicios por si el fuelle no aguantaba... Una vez amasada la embestida, le bajó la mano y lo empujó hasta el final. Cuanto más lo exigía, con más profundida­d embestía Sorpresa. Así nacieron las tandas más sobresalie­ntes, con muletazos extraordin­arios y un epílogo de embrocada expresión. El cañón de su acero disparó como mandan los cánones. Lástima que no atinase el puntillero: el paraíso prometido del doble trofeo quedó en uno solo. Igual dio: la obra más maciza ya se había cuajado.

La tarde empezó con uno de Domingo Hernández que, de tan agradable carita, rozaba lo impresenta­ble. Eso no eran pitones, eran su sombra. Aunque hizo amagos de rajarse el alto animal, luego mostró buen fondo y contribuyó al lucimiento del espada, que se templó ya con el capote y encandiló en un reguero de trincheras, con el colofón de un hondo pase de pecho. Los dos lados intercaló en una línea muy pulcra.

Había interés por ver a Rufián, con el mismo bautismo que el más bravo de San Fermín. De guapa presencia, no escondió su tendencia escarbador­a. La medicina de la media altura le aplicó el pacense para dosificar su justa fortaleza. Todo con suavidad, aprovechan­do la nobleza del jandilla, hasta apretarlo en una tanda más intensa. Cuando se apagó, se metió entre los pitones para alegrar el cotarro. El estoconazo, a cámara lenta y con pureza, valía de por sí la oreja. Suya fue.

Mucho temple

No ocultaba su sangre Santa Coloma el bonito tercero, con el hierro de Pallarés, el guiño distinto de la encerrona. Qué temple tuvo el apretado Zampón, con ritmo a la mexicana. Y pausado temple le puso Marín, que supo echar con suavidad los vuelos y esperarlo a izquierdas. Aunque se fue apagando, cada vez con menos chispa, sobre la chocolate arena rebosó su clase Zampón, que sumó a sus virtudes una nobleza exquisita. Tanta que faltaba emoción... Otra estocada le entregó la llave de la puerta grande en el ecuador.

Después del rotundo capítulo con Sorpresa, que ya está contado, Fernando Sánchez entusiasmó con los palos en el quinto. De Bañuelos era el único cinqueño y el que más dificultad­es planteó. Poderoso, se adueñó del viaje del grandón ejemplar, de abrochadit­a cara. Hubo muletazos caros al áspero Barato, que mejoró en sus manos. El arreón del manso lo sufrió Fernando Pérez, arrollado en el umbral de toriles.

Para la afición fue el brindis del último, del Parralejo, sin apenas trapío pero con movilidad. Todo lo pedía por abajo, sin afligirse pese a lastimarse una pezuña. Transmitió Fanfarrón y se vivió con pasión la variada y frondosa obra de Ginés, que selló su gesto con su contundent­e tizona. Ahora sí desorejó al rival después de una petición abrumadora. Feliz se marcharon el público y el torero, que dictó una lección para enseñar en las escuelas: ‘Así se mata a los toros’. A hombros se despidió con el sueño cumplido y cinco orejas, que debieron ser seis tras su toro Sorpresa.

 ?? // SERRANO ARCE ?? Ginés Marín sale a hombros del coso de Cuatro Caminos
// SERRANO ARCE Ginés Marín sale a hombros del coso de Cuatro Caminos
 ?? // S. ARCE ?? Una de las grandes estocadas del matador extremeño
// S. ARCE Una de las grandes estocadas del matador extremeño

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain