El viejo sofá
«Desde él vimos a Griñán, otrora cinéfilo, confesar que su película era ‘El halcón maltés’»
EL viejo sofá de la casa materna ha visto pasar la Historia, como la Puerta de Alcalá. Ahora unos muchachotes fornidos, previo pago, se lo han llevado al cielo de los sofás con la izquierda ‘alante’ y la derecha atrás. El sofá miraba esquinado al televisor que fueron muchos, del Telefunken de antaño al Samsung de hogaño. Sentarse en estos días de calor en él ha tenido algo proustiano, quizá porque encontrarse en la ranura una moneda de Juan Carlos I, rubio como las candelas, alegra el alma. Sentado en el sofá, la memoria pasaba por la huelga a Felipe cuando el sindicalismo era digno, el Muro de Berlín cayendo y en el amado mueble mi menda, medio recostado, una larga noche en que mis padres bebieron cubatas que compraron en lo único abierto: la gasolinera.
El viejo sofá, que no era de ayer ni de mañana; el viejo sofá que en las largas tardes sureñas vio a los estómagos y a los prostáticos agradecidos de aquella Andalucía que entre despachitos, chóferes viciosos de polvillo colombiano y reptiles se gripó, ay, pudiendo ser la California de Europa.
En el sofá, que desprendía efluvios de amigos que ya no están, de traseros historiados, también uno asistió al año del pebetero, de la Cartuja, del Cobi, del Curro y de Pujol en sordina de hijos y gargajos. Corría el 92 y el sofá estaba en plenitud, confortable para sostener a quienes contemplamos a una infanta llorar y creer que todo era posible.
Jubilar a un sofá es una forma de muerte, porque desde él fuimos chicos Hermida, enanos de la corte de Javier Sardá y súbditos de Chaves/Griñán. Por eso, algo de serendipia hubo cuando mi madre jubiló ayer al sofá y en el plasma nos enteramos que Griñán, otrora cinéfilo que orinaba colonia y regaba voluntades, viene reafirmado por el Supremo en el viaje al ‘maco’. Que durará lo que dure en tramitarse el indulto.
Una noche tonta, a Pepe Griñán lo entrevistaron en su canal y confesó que su película favorita era ‘El halcón maltés’. Entonces yo no dependía del Orfidal y me dormí, porque a mis clásicos me los conozco. Acunado en el viejo sofá.